Hoy a las 21.00 en el Antel Arena tendrá lugar el recital de Tabaré Cardozo, cantautor, murguista, carnavalero y afines y una de las cabezas de Agarrate Catalina, que anda a puro festejo por sus dos décadas de trayectoria como solista (entradas por Tickantel, de $ 350 a $ 1.250). El espectáculo será a toda pompa, con banda completa y muchos invitados. Promete ser una hemorragia de géneros y estilos como para salir más que satisfecho.

Estás festejando 20 años de carrera solista, pero tu primer disco, Poética murguera, es de 2002. ¿Cómo es la cuenta?

El punto de partida que tomamos es el lanzamiento del primer simple, “A marcha camión”, que salió en diciembre de 1999 y en el carnaval de 2000 fue incluido en una ensalada. Fue antes de Agarrate Catalina. De hecho, mi actividad artística empezó bastante antes, hace más o menos 30 años, porque en 1992 arranqué con una banda que se llamaba Muy Bueno Sote, que la integraban los hermanos Ibarburu y [Gustavo] Montemurro. Ahora los voy a volver a juntar y vamos a hacer un par de canciones de esa banda. Tocábamos canciones mías y yo era el cantante, pero técnicamente no era una carrera solista porque no habíamos grabado ningún disco, sólo demos, y era una banda. Hacíamos rock y algunos candombes fusionados. Después de eso, en 1995, entré a Falta y Resto y luego a Contrafarsa, o sea que estaba en el ambiente artístico desde antes.

¿Pensás que sería lo mismo tu carrera solista sin la Catalina?

No, la murga me potenció enormemente. Yo chupo rueda de la Catalina, sigo la inercia, eso me puso en un lugar. Tuve que resignar una cantidad de tiempo, horarios y creatividad en pos de la Catalina, porque he tenido que armar espectáculos desde el punto de vista compositivo, musical, lírico y dramatúrgico, o sea que capaz que si no estaba en la Catalina tendría 15 discos en lugar de siete, pero a su vez sería mucho menos exitoso de lo que soy, porque el éxito va ligado directamente al de la Catalina.

En tu música fusionás todo tipo de géneros, sin prejuicios. ¿Esa fue tu idea desde el principio o ibas sumando un coro de murga, una guitarra eléctrica y así?

La columna vertebral de mi cancionero es el rock y la murga, pero después hay una gimnasia de cantautor, de ir atrás de la canción, que es la que manda. Por ejemplo, leí un libro de [Eduardo] Galeano y me pareció un buen cuento el de [Moacir] Barbosa [arquero de Brasil en el Mundial de 1950], entonces, hice una canción al respecto. Mi mecánica de laburo es pensar la idea, que esa idea me sugiera una melodía y después escribir la letra arriba. Cuando me puse a componer “Barbosa” me salió una bossa nova, que no entra en el género murga ni rock, pero no me importa, porque la canción manda, y así pasó con muchas.

Grabaste varias canciones con el Canario Luna. ¿Cómo era él más allá del personaje?

Conmigo, mis hermanos y mis padres fue de lo mejor. Fue un tipo muy polémico, por supuesto, muy temperamental, perteneciente a otra generación, con otros códigos y otros valores. También pertenecía a un estrato social difícil, un tipo que no terminó segundo de escuela y que tuvo que hacerse una coraza muy dura para poder sobrevivir. Algunas expresiones de él sacadas de contexto muchas veces generaron mucha polémica, y probablemente yo no comulgué –y no comulgo– con muchas cosas de su personalidad, pero lo vi en detalles muy humanos que me marcaron. Por ejemplo, en 2001 salimos juntos en carnaval, en la murga La Clarinada. Mi hermano [Yamandú] era utilero, el Canario era la figura principal y yo era letrista. El día del primer Teatro de Verano hicimos una comida, y el Canario dijo que quería cocinar él. Hizo una buseca, estuvo todo el día cocinando. Cuando volvimos del teatro comimos y después nos fuimos. Pero mi hermano y Matías Beracochea, que ahora son murguistas de la Catalina, como eran los utileros estaban trabajando y se quedaron sin comer. Cuando ya nos habíamos ido todos quedaba el portero del local y el Canario se quedó esperándolos, los llevó para la cocina, les puso dos platos y comió con ellos. Son detalles que te lo pintan. Yo no digo que él haya sido un santo ni que sea un ejemplo de nada, pero tenía esos detalles. Y para entender sus códigos no hay que juzgarlo con los ojos de hoy sino en su contexto.

