El domingo 3 de julio de 2016 una fiesta electrónica llenó de punchi punchi la Rural del Prado de Montevideo. Había 2.800 personas. Era la primera vez que Uruguay testeaba una centena de muestras de MDMA o éxtasis. La “pasti”, como la llaman, dilata las pupilas y desparrama empatía entre los cuerpos danzantes por la dosis extra de serotonina que inyecta en ciertos neurotransmisores encargados de regular el deseo, el placer y el franeleo. Debajo de su fachada de píldora de la felicidad también hay riesgos. Habitualmente en las fiestas hay alguna atención médica por “pastis”. Sin embargo, cuando hubo testeo nadie la pasó mal y, por éxtasis, no hubo ni una sola atención médica.
De 100 muestras de MDMA que se analizaron aquella noche, 30 estaban adulteradas. Las redes sociales y los teléfonos móviles de quienes fueron a la fiesta hicieron correr cinco alertas por pastis que tenían otras cosas además de éxtasis. También, fueron prevenidos los servicios médicos en la puerta.
Voluntariamente, 133 usuarios controlaron sus drogas. La mayoría llevaba éxtasis en pastilla, en cristales o polvo. En pocos minutos los testeadores decían: cuidado, esto no es “M”. O sí es “M” pero tiene tales y cuales adulterantes que podrían significar éstos y aquellos efectos adversos. La fiesta transcurrió en paz. Hubo intoxicados, pero por alcohol.
Entre las alertas apareció una pastilla amarilla con forma de oso Winnie Pooh. Además de MDMA, tenía cafeína y MCPP, una molécula que produce cefaleas, disforia, depresión y puede inducir ataques de pánico.
Las pastillas tienen un valor de entre 400 y 800 pesos. Los cristales, o el polvo de éxtasis, son mucho más puros y pueden costar hasta 3.000 pesos, pero su precio no evitó que una de cada cuatro muestras estuviera falseada.
Testeando el riesgo
En el testeo también participó el profesor Eleuterio Umpiérrez, responsable del laboratorio de Drogas y Doping del Polo Tecnológico de Pando de la Facultad de Química (Udelar). 15 años atrás había analizado su primera pasti. Las muestras de MDMA llegaban en cuentagotas a su laboratorio, a pedido de la Policía o las instituciones de salud.
El profesor arriesgó yendo, arriesgó analizando. Un buen científico se la juega para conocer su universo. “Como investigador uno se arriesga para tener información y sacar conclusiones”, dice. Si no hay ciencia sin conclusiones, menos la hay sin supuestos. El profesor nunca había tenido acceso a 100 muestras en tiempo real. “Es una buena fuente de información porque ves lo que está en la calle”, opina.
Durante 2013 la Policía incautó 18 pastillas de éxtasis. En 2016 fueron 223.020, venían de Holanda, Alemania y España. Muchas de ellas, estiman, estaban en tránsito por Uruguay. Cuántas quedan en el país, qué moléculas tienen y cuál es la consecuencia de los adulterantes en el cuerpo humano son datos reservados a dos laboratorios, el del Instituto Técnico Forense del Poder Judicial y el de la Facultad de Química.
Viajes nuevos
La idea del testeo nació de los productores de La Terraza, una fiesta electrónica por la que pasaron 60.000 personas en cuatro años. El fallecimiento de ocho jóvenes (uno uruguayo) en la fiesta Time Warp de Buenos Aires en abril de 2016 les abrió los ojos sobre los problemas que puede ocasionar la adulteración de esta droga.
Los chicos que murieron pensaban que estaban usando MDMA, pero tomaron PMMA, una de las 739 Nuevas Sustancias Psicoactivas (NSP) que la ONU prohibió entre 2009 y 2016. Las nuevas drogas de síntesis cuadriplican las sustancias integradas a las convenciones internacionales que fiscalizan y prohíben el comercio de determinadas drogas. El crecimiento de las NSP es imparable y cambia día a día. Cuando se prohíbe una, inmediatamente aparece otra. El juego del gato y el ratón nunca fue tan dinámico.
