El proyecto arrancó como trompada: cuando el actor y director Federico Guerra perdió tres dientes en un choque de moto pero, indemnización mediante, salió del accidente levemente más rico. Por la misma época su colega Fernando Amaral era víctima de una reducción de plantilla en su trabajo de ocho horas. Con esos pequeños capitales imprevistos y la indignación mutua, junto con la pareja de Guerra, que sumó sus ahorros, dieron vuelta la pisada.

Después de buscar un lugar para alquilar que no se alejara demasiado del circuito céntrico de salas, ayer en Soriano 1236 esquina Zelmar Michelini abrieron La Cretina: “El primer objetivo fue hacer una salita de teatro con cafetería”, cuenta Guerra, aunque con la participación activa de un colectivo de artistas que por momentos llegaba a las 30 personas, fueron dando forma a un espacio multipropósito que acogerá conciertos, exposiciones y, por supuesto, un pub.

“Había estado en Buenos Aires y allá hay muchas de esas casas que convierten en teatros. Hicimos una lista y esta fue la primera y única que vinimos a ver”, detalla el actor. “Me gustó entrar, ver las arcadas, aparte de que uno pasa por la puerta y no se imagina. Hace unos años había sido una imprenta. Estaba abandonada, sin luz ni agua, fue un trabajo muy fuerte de reformas; del fondo sacamos dos volquetas de basura”.

Anoche, en la fiesta inaugural, en la que tocaron entre otros La Tabaré, quedaron montadas las exposiciones de fotos de Álvaro Percovich, las pinturas del también actor Marcelo Rocca y la instalación audiovisual del colombiano Ricardo Muñoz, a quien Guerra conoció cuando fue al Festival Internacional de Teatro de Manizales.

“Nos gusta llamarla casa de arte porque van a convivir muchas artes y queremos que la gente del medio tenga las puertas abiertas. Yo hace 15 años que integro El Galpón y pasa mucho que de ese y cualquier teatro, uno sale y se va al bar de la esquina a hablar de la obra, a tomar algo; acá queremos que sea un lugar de encuentro. Tenemos cerveza artesanal, vinos, está el chef Matías Fumero trabajando. Vamos a tener un gran espectro de actividades y queremos que muchas sean al atardecer, aprovechando el patio. Vamos a hacer un ciclo de toques debajo del árbol (tenemos dos plátanos, los más odiados por los uruguayos) y este sábado vamos a tener los tambores de Blocopercu”, dice.

Para el ingreso general no se cobrará entrada; para las mañanas están organizando talleres de todo tipo y de tarde La Cretina funcionará como cafetería. Guerra admite que la puesta a punto del lugar les consumió mucho tiempo, razón por la que pospusieron varios estrenos.

Igualmente el lunes empiezan a ensayar Cretinos solemnes, ciclo que hicieron en El Galpón durante dos años, y una de las piezas que integran la producción dramatúrgica de Guerra junto con la tragicomedia Snorkel (por la que obtuvo el Florencio revelación en 2011 como autor y actor) y Odio oírlos comer.

Además, ya tienen un par de monólogos invitados y están agendando a varias bandas. “Estamos muy enfocados en esto y queremos tener un sello propio, desarrollar nuestros proyectos con libertad de horarios. Estoy escribiendo otras obras y Amaral está con ganas de dirigir, o sea que estamos buscando, y tenemos un grupo de actores con los que hemos trabajado siempre. Nosotros tuvimos la iniciativa de tener un espacio, pero el lugar está abierto para que más artistas se arrimen: cuantos más vengan más vida va a tener La Cretina”.