La murga canción fue, obviamente, impulsada y popularizada por Jaime Roos, pero a partir de 2000 se hizo muy masiva, a tal punto de que hay muchas publicidades con murga. ¿Crees que fuiste parte de ese proceso para ayudar a popularizar el género?

Somos parte de una cadena. Obviamente, yo me crie escuchando a Jaime Roos. Me acuerdo de ser niño y escuchar la publicidad de “El grito del canilla”, con el Canario o ver Telecataplúm con “parece mentira las cosas que veo” [“Adiós Juventud”]. Previo a Jaime Roos estuvo Omar Romano, que llevó las murgas clásicas al disco, por fuera del repertorio del carnaval. Ese fue su gran aporte, con Los Del Altillo, pero no dejaba de ser un coro de murga con una guitarra, en el formato de tres o cuatro minutos de una canción. Jaime le incorporó la banda y sonidos de guitarra eléctrica. Yo tuve la suerte de escuchar su música y ya me crie con eso incorporado. Lo que pasa es que soy de otra generación. Jaime también es un tipo rockero, pero imagino que él escuchó a The Beatles y The Rolling Stones. En mi caso, cuando empecé a hacer música ya tenía otras influencias. Por ejemplo, “Segundos afuera”, si la sacas de contexto y no escuchás al vocalista, o ponés a uno que cante agudo, podría ser una canción de AC/DC. “La murga combativa” tiene un riff que podría ser de Korn, “Buenas noches, atorrantes” tiene un riff trompetero que podría ser de Extremoduro o de Ska-P, y tengo canciones más punk, como “La tierra de la soledad”. Pero también tengo canciones salseras, como “El pedregullo” y “Dos novias”, y también mucho blues, como “La niña amapolas”, “Rubia rea” y “Todo el año es rocanrol”. O tengo canciones como “Malandra”, en la que conviven un teclado de cumbia villera con una llevada de reggae y una melodía tipo Santana, y a su vez con la murga.

Foto: Pablo Vignali

Foto: Pablo Vignali

La letra de “Malandra” armó polémica. ¿Cómo la analizás hoy?

Surgió de una necesidad de aclarar la polémica que había surgido con “La violencia”, la canción de la Catalina que claramente es una narración subjetiva de un problema que nos aqueja a todos. Hubo gente que la tomó como una apología de la violencia, cuando en realidad es absolutamente lo contrario, nada más que la mirada está desde ahí. No es una justificación del delincuente, se narra desde ahí pero lo condena. Pero como entendí que no había quedado lo suficientemente claro hice “Malandra” y le puse así al disco, para que tuviera las dos campanas. Yo me pongo en tu lugar, le digo al malandra, pero vos ponete en el mío, porque si vos matás a mi vieja te voy a salir a buscar. Hay gente que no entendió ni el mensaje ni la aclaración del mensaje, pero eso ya no depende de mí. Estoy completamente tranquilo con lo que hice y sigo cantando esa canción, que es de las que más me piden.

La Catalina va a salir en el próximo carnaval, que obviamente será antes del cambio oficial de gobierno. ¿Cómo se van a parar en cuanto a la crítica?

Nosotros siempre fuimos muy cuestionados por cualquier postura que tomamos. Cuando hicimos el jingle del Pepe [José Mujica] nos decían que éramos la murga oficialista y después que éramos tibios.

¿Te parece que estaba errado lo de oficialista? Porque hacer el jingle de Mujica...

