Un vocero del Consejo de Representatividad Evangélica del Uruguay, parado frente a una multitud en el cantero central de la ruta 8 en Melo, habla de Jesús. Grita, gesticula, dice que la Biblia tiene “capacidad de respuesta inmediata”. La gente aplaude, corea pasajes de sus sentencias, lo ovaciona en ocasiones. El intendente de Cerro Largo, Sergio Botana, del Partido Nacional, lo escucha de pie. El pastor evangélico Jorge Muñoz lee un relato bíblico. Cuenta que en un pueblo se contaminó la tierra con brujería y hechicería y se llenó el país de altares paganos. Hasta que el rey Josías y su pueblo comenzaron a buscar a Dios y prometieron obedecer al señor en todo. Por orden del rey, destruyeron los santuarios paganos, expulsaron a las prostitutas del templo y quemaron los ídolos de los infieles. “Hoy podemos aprender del rey Josías y de su pueblo, y promover la sanidad y la restauración que necesitamos en Melo y en nuestro país”, concluye Muñoz, y el auditorio expresa su conformidad con palmas y silbidos.

La inauguración del “Monumento a la Biblia” esta semana en Melo, que generó el rechazo de organizaciones sociales y del Frente Amplio, fue el episodio más reciente de un viejo debate en el país que parece reeditarse: cuál es el concepto de laicidad, y cuáles son los vínculos aceptables entre religión y política.

A diferencia de países como Brasil, donde hay una bancada que se define como evangelista, en Uruguay estos grupos se integraron al sistema de partidos. Los referentes son conocidos: los diputados del Partido Nacional Álvaro Dastugue, Gerardo Amarilla y Benjamín Irazábal son evangélicos practicantes. Dastugue, además, es pastor neopentecostal, de la Iglesia Misión Vida. Asegura que hay “muchos cucos” respecto de la inserción de los grupos evangélicos en el Parlamento y sostiene que él no quiere “proponer nada religioso” en ese ámbito.

“Yo soy una persona con principios y valores, y formé mi filosofía de vida creyendo que los valores cristianos son los mejores de todos. Pero la iglesia y la religiosidad no tienen nada que ver con el Parlamento. Para los comunistas, su Biblia son los principios marxistas, y actúan dentro del Parlamento con sus principios personales pero que tienen su base en la filosofía marxista. Yo actúo en el Parlamento en base a mis principios, los del cristianismo. El resto son todas palabras, pensamientos y cucos que no tienen ningún fundamento. Mi actuación no tiene nada que ver con la estructura religiosa y con la institución iglesia”, afirma Dastugue.

El pastor y parlamentario sostiene que Uruguay es un país laicista y no laico; el último sería, a su juicio, “un país neutral y plural, en donde cada uno practica su fe sin ningún problema y donde todas las creencias son bien recibidas”, mientras que el primero “acorrala, persigue la fe”. Pone como ejemplos de esto la decisión del Ministerio de Turismo de retirar la declaración de interés al Congreso por la Vida y la Familia y algunas declaraciones del diputado colorado Ope Pasquet, que entiende que “no se puede hablar de Dios en el Parlamento”. Cuando se inauguró el monumento en Melo, Pasquet escribió en Twitter: “Continúa la ofensiva contra la laicidad, que es también una ofensiva contra la Constitución”.

Evangélicos y evangélicos

El 18 de octubre, la Federación de Iglesias Evangélicas del Uruguay –que nuclea, entre otras, a la Iglesia Metodista del Uruguay, a la Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata, a la Primera Iglesia Evangélica Armenia del Uruguay, al Hospital Evangélico y a la Asociación Cristiana de Jóvenes– emitió un comunicado para expresar que “no se encuentra vinculada ni desea que se la identifique con otras organizaciones, iglesias, movimientos o personas que, definidas como evangélicos y gozando de las libertades que la laicidad que el Estado uruguayo brinda, pretenden utilizar dicha denominación para obtener votos o para legitimar partidos o bancadas político partidarias”, con la clara voluntad de desmarcarse de las posiciones de los grupos evangélicos neopentecostales con representación política. Es notoria la posición de la Iglesia Metodista, por ejemplo, a favor de la despenalización del aborto y el matrimonio igualitario.

“No tenemos nada que ver con la iglesia metodista, ni ellos con nosotros”, se limita a señalar Dastugue.

