Hace dos décadas pensaban que era una cosa del momento. Unos muchachos de la zona de Punta Carretas crearon un grupo que, como suele pasar, mientras hacía sus primeras armas ensayando, no tenía nombre. Pero un día, Juan Lerena, el bajista, leyó la placa de un canal de noticias argentino, de esos que bombardean la pantalla con crímenes, que decía: “Once tiros”. Listo. Su disco debut, Parvadomus, editado en 2002, cuando se empezaba a cocinar el auge del rock uruguayo pilsenero, fue producido por Sebastián Teysera y Nicolás Lieutier, de La Vela Puerca, y tenía similares aires ska a los de los creadores de “El viejo” (el tema “Mamón” era el más obvio). Pero la comparación no caía del todo bien en algunos integrantes de Once Tiros. “A mí me partía al medio, me quitaba el sueño, más por ser joven y vulnerable. Ahora me es indiferente, pero en aquel momento era así, letal. Porque además, yo tocaba con una guitarra Ibanez, intentado imitar a [John] Petrucci [de Dream Theater]. Entonces era horrible, pero no porque no me gustara La Vela, sino porque la comparación me parecía que no era válida”, confiesa hoy Bruno Andreu, guitarrista de Once Tiros. Con la perspectiva de la distancia temporal, y luego de cuatro discos más en los que se terminaron de alejar de aquel ska, el violero admite que la comparación era válida, pero no dentro de un análisis profundo, ya que la música la hacían “inocentemente”, sin intentar imitar a La Vela. “El tema de los vientos era una cuestión de época, del entorno. Pero también podríamos decir que era parecido a Los Fabulosos Cadillacs”, agrega el guitarrista.

El ska no era el estilo con el que más se identificaba Andreu. Le colgaba, pero no tanto la vertiente latinoamericana sino la anglosajona, de bandas como The Mighty Mighty Bosstones. Tanto es así que el guitarrista no grabó en el primer álbum de Once Tiros. “Éramos muy pendejos, amigos del barrio. Yo tenía mi otra banda que era punk, se llamaba Buenos Patanes, con la que metíamos toques en Arteatro para 250 personas. Los de Once Tiros estaban en la misma época, y como vivían en el barrio, empecé tocando con ellos pero no me sentí tan cómodo en la cuestión musical que se estaba planteando en ese momento. Me fui pensando que con mi otra banda tenía algo para desarrollar, pero se desarmó”, cuenta Andreu, y acota que muy poca gente sabe que él no participó en Parvadomus. El encargado de las seis cuerdas en aquel debut discográfico fue un muchacho conocido como Adrito, dueño de una sala de ensayo, que luego fue más famoso como El Bananero, subiendo videos a internet en los que hace chistes de dudosa calidad. Como el chistoso se fue para Estados Unidos, Andreu volvió a los Tiros.

“Siempre hicimos lo que nos fue pintando”, cuenta el guitarrista. Fue por eso que en Imán, el disco de 2011, ya se alejaron de la sección de vientos y metieron más guitarras y apenas un saxo. En Bunker (2016), su último lanzamiento, definitivamente se mandaron su álbum más rockero. La prueba está en “Boombaby”, en la que directamente se ponen metaleros. De todos modos, en los discos anteriores ya había huellas de estilos más fuertes. Por ejemplo, en “Maldición”, uno de los hits del primer disco –junto con “El globo”–, hay un break de esos rapiditos y bien metaleros. En el disco siguiente, Glamour y violencia (2005), producido por Fernando Cabrera, que Andreu describe como “cambalache” por los estilos que tiene, estaba “Mal de karma”, un hard rock con vientos en el que el cantante del grupo, Pablo Silvera –declarado fan de Iron Maiden–, hace lo suyo con Alejandro Spuntone, voz de La Trampa, como invitado.

Bunker es el disco que más le gusta a Andreu. Cuenta que tuvo la particularidad de que fue grabado de forma distinta a los anteriores, que solían armarse en los ensayos, “medio desordenados” y con todos los integrantes del grupo participando en los arreglos. Esta vez, todo estuvo más centrado en el guitarrista y en Silvera, que fueron armando las maquetas en la computadora y llegaron a los ensayos con un producto más trabajado. En la actualidad, ambos están cultivando canciones “para un futuro cercano”, y Andreu espera que el próximo disco de la banda sea “más pesado” que Bunker. En medio de esta salida del clóset metalera, no es extraño que Reytoro sea la banda que acompañe a Once Tiros en el toque que dará en Sala del Museo (rambla 25 de Agosto y Maciel), el viernes a las 20.00 –repiten la noche siguiente junto a AFC–, con entradas por Abitab a 550 pesos.

Andreu confiesa que a la banda le gustaría sacar discos más seguido, uno por año, pero cree que ni siquiera el público acompañaría ese ritmo. Ya pasó aquella época de ebullición en la que nacieron. “Aquel momento fue como una moda, con grandes marcas apoyando la movida. Esa moda pasó, como pasó el pop latino y como va a pasar Márama cuando se termine esta pavada. Creo que lo interesante de la movida del rock fueron las bandas que sobrevivieron y se hicieron fuertes, porque después vinieron tiempos difíciles y había que estar aguantando. Nosotros nos vimos beneficiados de esa paciencia, de ese aguante y ese empuje, y hoy por hoy estamos bien, disfrutando. Pero estaría buenísimo que hubiera más actividad”, finaliza Andreu.