Pero eso no significa que estés alineada ideológicamente como murga. Si bien hay que tener una coincidencia filosófica, porque el jingle lo hicimos gratis –no fue un trabajo contratado sino un acto de militancia–, una cosa es tener empatía y simpatía con una corriente de pensamiento de izquierda y otra es ser orgánicos. Ser “la murga del Pepe” significaba que justo coincidía con nuestro éxito, entonces, mucha gente –rivales o lo que fuere– lo atribuía a una devolución de favores. Es como que digan que Progreso va a salir campeón todos los años porque Tabaré [Vázquez] es hincha. Son cosas sin pies ni cabeza y que tienen más que ver con la interna del carnaval, donde se busca cualquier excusa para justificar el fracaso propio y el éxito ajeno. De cualquier manera, hay otro detalle, relacionado con la independencia total a la hora de escribir un espectáculo. Porque vos podés hacerle un jingle a Mujica y salir a cantar como militante, pero después, cuando llega el carnaval, darle un palazo terrible y criticar porque sos una murga totalmente independiente. Eso es lo que nosotros mantuvimos siempre: la independencia. Lo cortés no quita lo valiente. Todas las murgas participaron en actos del Frente Amplio; a mí me sonó más a rabieta y ataque de celos de las otras murgas, porque Mujica nos iba a ver a nosotros y a ellas no. El murguista critica, es lo que hicimos durante toda la vida. Si te fijás, en 2008, en el cuplé “Los viejos militantes” decíamos que Fidel [Castro] usaba campera Adidas. En 2006 con la crítica a [Hugo] Chávez decíamos que era todo por conveniencia por el petróleo, pero que la pudría porque hablaba nueve horas. A mucha gente eso le cayó mal en su momento, pero como estaba bajo el manto de que éramos la “murga del Pepe” y todo eso nadie decía nada. El carnaval pasado hicimos lo de la lucha de clases y nos burlamos de ciertos dogmas, que son cosas que no podés tocar. Entonces, mucha gente de izquierda saltó con que le estábamos haciendo “el juego a la derecha” o que éramos “tibios”, cuando en realidad hicimos una autocrítica. Y en el siguiente cuplé, el de la grieta, usaron mal una frase nuestra, que decía “yo no quiero ser soldado de una idea ni rebaño de la izquierda o la derecha”. Eso no quiere decir que yo sea de derecha ni que esté en contra de los principios filosóficos de la izquierda. Lo que decíamos es que la grieta es una locura y te pudre un asado, y que a escala humana no tiene sentido que vos, porque pienses distinto, estés acusando de facho a una persona.

¿Pero no se tomaban livianamente el concepto de lucha de clases?

Para nada. Con respecto a eso hicimos el mecanismo de todos los cuplés: cuando hay una declaratoria de intenciones, vemos la teoría y cómo se aplica en la práctica; entonces, nos reímos de los tropezones y las torpezas. Eso es la caricatura, como hacían El Dedo y Guambia. Cuando el tipo dice “de este lado los burgueses, de este lado...”. O sea, lo anacrónica que es la segmentación nítida, cuando en realidad hay muchos grises. Por eso mostrábamos a proletarios que querían ser burgueses y burgueses que se hacían los proletarios. Por ejemplo, nos metimos con la dictadura del proletariado, pero parece que no te podés meter con eso. A mí me parece una locura la dictadura del proletariado, no me entra en la cabeza la palabra “dictadura”. Y me parece hasta gracioso. O sea, no es gracioso, porque hay personas que murieron por eso, pero conceptualmente me parece una ridiculez. Sin embargo, soy de izquierda, porque mis valores son de izquierda: la solidaridad, la empatía, que no son valores privativos de la gente de izquierda pero sí son de izquierda. Era una caricatura, no el Manifiesto Comunista ni los escritos de Adam Smith. No somos ni tan tan ni muy muy. Somos gente de izquierda con una murga que se ríe de las contradicciones que tenemos, en tono de autocrítica. Y las hicimos en el año en que todavía se podían hacer, ahora ya es tarde. Seguramente vendrán todas las murgas con el caballo cansado a hacer algo inocuo: una vacuna después de que se murió.

¿Pensás que en los próximos cinco años se van a entretener mucho en el carnaval con el gobierno de Luis Lacalle Pou?

Espero que no.