En el año 2000, cada fin de semana un millón de personas en el mundo tomaba éxtasis. En 2015, la ONU calculó que 18,8 millones de personas la habían usado. En Uruguay, las estimaciones balbucean que más de 34.000 personas en algún momento de sus vidas usaron drogas de síntesis “de tipo anfetamínico”, lo que engloba otras moléculas, no sólo MDMA.
Asunto de Estado
“La píldora del amor” es un asunto de Estado. En la mañana del 4 de julio de 2016 el Consejo de Ministros conversó sobre el testeo de sustancias y las NSP. Se habló que en poco tiempo la Policía había interceptado miles de pastillas en el aeropuerto. En Buenos Aires, las fiestas electrónicas se habían prohibido y corrió, como rumor, la posibilidad que Uruguay fuera la nueva meca de estas celebraciones paganas.
El presidente Tabaré Vázquez preguntó qué había pasado. Quería saber el grado de participación de las instituciones públicas. El Ministerio de Salud quedó encargado de una amplia investigación sobre las drogas de síntesis, sus efectos en el cuerpo, y elaborar alertas tempranas sobre el contenido de las pastillas incautadas. Llegaron oficios de la Dirección General de Represión al Tráfico Ilícito de Drogas a la Secretaría Nacional de Drogas, la intendencia de Montevideo y al MSP para conocer cuál había sido el grado de involucramiento de cada oficina estatal.
El testeo de una sustancia ilegal es algo que la institucionalidad uruguaya relaciona con el bajo fondo del tráfico. En el Ejecutivo prima la visión de que el Estado no puede involucrarse en una especie de control de calidad de algo “ilegal”. “Nadie lo ve de mala manera, porque es una acción preventiva. El Estado quiere intervenir para minimizar riesgos. Lo que no puede es participar en el testeo de una sustancia ilegal”, dice hoy el secretario de Presidencia, Juan Andrés Roballo.
En conversaciones “informales” que la Secretaría Nacional de Drogas y el Ministerio del Interior tuvieron con los activistas que hicieron el testeo y/o los productores de las fiestas, desaconsejaron el testeo de sustancias. Todos los actores dieron un paso atrás.
Viaje consciente
El departamento de Drogas y Doping de la Facultad de Química analiza las drogas de síntesis que llegan de unas pocas incautaciones y de hospitales o sanatorios tras intoxicaciones agudas. Mayormente son casos en los que el usuario piensa que ha comprado MDMA, pero sus pastis esconden otras fenetilaminas que motivan una internación por intoxicación aguda.
Entre las moléculas encontradas en esos casos está el 4-Bromo-2,5-dimeto-xianfetamina (DOB), una sustancia vasoespasmódica, que puede desencadenar en fallecimiento por sus repercusiones cardiovasculares. Otro adulterante que apareció fue el 2,5-dimetoxi-4-cloro fenetilamina (2C-C), uno de los 100 análogos del MDMA. El laboratorio también descubrió catinonas, anfetas asociada a náuseas, dolores de cabeza, vómitos y graves complicaciones cardíacas en episodios de intoxicación aguda.
Umpiérrez, que participó en la primera experiencia de testeo en julio de 2016, dice que en las fiestas electrónicas los mayores adulterantes son la cafeína y el ácido acetilsalicílico. El profesor, uno de los pocos químicos que estudian en profundidad la composición de las drogas en el país, entiende que ante la invasión de NSP, el testeo en fiestas “es la vía más rápida y segura para saber qué están consumiendo los muchachos”. En cambio, lo que incauta la Policía es una porción muy pequeña, “una muestra muy sesgada”, explica Umpiérrez. “En una fiesta lográs más variedad de muestras que por incautación”, reafirma. Es información vital en cualquier sala de emergencia.
Desde 2014 existe un Sistema de Alerta Temprana bajo la órbita de la Junta Nacional de Drogas (JND). En agosto de 2016 emitieron una alerta por la adulteración de cocaína con levamisol, un medicamento veterinario que ocasiona necrosis cutánea. En la fiesta electrónica se había detectado un mes antes.
