Nació como Suena tremendo, en 2011, en radio El Espectador. Hace un año desembarcó en Del Sol FM y se llama Fácil desviarse, pero el contenido es el mismo: Diego el Sapo Zas y Juanchi Hounie llevan adelante un programa en el que mezclan música, política y actualidad con desparpajo e ironía de mesa de bar, como esa en la que estamos sentados para conversar sobre casi todo.

Hace un año que cambiaron de radio. ¿Cuál es la principal diferencia que notaron?

Diego Zas (DZ): Una diferencia es el acceso a un público más grande y más en sintonía con algunas de las características del programa, que tienen que ver con una cuestión generacional, de gustos musicales, por ejemplo. En El Espectador había un público que era bastante afín con la pata periodística, pero no tengo calibrado al público de Del Sol, cuánto le gusta o no en términos generales. Las entrevistas tienen buena recepción, así que cualitativa y cuantitativamente me parece que fue un buen cambio.

Juanchi Hounie (JH): Me pareció un poco lo mismo. Llegamos a más gente porque a la radio la escucha más gente. Al principio tuve esa sensación de que nos íbamos a enfrentar a un público por momentos muy distinto al que teníamos en la AM, pero con el correr de los meses me di cuenta de que no. Evidentemente, hay un público que ya conectó con el programa hace un tiempo, lo siguió y lo fue a escuchar a la nueva radio. Pero a la vez me dio la sensación de que el público nuevo, que no lo conocía, ya tenía el humor o la sintonía como para conectar con nosotros. Entonces, ahora no noto la diferencia. Fue una transición sin muchos sobresaltos.

Ustedes ponen mucho énfasis en la música, ¿creen que es una diferencia con los demás programas de radio?

DZ: El programa es periodístico y la música tiene un rol central pero muchas veces como disparador de otras cosas, como la frutilla de la torta de una historia o como lugar en torno al que gira otro tema más amplio. Muchas veces también le damos bola a la música por la música, ni que hablar, pero somos un periodístico, un periodístico que da mucha bola a la música.

JH: No me parece que la música sea un diferencial, porque hay muchos programas que también apuestan mucho a la música y capaz que con personas que pueden saber más del tema o ser tan melómanas como nosotros. Lo que hace diferente al programa es un conjunto de cosas. Para empezar, un espíritu que tenemos no sólo el Sapo o yo sino todo el equipo, porque también están Jorge Balmelli y Nicolás Batalla [productores del programa] y a todos nos une un mismo interés y una misma mirada –aunque tengamos diferencias– del mundo, el periodismo y la comunicación.

DZ: Es un espíritu muy lúdico. Tiene eso de que podemos pasar del chiste más chabacano posible al encare más técnico sobre un tema árido. Para nosotros no hay fronteras en ese sentido. Eso lo tenemos los cuatro, podemos ir de un lado al otro.

Entre ustedes dos hay una diferencia de encare en la política, no necesariamente partidaria, pero en algunos temas particulares.

JH: ¿Querés decir que el Sapo es una foca?

DZ: ¿Y Junchi es un facho?

JH: Tanto Gre Gre para decir Gregorio.

DZ: Tenemos muchas más coincidencias que discrepancias, pero a veces está bueno exacerbar las diferencias al aire, porque no te digo que nos pongamos en plan personaje, pero casi. A veces me hago más defensor de las tradiciones del Partido Colorado y Juanchi más defensor de las del Partido Nacional, por ejemplo. Está bueno empujar un poco el personaje.

JH: Yo no comparto mucho lo que dijo el Sapo. Sí creo que es verdad que, en un plano mucho más creativo, tratamos de identificar a uno con una línea política y hacer énfasis en eso, más allá de lo que realmente uno piensa. Pero una vez que ya quedaste encasillado, cuando terminás cayendo en el chiste vas hacia ese lugar. Uno es el oficialista y el otro el de la oposición, pero no deja de ser en un plano absolutamente lúdico, porque en definitiva lo que hay, que es lo más importante, es la independencia total de la política partidaria. Obviamente que cada uno tiene sus convicciones y hay ciertos temas que por más que los quieras tratar con mayor neutralidad no podés evitar que se filtre al aire lo que pensás.

¿Qué temas?

