El martes surgió en un establecimiento del estado brasileño de Mato Grosso un brote de encefalopatía espongiforme bovina, lo que se conoce como “mal de la vaca loca”. Según el gobierno de Brasil, se trata de un “caso atípico”. La primera consecuencia –inmediata– fue la suspensión temporal de exportaciones de carne a China, tal como estaba establecido en un protocolo sanitario firmado en 2015 por los dos países. Pero también otras naciones estudian tomar medidas –y algunas ya las aplicaron por prevención–.

Si bien hay quienes pueden pensar que una eventual salida de Brasil del mercado puede beneficiar a Uruguay, producto de un aumento de la demanda y el consecuente incremento de precios, hay actores del mercado que consideran que un caso de este tipo perjudica a toda la región.

Como primer paso, el Ministerio de Agricultura y Ganadería de Brasil emitió un comunicado en el que notificó del caso. Informó que se trata de un animal infectado, de 17 años, que provenía de un establecimiento de Mato Grosso y que contrajo la enfermedad “de forma espontánea y no por el consumo de alimento”.

En la misma nota manifestó que se trata de un “caso atípico”, aunque hay quienes no están de acuerdo con esos términos. El ex presidente del frigorífico San Jacinto Gastón Escayola, retirado del cargo hace una semana, dijo que “es lógico que las autoridades digan eso, para no recibir las penalidades del mundo”. Escayola agregó: “No puedo decir que sea atípico, lo que sí puede ser es excepcional”.

Resaltó que Uruguay cuenta desde hace “varios años” con procedimientos “hiperestrictos” vinculados con esta enfermedad. “De surgir una excepción, ya que es difícil de controlar que los animales no coman proteínas de origen animal, existe una disposición del Ministerio [de Ganadería, Agricultura y Pesca, MGAP] de destruir todos los materiales, lo cual diría que eleva la seguridad en el país a 99,9%”, explicó.

La normativa más longeva de nuestro país data de julio de 1993, cuando el MGAP estableció que el control de los alimentos destinados a la nutrición animal está a cargo de la Dirección General de Servicios Agrícolas, y que esta tiene la potestad para anularlos. En enero de 1996, la Dirección General de Servicios Ganaderos sumó la implementación de un sistema de vigilancia epidemiológica. En mayo de 2002 se estableció una serie de medidas referentes a los bovinos, ovinos y caprinos importados, y la extracción del cerebro de cada faenado para un examen histopatológico, así como la incineración de los cuerpos afectados. En enero de 2003 se creó un grupo técnico de las encefalopatías espongiformes transmisibles para actualizar las normas, hacer un seguimiento científico y preparar informes. Al año siguiente se establecieron normas en materia higiénico-sanitaria y tecnológica en la elaboración y comercialización de harinas, carnes y hueso, y se prohibió la elaboración de subproductos de origen animal a partir de algunas materias primas –encéfalo, médula espinal, amígdalas y ojos–; finalmente, en junio de 2006 se prohibió la alimentación de rumiantes a partir de proteínas de origen animal.

La última y más dura epidemia del “mal de la vaca loca” en la región ocurrió a principios de este siglo. Recién en mayo de 2006 Uruguay obtuvo la calificación de país libre de encefalopatía espongiforme bovina otorgado por la Organización Mundial de Epizootias (OIE), después de invertir en equipamiento para el control e investigación, la contratación de expertos internacionales y la sensibilización de la población. Un año después, tras el establecimiento de una nueva categorización, la OIE le otorgó la condición de país con “riesgo insignificante”, calificación que mantiene al día de hoy y que comparte con otros 48 países.

Volviendo a Brasil, a partir del caso registrado en Mato Grosso el Ministerio de Agricultura y Ganadería aseguró que, además de suspender las exportaciones de carne a China, se aplicó “de inmediato” el protocolo correspondiente, lo cual implica que el animal fue sacrificado e incinerado, para descartar que su carne fuera industrializada. Además, se dispuso que todos los cargamentos de carne bovina expedidos después del 31 de mayo deberán regresar al país, descartando así todo riesgo.

En tanto, otros países como Corea del Sur, Japón, Arabia Saudita y Taiwán, además de algunos del sur africano, también devolvieron sus importaciones a Brasil. Asimismo, Perú y Chile decidieron cancelar el comercio bilateral por al menos tres meses. En tanto, la OIE le mantuvo a Brasil la condición de “país con riesgo insignificante” para “el mal de la vaca loca”.

Escayola consideró que la salida de Brasil del mercado –aunque fuera temporalmente– implicaría una demanda insatisfecha que podría desviarse a Uruguay, lo cual podría provocar una presión al alza de los precios de la carne que China –entre otros– estaría dispuesta a pagar. Sin embargo, dijo, “cada vez que existen situaciones de este tipo, se ve afectada toda la región”. Aun así, consideró que después de la exportación “en exceso” de ganado en pie del año pasado, “puede que en tal caso falte ganado para faenar”.

Por su parte, el ministro de Ganadería, Agricultura y Pesca, Enzo Benech, admitió que en su cartera hay “preocupación” por el tema, que se está “siguiendo de cerca”. El ministro agregó: “La OIE no ha cambiado el estatus sanitario de Brasil y nosotros somos respetuosos de eso. Uruguay importa carne y no ha tomado definiciones, ni las va a tomar, pero sí las estamos revisando continuamente. El tema es cómo manejamos este riesgo, y creemos que lo estamos manejando bien”.

El mal de la vaca loca

La encefalopatía espongiforme bovina es una enfermedad neurodegenerativa, transmisible y fatal de los bovinos que tiene un largo período de incubación –de entre cuatro y cinco años– y se caracteriza, desde el punto de vista clínico, por nerviosismo, reacción exagerada a los estímulos externos y dificultad de locomoción, principalmente de miembros posteriores. Como toda encefalopatía espongiforme, es causada por una partícula proteínica infecciosa carente de ácido nucleico –conocida como prión–.

Aunque se sabe de casos documentados anteriores a 1985, la enfermedad fue diagnosticada por primera vez en 1986 en Reino Unido. Fue definida entonces como “una de las mayores amenazas del mundo moderno”, y llegó en esos años a condicionar a la proteína roja como alimentación del ser humano. En 1996 se comprobó la asociación de la enfermedad con la variante Creutzfeldt-Jakob en humanos, lo que lleva a exigir medidas más estrictas de seguridad e inocuidad alimentaria por parte de los consumidores.

La enfermedad se propaga con la importación de ganado en pie desde países afectados y mediante los concentrados a base de harinas de carne y hueso contaminados por el agente. El método más efectivo para su inactivación es la incineración a temperaturas superiores a 700 ºC.