“Ideología de género”: la comunión

En el Partido Nacional también hay católicos practicantes, algunos de ellos con vínculos directos con las jerarquías eclesiásticas. Un ejemplo es el diputado Rodrigo Goñi, que se define como “un católico que hace política, no un político que es católico”. “Hay una diferencia sustancial. El fundamento principal de construcción de mi persona es mi fe”, aclara.

Goñi consulta a los obispos de Montevideo, y a algunos del interior, antes de tomar determinadas decisiones como parlamentario. “Sobre temas donde están en juego valores más profundos, yo consulto con los obispos. No es que pida consejo, pero reflexiono con ellos y consulto su opinión”, afirma. Añade que mantiene libertad en términos de su estrategia y táctica como parlamentario, pero que “sin duda, en la sustancia”, las opiniones de los obispos “son de una gran influencia y relevancia” para él. Puso como ejemplo lo sucedido con el disfraz de obispo del representante de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE), Pablo Cabrera, en la Marcha por la Diversidad. “Yo hice consultas a ver hasta dónde el uso de los símbolos religiosos y rituales era un tema que podía afectar la sensibilidad de los que profesan la fe católica”, admite. Y agrega que lo mismo hace en “temas muy profundos, de índole ideológica”.

La emergencia y presencia creciente de los grupos evangélicos no genera tensiones con el catolicismo, entiende Goñi. Hay un combate relativamente reciente que une a las jerarquías de ambas tendencias religiosas: la oposición a la agenda de derechos, o para decirlo en sus palabras, el rechazo militante a la “ideología de género”. Goñi fue uno de sus exponentes el 19 de octubre en el Parlamento, cuando se votó la ley integral para personas trans. “Mi gran denuncia política es que detrás de esta ley estaba la ideología de género, que es una ideología que no tiene el consenso de la sociedad y que va contra algunos valores que en general los católicos defendemos mucho, como es la familia”, señala el diputado nacionalista. “Lo hago porque yo converso también con mis obispos”, agrega.

Además de estas coincidencias conceptuales, hay otros vínculos. Por ejemplo, muchos integrantes del sector político de Goñi son evangélicos, y el sábado posterior a la votación de la ley trans el diputado se reunió con ellos en una iglesia evangélica para hablar sobre la ley y las acciones a tomar. Goñi cree que la inserción de los evangélicos “enriquece” la política. “Y estoy gratamente sorprendido con la fuerza que están teniendo en la participación en el debate público”, apunta.

Dastugue, en tanto, afirma que tiene “casi 100%” de coincidencias con los católicos en el trabajo parlamentario, sobre todo con Goñi y con el diputado Pablo Abdala. “Es la misma Biblia”, resume.

Al igual que Dastugue, Goñi rechaza el concepto de laicidad imperante, y por eso votó en contra de la ley que consagró el Día de la Laicidad. “Entendía que se estaba votando una laicidad prescriptiva, y yo creo que en el mundo de hoy la religión es esa parte de uno que debe estar explícitamente, no hay que esconderla”, sostiene.

La vertiente liberal

Algunos legisladores del Partido Nacional votaron a favor de la ley trans. Uno de ellos fue el diputado de Rocha del sector Todos, Alejo Umpiérrez. “No es la izquierda la defensora de esos derechos, la matriz de la defensa de esos derechos es el pensamiento liberal”, dijo en la cámara.

Umpiérrez, que se define como agnóstico y liberal, aclara que no es partidario de la intervención de iglesias en términos oficiales dentro de las internas de ningún partido, ni de la oficialización de corrientes que respondan a visiones estructurales u orgánicas de iglesias. De todos modos, entiende que esta no es la situación hoy en el Partido Nacional. “La actuación estructurada de iglesias dentro de un partido político no existe” hoy en Uruguay, sostiene, y agrega que hay “una magnificación muy grande de esto por intereses electorales de los demás partidos”. “Acá somos 32 diputados, y los vinculados notoriamente a prácticas religiosas son tres”, apunta. Umpiérrez se muestra confiado en que la estructura de partidos de Uruguay impedirá que existan bancadas evangélicas independientes de los partidos.