JH: Durante el gobierno de [José] Mujica, por ejemplo, hubo muchos temas que nosotros compartíamos, parte de la agenda de derechos, que a todos los encaramos intentando aportar la mayor información posible. Entrevistamos a la mayor cantidad de personas que formaban parte a favor o en contra de esa agenda. Pero cuando vos estás convencido de algo y creés que los argumentos en contra no tienen ningún sentido es inevitable que empieces a filtrar, y actúes, entrevistes –y a veces reacciones– de otra manera. Los dos estamos a favor de la regulación de la marihuana, de la despenalización del aborto y del matrimonio igualitario. Todos esos temas nos iban llevando hacia un lugar.

DZ: Eso no significa que no hayamos sido hipercríticos, por ejemplo, con el proceso de regulación del mercado de la marihuana. Todo lo contrario.

¿Cómo ven la situación del periodismo nacional en general?

DZ: Hay poco periodismo de investigación en Uruguay y obviamente lo hace la prensa, en su gran mayoría. Ese cuarto poder que de alguna forma oficia de contralor está muy desguarnecido.

JH: Habría que sentarse en una mesa y buscarles una solución económica a los medios, porque una democracia no es tal si no tiene prensa libre, plural y sostenible en el tiempo. En este momento la que tiene mayores equipos de periodistas para generar contenidos y hacer periodismo es la prensa escrita, que está en un momento crucial. Su modelo de negocios cambió radicalmente. El proceso de pasarse a lo digital y lograr convencer a un público de que vale la pena la suscripción y de que hay que pagar va a llevar mucho tiempo, y tampoco está garantizado cuál va a ser su funcionamiento y los réditos económicos. Si como sociedad nos damos muchas veces el lujo de financiar o subsidiar un montón de áreas mucho menos importantes y mucho menos útiles, me parece que sin ningún tipo de complejo el periodismo tendría que poner esto sobre la mesa.

O sea que el Estado debería apoyar a la prensa.

JH: Si el Estado se utiliza para generar industria, a través de la exoneración fiscal y de un montón de herramientas que tiene para promover determinadas áreas de la sociedad, la prensa, en esta situación crítica en la que se encuentra, tiene todo el derecho de ponerse también en esa mesa y plantear cuáles son sus problemas y de qué manera se podrían resolver. Uruguay tiene una tradición en la que el Estado es muy importante porque el mercado interno es muy chiquito. Si todos se sientan a reclamar cómo los puede ayudar el Estado, se debería poner sobre la mesa cuál es el peso y la importancia del periodismo, plantear la discusión entre el Estado, la sociedad civil, la prensa, los empresarios, las agencias de publicidad, etcétera. Porque si no, lo que va a pasar es que lentamente van a ir desapareciendo cada vez más cantidad de medios, cada vez va a haber menos periodistas y más periodistas a los que se les paga menos; entonces, se bifurcan las líneas: por un lado va a haber un público que va a decir “cada vez tenemos peor periodismo, no se investiga; mirá cómo escriben, no saben ni escribir”, pero por otro lado no se dan cuenta de que no hay un peso, de que no hay recursos para el periodismo, y en una sociedad capitalista si no está la plata no va a estar la calidad, porque esto nadie lo hace solamente por vocación, ya que después tenés que pagar las cuentas.

DZ: Comparto lo que dice Juanchi, y más ahora, cuando salieron al mercado para ganar suscriptores online. Capaz que en mercados más grandes la gente está dispuesta a pagar dos o tres medios, pero acá va a elegir uno, y eso deja en claro que muchos van a quedar por el camino. En este momento es importante tratar de hacer viable la investigación periodística.

El tema es hasta qué punto se puede ser independiente si hay un apoyo del Estado.

JH: Si el Estado dice que para determinadas actividades no va a cobrar tal impuesto, no tiene nada que ver con la independencia. Es como pensar que porque hay una ley de promoción de inversiones, por la que presentás un proyecto y te hacen descuentos, después tu empresa cuando sale al mercado opera para el Estado porque se acogió a un beneficio. No tiene que ser que el Estado financie medio por medio. Es como decir “soy productor, y la producción agropecuaria es fundamental para el país porque es el rubro de mayor exportación, así que quiero que me cobres la nafta más barata” o “soy una empresa multinacional y voy a invertir 4.000 millones de dólares y a hacer bruta planta de celulosa, así que me ponés un tren”. Bueno, justamente, en ese tren de tratar de remarcar qué son las cosas importantes en un país, la prensa, sin ningún tipo de cola de paja, también tiene que plantearlo.

DZ: El tema es que ya lo planteó y tuvo cero eco.

