En sus reflexiones Neurology and the Soul, el científico y gran divulgador Oliver Sacks citaba la última carta de Goethe, en la que escribió: “Los antiguos decían que los animales eran enseñados a través de sus órganos. Déjenme añadir a esto que también los hombres, pero ellos tienen la ventaja de retornar la enseñanza a sus órganos”. Y agregaba Sacks que “a través de la experiencia, educación, arte y vida, nosotros enseñamos a nuestro cerebro a ser único. Aprendemos a ser individuos. Este es un aprendizaje neurológico, y también un aprendizaje espiritual, de tal forma que finalmente la neurología y el alma se vuelven uno solo completamente, de una manera que dignifica a la neurología y no es indigna para el alma”.

Los últimos montajes de la bailarina, coreógrafa y docente Andrea Arobba exploran esos aprendizajes. Fue una sagaz decisión haber filmado y colgado algunas de sus piezas en gen.org.uy/danza/, porque así quienes no conozcan sus trabajos pueden revisarlos antes o después de acercarse a Sinapsis, su nuevo espectáculo, que “se vale de esa ambigüedad entre lo microscópico y lo social para explorar ambos planos en una obra compleja, multidisciplinaria, nacida de la colaboración con científicos de la neurociencia y de la incorporación de artistas provenientes de varias disciplinas”.

Tus montajes se van pareciendo cada vez más a óperas, por la cantidad de recursos que usás. ¿En qué consiste esta “experiencia aumentada”?

En el caso de Historia natural de la belleza el intento de presentar una escala operística era explícito, generar muchas interacciones y una cierta “monumentalidad”. Y en los proyectos que siguieron se ha conservado la intención de presentar un panorama generoso en interacciones y en imágenes, que brinde al público muchas oportunidades para preguntarse en qué medida las escenas lo incluyen, lo retratan o lo cuestionan. Mis obras se construyen como experiencias mucho más que como “declaraciones”. Me gusta jugar con el hecho de que la realidad presenta muchas capas simultáneas, e invitar al público a elegir lo que quiere ver dentro de un panorama que es imposible de abarcar con un solo vistazo. La “experiencia aumentada”, en este caso, se refiere a la incorporación sutil de tecnologías desarrolladas especialmente para esta pieza, y que amplifican en el plano sonoro, lumínico o multimediático las acciones de los protagonistas, haciéndolas resonar de un modo que se parezca más a circuitos que se encienden o apagan al unísono, como ocurre en la vida neuronal.

¿Por qué el desafío (por no decir la complicación) de montar el espectáculo sucesivamente en dos espacios distintos?

Queríamos por una parte subsanar un problema que a menudo surge de la interacción con escenarios públicos, y es que dada su apretada agenda los proyectos escénicos independientes rara vez reciben la cantidad de funciones necesarias para asentarse en el espacio o establecer un llamador de públicos mediante la transmisión de la experiencia boca a boca. Queríamos hacer una temporada más completa y compleja. Y al mismo tiempo, sentíamos que una obra que se refiere a muchos aspectos de la vida mental tenía de alguna manera que reflejar el tipo de plasticidad adaptativa que tiene nuestro sistema nervioso, funcionar en espacios muy distintos, demandar distintas miradas en cada contexto. Por eso, una persona que haya visto la obra en el espacio de GEN podrá verla nuevamente en la sala Hugo Balzo y sentir que el espectáculo se rige por una misma sensibilidad, pero produce dos experiencias distintas. Pensamos que esa innovación en la forma de estructurar las funciones era de hecho parte del mensaje que queremos transmitir. Somos distintas personas en distintos contextos, a pesar de nuestro cuadro de identidad.

Desde antes de encarar esta tetralogía de ciencia y danza, el humor siempre atravesó tus piezas. ¿De dónde sale esta vez?

El humor toma como uno de sus ámbitos fundamentales el absurdo, la incongruencia, la contradicción, y la vida mental es un ámbito privilegiado para esos atributos. Somos el resultado de muchas pulsiones contradictorias, y la tensión entre lo que presuntamente queremos hacer y lo que realmente terminamos haciendo es una fuente inagotable de material humorístico. La seriedad con la que decretamos y defendemos construcciones identitarias sobre nosotros mismos nos hace incurrir continuamente en lecturas grandiosas sobre lo que somos, en las que nos asumimos como mucho más coherentes de lo que podemos resultar. Nada es más involuntariamente gracioso que una persona que se toma a sí misma demasiado en serio.

Otra constante es el aikido, que viene moldeando tu encare corporal/escénico y presumo que muchas otras cosas. ¿Cómo dialoga con esta propuesta?

Sigo practicando aikido, una disciplina que he tenido el orgullo de incorporar al currículo de danza contemporánea en la Escuela Nacional de Danza. Se trata de una herramienta que trasciende largamente el ámbito de las artes marciales, y que se refiere a nuestra vivencia del espacio, de la gravedad y de nuestra corporalidad en cada contexto. En todos mis proyectos hay elementos de la filosofía del aikido, fundamentalmente expresados en la noción de que una porción sustancial de los conflictos puede resolverse comprendiendo la medida en que son irracionales, innecesarios y evitables. Eso también es transferible a un plano más filosófico, y ayuda a comprender que muchas oposiciones o dicotomías a nivel conceptual también son ilusorias. Rara vez una oposición entre A y B no puede resolverse integrando elementos de ambas.

Cuando se mezclan disciplinas más duras con lo creativo, muchas veces se hace buscando una puerta de entrada a conceptos complejos; otras veces es una excusa para hacer estallar todo un campo semántico. ¿Desde qué lugar lo hacés en tu caso? ¿Qué aprendiste de las anteriores Historia natural de la belleza y Big Bang?

Primero que nada, las disciplinas lucen “duras” mayormente desde fuera, pero cuando uno se relaciona a nivel cercano con científicos o ingenieros descubre que sus campos de acción están llenos de creatividad, de incertidumbre, de contemplación poética. Y que su proceso a menudo involucra saltos intuitivos que después deben reconstruir de un modo experimental y metódico, pero a partir de impresiones que tienen mucho de instintivo. La interacción con científicos también ayuda a recordar que la danza, la creación artística o la vida mental son procesos materiales, que por supuesto involucran una dimensión cultural, pero que también tienen un fuerte sustrato biológico, que a menudo damos por obvio. Detenerse a mirar esos condicionantes materiales ayuda a tener un cuadro más humilde de la realidad, y a formar una mirada más agradecida acerca del lugar que ocupamos los humanos. Por lo mismo, es también un vehículo para abordar problemas a la vez cotidianos y universales. Me gusta crear espectáculos que puedan generar una experiencia con contenido emocional tanto en Uruguay como en el resto del mundo.

Sinopsis. Dirección de Andrea Arobba. Intérpretes creadores: Celia Hope Simpson, Noelia Hernández, Andrés Cuello, Juan Miguel Ibarlucea, Catalina Lans, Jonathan Parada, Juan Chao, Nicolasa Manzo, Lucía Rubbo, Andrea Arobba. Dirección musical: Juan Chao, Andrés Cuello. Asesoría en neurociencia: Dra. Paula Pouso (Universidad de la República/IIBCE). Funciones: hoy a las 21.00 y el 17 y el 18 de abril en GEN (Andes 1128) con entradas por donación al sobre (sugerencia: una persona $ 300, dos personas, $ 500); con capacidad limitada a 60 espectadores y reservas al correo [email protected]; la semana próxima, 13 y 14 de abril, en la sala Hugo Balzo del Auditorio del SODRE, con entradas a $ 300.