Gonzalo Baroni, que fue presidente de la Juventud del Partido Nacional y se siente “afín al catolicismo”, defendió públicamente en redes sociales la ley trans. Coincide con Umpiérrez en que las discusiones internas en el partido no están marcadas por la religión. En cambio, considera que el corte es generacional –“hay un montón de gente plus 50 que ya no está dispuesta a discutir estas cosas, pasa en todos lados”, acota– e ideológico: conservadurismo versus liberalismo.

En cuanto a la penetración de los grupos evangélicos, entiende que si consiguieron los votos y hay gente que se siente representada por ellos, “vamo’ arriba, está todo bien”. “En lo que no entro es en el radicalismo religioso, porque además llevan las de perder. Uruguay es un país muy secular; por algo en la región también somos distintos en cuanto a religión y política. Creo que eso está saldado hace muchísimos años y creo que no hay una vuelta atrás”, sentencia.

De todos modos, admite que muchas personas en el Partido Nacional se sienten “incómodas” con algunas posturas, como las del precandidato presidencial nacionalista Carlos Iafigliola, quien juntará firmas contra la ley trans. “Las juntará, y nosotros haremos campaña en contra. Tiene una posición muy clara, religiosa, que yo no comparto, pero si no estoy de acuerdo, hay que ganarle con votos”, sostiene Baroni.

La “toma del poder”

Goñi asegura que los grupos evangélicos tienen una participación “militante relevante, in crescendo”, y que están “dispuestos a trabajar políticamente”. “Uno ve la militancia evangélica como una cosa más estratégica, hay como una decisión de participar, de trabajar fuertemente en el ámbito político militante a partir de estos temas que ellos entienden que van en contra de los valores cristianos. En la iglesia católica eso no existe, nunca vas a escuchar a un sacerdote en una iglesia plantear estos temas y mandar a votar tal cosa o tal otra”, considera Goñi.

Dastugue dice que como pastor, “obviamente” se reúne con otras personas de la iglesia y “constantemente estamos hablando de las cuestiones del país”, pero pone estas conversaciones al mismo nivel que las que podría tener, por ejemplo, el precandidato frenteamplista Óscar Andrade con “el sindicalismo radical del país”. “Él absorbe ideas de los grupos sindicales. Yo no encuentro la diferencia”, asegura.

Sobre la militancia evangélica, señala que Uruguay “fue el último de los países del mundo evangélico en despertarse, gracias a que se han aprobado algunas leyes que van en contra de los principios evangélicos cristianos, como la ley de aborto, como llamarle matrimonio a la unión entre personas del mismo sexo, la regulación de la marihuana”. “Los integrantes de la fe evangélica ahora se interesan y dicen: ‘No, yo no quiero esto, quiero lo otro’. Hoy opinan, cuando antes no opinaban”, sostiene Dastugue, y asegura que la presencia de evangélicos en el Parlamento también ha contribuido a eso.

Consultado sobre si entre los objetivos de estos grupos religiosos está insertarse en las estructuras políticas y estatales para incidir, Dastugue acota que “algunos sí tienen el deseo de bendecir la sociedad y quisieran estar en lugares de toma de decisiones”. “Pero que yo conozca, no hay una estrategia evangélica de tomar el poder. Eso circula por el laicismo y por los cucos que levanta”, relativiza, y añade que puede ser que algunos legisladores estén nerviosos ante la posibilidad de ser desplazados por los evangélicos.

Dastugue sostiene que su grupo religioso no tiene vinculación orgánica ni económica con otras iglesias evangélicas de la región, aunque tienen “amigos en todo el mundo”, “en Brasil también”.

Nicolás Iglesias, investigador especializado en religión y política, aclara que si bien en sentido estricto es cierto que no hay vínculos orgánicos de la Iglesia Misión Vida con otras iglesias en la región, sí existen vínculos programáticos, por ejemplo en materia del combate a la “ideología de género”, a través de la organización Con mis Hijos No te Metas. Hay también un programa de incidencia política, la red Parlamento y Fe, a la que pertenecen Dastugue y Amarilla, y que está financiada por la ONG estadounidense evangélica Capitol Ministry. Además, Iglesias aseguró que el líder de la Iglesia Misión Vida, Jorge Márquez, es accionista del medio conservador neopentecostal Enlace TV, con sede en Costa Rica, que transmite para toda América Latina. Entre otros contenidos, la cadena incluye información sobre los campamentos Beraca en Uruguay.