JH: Para mí ese planteo estuvo mal hecho. Y nunca supimos quiénes eran los voceros. Si querías encontrar a quien había hecho la coordinación para juntar a esos medios y salir con ese comunicado, no era tan fácil. Hasta noté cierta incomodidad por haberlo hecho.

DZ: Es esperable que a los medios les dé cola de paja pedirle algún tipo de subsidio al Estado cuando muchas veces en sus líneas editoriales son críticos de los subsidios que se les dan a otros sectores. Creo que no tendrían que tener vergüenza de hacer un pedido de este tipo cuando realmente la situación es crítica.

¿Qué opinión tienen de las mediciones de audiencia en radio?

JH: Que son un documento muy importante, porque es el único que hay en materia de radio como para saber más o menos qué se escucha. Pero, de todas maneras, como me dijo un reconocido encuestador, son encuestas que tienen un altísimo margen de error. Si en el promedio se ahogan los enanos, ahí se recontra ahogan. Porque una cosa es tratar de discriminar a quién va a votar una población sobre tres candidatos, y otra es saber las 24 horas de programación de 30 radios. No es que no crea, pero las tomo con pinzas, para bien y para mal.

¿Cómo les cae que el programa de radio más escuchado de este país siga siendo el de Orlando Petinatti?

DZ: No me molesta en lo más mínimo. Petinatti como profesional es impecable; encontró un formato que a mucha gente le cae muy bien y la entretiene, más allá de la línea que baje, porque tiene una determinada línea política.

JH: ¿Cuál es la línea política de Petinatti?

DZ: La ves en Twitter... Es sobre todo de palo a la política de seguridad del gobierno. Está en contra de [el ministro del Interior, Eduardo] Bonomi, por ejemplo, y lo explicita.

JH: No es original.

DZ: Bueno, pero vos en el programa no bajás línea contra Bonomi todo el tiempo.

JH: Depende de cómo me agarre el día.

Diego, en TNU seguís conduciendo el programa EPA, junto con Majo Borges. ¿Es difícil difundir la cultura en la televisión actual?

DZ: EPA es como un nicho chiquitito donde tratamos de agarrar artistas o propuestas culturales que están un poco por fuera de la clásica agenda, de rondas de prensa, de “salió el disco de tal”. Tratamos de escarbar un poquito más. Yo no sé si en otros canales hay un interés por eso. La verdad es que tampoco sigo mucho la programación de otros canales. Yo me siento bastante a gusto con esa posibilidad de poder encarar la cultura de esa forma.

En tu caso, Juanchi, no estás más en Canal 12. ¿Qué te dejó tu experiencia ahí?

JH: Una llegada a un montón de gente que nunca imaginé que iba a tener. Es impresionante cómo la televisión puede amplificar lo que sos. Te convertís en alguien que a donde vaya la mayoría de las personas saben quién es; es decir, en una persona pública, con todo lo bueno y lo malo que tiene eso. Y me dejó un gran aprendizaje, porque yo entré a la televisión con muchos prejuicios sobre ella, que tuve que dejar a un lado. Tuve que convencerme de que podía dedicarme 100% al entretenimiento, porque por momentos lo hice, con programas como Minuto para ganar. Fue un desafío desdoblarme de un lugar más cómodo y más guetario, si se quiere “intelectualote”, para pasar a ser más que nada un alfil en el mundo del entretenimiento de la televisión. Yo no tenía muy claro si iba a poder adaptarme y liberar una suerte de payaso interno, que siempre tuve, y adecuarlo al lenguaje televisivo. Y lo logré.

¿No hay demasiados payasos en la televisión?

JH: La televisión siempre se alimentó mucho de los payasos, del entretenimiento. La televisión abierta apunta a un público mucho más amplio, y la cultura es mucho más segmentada. Entonces, el lugar para la cultura en las fábricas de entrenamiento que son los canales abiertos de televisión es complejo, y se mecha en pequeñas dosis, pero si tuvieran que vivir de eso ya hubieran cerrado la cortina hace rato. Siempre está esa discusión del huevo y la gallina: si la televisión pudiera tener un lenguaje distinto, para que la gente se adaptara, entonces a través de eso se podrían divulgar cosas “más constructivas” para la sociedad y la televisión estaría haciendo un gran aporte; sin embargo, agarra el atajo y lo que hace son programas mucho más “vulgares” que no terminan dejando nada. Pero es televisión y punto.

¿Volverías a estar en un programa como Día perfecto?

JH: No.