No viaje
“Es fundamental hacer el testeo” dice Nicolás Chirico, productor de La Terraza. “Sacar lo que está adulterado hace la diferencia”, opina, convencido. Su productora invirtió 7.000 dólares en traer a la ONG española Energy Control desde España para capacitar a la organización Proderechos en el testeo de sustancias. Energy Control analiza sustancias en fiestas españolas desde hace 15 años y logró reducir sobredosis e intoxicaciones drásticamente. Desde hace más de diez años los informes oficiales de España muestran un uso decreciente de MDMA. Con el trabajo sostenido, crearon conciencia entre los usuarios sobre los efectos adversos de este mercado clandestino de traficantes pero amparado para los usuarios por leyes permisivas con su uso.
Chirico parece atado de manos. “Nosotros no vamos a ir en contra de las autoridades. Por más que lo podríamos hacer sin incurrir en delito, no vamos contra las recomendaciones. Nosotros venimos trabajando con la JND en base a acuerdos de palabra. Si nos dicen que no lo quieren hacer, tomamos en cuenta las recomendaciones”, se lamenta.
A Florencia Lemos también le pesa. Integra Imaginario 9, un colectivo en desprendimiento de la organización civil Proderechos. Ellos hicieron testeo de sustancias en dos fiestas y también en la última feria Expo Cannabis. En pocos minutos, lograron detectar moléculas y adulterantes en drogas de síntesis. En las fiestas, también entregan material explicativo sobre composición química, efectos biológicos y responden dudas para que el viaje no se vaya de mambo.
Lemos entiende que el MDMA se masificó sin información adecuada. Además, “el uso de estas sustancias está invisibilizado; eso aumenta los riesgos por todos lados”, atiza. Imaginario 9 también puso el freno. “Nos detuvo no tener apoyo del gobierno para hacerlo”, enfatiza la activista.
El Departamento de Toxicología del Hospital de Clínicas (CIAT) es un centro de referencia para prestadores de salud, públicos y privados. Cuando alguien ingresa a una emergencia médica por una intoxicación con drogas de síntesis es muy probable que suene el teléfono del CIAT con una llamada de consulta. La doctora Alba Negrín, profesora agregada, es una de sus especialistas en toxicología clínica. Ella cree que el testeo in situ es muy relevante. “La gente consume igual, es un falso sentimiento de seguridad. Pero saber qué estás consumiendo me parece bueno. Hay cosas que no se pueden terminar tan fácilmente, como el tráfico de estas sustancias de recreación”, opina.
Aunque estas pastillas no son un caramelo, cada fin de semana las consumen miles de personas. Algunas saben que no es caramelo. Otras necesitan saberlo y no acceden a información tan fácilmente, como ocurrió con los intoxicados y los muertos por “éxtasis” (o sus adulterantes). Aunque se cuentan con los dedos de una mano, duelen por todos lados. Hay unos cuantos que piensan que la próxima intoxicación es prevenible y están dispuestos a tomar el riesgo.
El peor viaje
Poco después de las 23.00 del domingo 18 de febrero, una joven de 22 años dejó de bailar. Convulsionó en la sala VIP de La Terraza, en el Country Club de Atlántida, donde 2.500 personas bailaban desde las calurosas cuatro y algo de la tarde.
A las 23.35, uno de los dos equipos médicos contratados por la productora asistió a la joven. No lograron estabilizarla y a las 23.45, una de las dos ambulancias contratadas encendió la sirena rumbeando para su sanatorio a 45 kilómetros, en Montevideo.
La chica manifestaba síndrome serotoninérgico: la desbordó la serotonina por una desmesurada dosis de MDMA. Tuvo un importante sangrado que no paró y falleció a las seis horas. La chica habría volcado un gramo entero de cristales en su champaña, coinciden varios concurrentes cercanos.
