A Peter Lilienthal (Berlín, 1929) se lo presenta como un mago alemán del cine, capaz de dominar “el truco de extraer chispas de poesía de las banalidades de la vida cotidiana y las catástrofes políticas del siglo”, según el crítico especializado Michael Töteberg.

Pero pocos saben que este cineasta, director y guionista vivió durante 15 años en Montevideo: en 1938 llegó con nueve años, junto a su madre –su padre ya había fallecido–, huyendo del régimen nazi. Aquí vivió sus años centrales de formación, ya que luego de cursar secundaria estudió Derecho en la Universidad de la República, además de Historia del arte y Musicología, y asistió al Cine Club Universitario, donde comenzó su pasión por el cine, junto a nombres como Vittorio de Sica y Jean Vigo.

Entre 1950 y 1953 filmó varios cortometrajes de crítica social centrados en la problemática de la población rural y la situación de las empleadas domésticas, hasta que en 1954 volvió a Alemania, y con los años se convirtió en una de las principales figuras del Nuevo Cine Alemán (junto a referentes como Rainer Werner Fassbender y Wim Wenders).

Su obra ha sido definida como una “prolongación de su experiencia de vida, con films sobre lo latinoamericano, el autoritarismo, los exilios y su ascendencia cultural judía”.

Cuando leía una biografía de Michael Ballhaus (decisivo director de fotografía que filmó una quincena de películas con Fassbinder y siete con Martin Scorsese, entre cientos de trabajos cinematográficos), compañero de Lilienthal cuando comenzaba su carrera en Berlín, Wolfgang Ebeling pensó en la posibilidad de dedicarle una retrospectiva a Lilienthal. Desde entonces, junto a sus compañeros de la Casa Bertolt Brecht, trabajaron en un largo proceso que lograron concretar junto a Cinemateca, donde ayer se inauguró el Festival Peter Lilienthal, que se extiende hasta el viernes 22, cinco días antes de que el cineasta germano cumpla 90 años.

Aprovechando este aniversario, la Academia de las Artes de Berlín decidió homenajearlo, abrir sus archivo y digitalizar sus películas, lo que posibilitó esta primera retrospectiva uruguaya.

“Todas mis películas sobre América Latina están relacionadas con Uruguay, ya sea directa o indirectamente. En particular El autógrafo [1984]: aunque la rodamos en Portugal, recuerda en todos sus detalles a una pequeña ciudad uruguaya, y sobre todo, por supuesto, al terror político bajo la dictadura”, dijo en 2009 al portal Miradas alemanas hacia América Latina.

Tan profundo fue el vínculo con el país, que poco antes le explicaba al crítico Klaus-Peter Eichele que él se había criado en Uruguay, “una de las democracias más antiguas de América Latina, que fue barrida de forma totalmente sorpresiva por un golpe militar. Esta experiencia se refleja en los personajes de mis películas. Siempre se trata de personas que no han nacido para ser héroes; personas apolíticas que se ven sorprendidas por las circunstancias y desarrollan un ansia de supervivencia. [...] Así ocurre en la mayoría de mis películas. Los conflictos políticos se desarrollan en la vida privada, en la familia, no en las altas esferas políticas”, reflexionaba.

En el festival se exhibirán siete largometrajes centrados en sus puentes políticos con América Latina:

» La insurrección, 1979-1980 (a las 15.00) una película sobre el compromiso de un guardia nacional con la revolución sandinista en Nicaragua.
» David, 1979 (doble función: hoy y el miércoles, 19.00). Esta fue su primera película de ficción que ganó el Oso de Oro en la Berlinale de ese año, y es el primer largometraje de la Alemania Occidental de la posguerra. Centrado en el holocausto, el film presenta a un caso real de un joven judío que sobrevivió al III Reich.
» El ciclista del San Cristóbal, 1987 (domingo y miércoles, 15.00), dedicada a la premiación corrupta en el ámbito deportivo.
» En el país reina la calma, 1975 (domingo, 19.00; lunes, 15.00), alude a las brutales consecuencias del golpe chileno de 1973, con referencias geográficas y material documental sobre Argentina y Uruguay.
» Malatesta, 1970 (lunes, 19.00), una crónica de época –protagonizada por Eddie Constantine– sobre un grupo de anarquistas letones contra los que, en 1910, el treaintañero Winston Churchill dirigió un legendario asedio sobre la calle Sidney.