“Un gramo de MDMA es una barbaridad”, se asusta José Bouso, doctor en farmacología y psicólogo clínico español que estudió al MDMA en su clínica, bajo permiso del gobierno español, durante tres años. Sobredosis y daño hepático o cardiovascular previo son las principales causas de muerte en todo el mundo entre los usuarios que abusan del MDMA. O entre quienes piensan que usan éxtasis y consumen una sustancia adulterada.
Una pastilla no es un caramelo. Metabolizar adecuadamente un caramelo no requiere tanta agua. Varios habitués de las grandes fiestas electrónicas dijeron a la diaria que es usual que los organizadores corten el agua de los baños. El agua es esencial cuando se usa éxtasis. No solo para el cuerpo que la demanda: cada diez bebidas que se venden en la barra, ocho son agua. Tras la muerte, varios usuarios de redes sociales postearon que el agua se había cortado durante la fiesta en Atlántida. Desde el Country Club de Atlántida y desde la producción de La Terraza lo negaron. Los responsables del local explicaron a la diaria que el agua se cortó en un baño por desperfectos sanitarios durante 15 minutos y que había otros baños disponibles con agua. Los tanques del Country Club guardan 5.000 litros de agua. Pero es de pozo y no conviene tomarla.La producción del evento regaló 200 litros de agua, dispuso 6.000 litros embotellados para vender y más 1.500 litros de reserva que no usaron porque sobraron 600 botellas de 600 cc, dice Nicolás Chirico, uno de los dos organizadores.La chica infortunada estaba en la sala VIP, tenía casi dos litros de agua a su disposición incluidos en su entrada (de 2.000 pesos). Y sus síntomas no eran los de la deshidratación, según personal médico cercano al caso consultado por la diaria.
Chirico habla de altos costos en esas fiestas. Invitan a DJ del exterior, contratan actores en escenario y entre el público, vestuaristas, maquilladores, diez personas entregan folletos y previenen el abuso de drogas, hay gente en zancos, juegos inflables, escenógrafos, decoradores, 50 guardias de seguridad, 50 animadores, personal de barra, de la sala VIP, peones que arman el escenario, técnicos de sonido, relacionistas públicos, fotógrafos, community managers, seis socorristas, dos equipos médicos y dos ambulancias cuando hace mucho calor, como hacía en Atlántida. Chirico cuenta unas 200 personas trabajando en cada fiesta. “Todo tiene un precio, un valor y un por qué”, se ataja en referencia a los 150 pesos que sale el agua, un dato que en las redes sociales se subrayó, ominoso.
Una fiesta con amigos es gratis. Y en la casa de un amigo el agua no falta. Pero no conviene tomar demasiada agua, porque el cuerpo pueden perder las sales minerales y pasarla pésimo. No todo es agua en el mundo del éxtasis.
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Electrónica: una oferta cultural cuidada
Las fiestas de electrónica son una oferta distinguible en la noche uruguaya. Las hay de todo tipo. De amigos en azoteas, de sótanos oscuros y de luminosos carnavales multicolores con animadores, efectos especiales, humo, DJ extranjeros, papel picado y hasta con piscina para 2.000 personas una tarde de domingo.
Tal es el caso de La Terraza, una de las 12 productoras de fiestas de música electrónica de Uruguay. Empezaron entre 150 amigos en la rambla de Montevideo. En febrero pasado hicieron la fiesta en Atlántida, fueron 2.500 personas. 500 habían ido por primera vez a La Terraza. La mayoría, gente bien joven.
Pero no todo es fiesta en La Terraza. Desde temprano toman recaudos para evitar problemas de salud. El testeo de sustancias, ahora parado, fue acompañado de folletos informativos sobre los riesgos en el uso de las drogas más frecuentes, carpas de hidratación, socorristas, equipos médicos y ambulancias.
El interés de una naciente asociación de productoras de eventos de electrónica en el testeo de estas drogas choca con la advertencia de que el test no es recomendable. No está en los papeles pero sobrevuela cada reunión que empresarios, academia y sociedad civil han tenido con las autoridades.
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