El presidente de la empresa finlandesa UPM, Björn Wahlroos, visitará Uruguay en marzo, días después del cambio de gobierno en el país. Se caracteriza por ser uno de los más acérrimos defensores del neoliberalismo y una de las personas más ricas de Finlandia, y también por sus peculiares interpretaciones de la historia y de la política de otros países.

En un perfil de Wahlroos publicado en junio de 2019 por el portal Sudestada, se recordaba que es miembro de Libera, una fundación que nuclea a economistas, intelectuales y empresarios partidarios del libre mercado. En un libro publicado en 2015, Wahlroos argumentó que teorías como las de Thomas Piketty, que visibilizan los mecanismos de concentración de la riqueza y de reproducción de la desigualdad, están entre las peores teorías económicas de las últimas décadas.

En una entrevista ofrecida por el presidente de UPM en abril de 2019 al periódico finés Maaseudun Tulevaisuus, citada por Sudestada, Wahlroos aseguró que la forestación y la industria celulósica “les encantan” a los uruguayos “por la biodiversidad: no hay muchos animales que viven en los pastos, pero ahora hay ciervos y jabalíes que los lugareños pueden cazar y disfrutar”.

Un grado de optimismo similar respecto a los impactos de la instalación de plantas de celulosa se refleja en un libro publicado recientemente en finés por el jerarca de la empresa que concretará la mayor inversión extranjera de la historia del Uruguay. Desde el título, Wahlroos se propone dilucidar “por qué nuestro país (Finlandia) no tiene el temperamento para prosperar”. En su argumentación, dedica cuatro páginas a Uruguay, poniéndolo como ejemplo de lo que Finlandia debe y no debe hacer. Para ello, realiza un singular recorrido por la historia uruguaya.

“Por increíble que pueda resultar, Uruguay, un país de 3,5 millones de personas situado entre Argentina y Brasil, fue en la década de 1920 el décimo país más rico del mundo. Millones de vacas pastaban en sus verdes campos y sobrevivían gracias a los ríos que fluían dentro del país y en sus fronteras”, comienza Wahlroos su relato.

Esta “historia de éxito” uruguaya se interrumpió por “dos desgracias”. Una fue “la guerra mundial”, que fue “mala para la exportación internacional de productos agrícolas”, y la otra razón -la más importante a juicio del presidente de UPM- fue que Uruguay “fue uno de los primeros estados de bienestar del mundo”. Menciona el sistema educativo gratuito y obligatorio desde 1876, una seguridad social amplia y fuertes transferencias monetarias. Estos factores, ligados a los déficit del gobierno, a una inflación fuera de control y a las nacionalizaciones, llevaron al país en la década de 1960 “a tener problemas económicos, a la guerra civil y finalmente a una dictadura militar en 1973”.

“Por supuesto, no sólo este estado de bienestar extremo mató a la agricultura uruguaya, sino que también lo hizo la existencia un mercado mundial débil para esos productos. Pero un estado de bienestar con burócratas, altos impuestos y elevados costos laborales no permitió crecer a las nuevas industrias y a la producción”, continúa el presidente de UPM en su libro. “Uruguay no pudo (y quizás nunca quiso) atraer capital internacional, y la incierta situación política y un fuerte movimiento sindical no estimularon a los pocos capitalistas del país a invertir. El capital dejaba el país masivamente”, continúa.

El punto de inflexión positivo en esta historia lo constituye, a juicio de Wahlroos, la llegada de la industria forestal finlandesa al país en la década de 1990. En aquel entonces, recuerda el presidente de UPM, Uruguay estaba en el puesto 90 de la riqueza mundial medida como Producto Interno Bruto (PIB) per cápita. “La rambla de Montevideo estaba llena de esqueletos de apartamentos sin terminar. Las construcciones más antiguas se habían iniciado en la década de 1960, y ni el dinero ni la fe en el futuro fueron suficientes para completarlas. Decenas de miles de jóvenes se fueron a trabajar a otros países, especialmente a Brasil”, sostiene. Pero ahora, asegura el presidente de UPM, aquellos esqueletos de apartamentos “no existen más”. “Desde 1980 a 2002 la economía de Uruguay no creció nada. Pero en 2007, en la ciudad de Fray Bentos, donde funcionaba una fábrica procesadora de carne que cesó sus operaciones en 1979, UPM-Kymmene lanzó su planta de celulosa, con una capacidad de producción de 1,3 millones de toneladas anuales. Siete años más tarde, Montes del Plata, propiedad de Stora Enso y Arauco de Chile, construyó una planta del mismo tamaño en la parte suroeste del país”, señala Wahlroos. Destaca que entre 2003 y 2018 el PIB de Uruguay casi se duplicó, y que hoy se está construyendo una tercera planta de celulosa en el país. Estos emprendimientos y sus trabajos asociados emplean “a decenas de miles de uruguayos”, y cuando la tercera planta esté lista, proveerá a Uruguay de un cuarto de su demanda total de energía eléctrica. “La industria forestal finlandesa junto a sus aliados y junto a los líderes políticos de Uruguay han hecho milagros” y el país “ha retornado a un camino de crecimiento económico y prosperidad”, concluye el presidente de UPM.

Wahlroos considera que Uruguay ha ofrecido “una buena situación” para estas inversiones, facilitando proyectos de infraestructura y exoneraciones impositivas. Y destaca especialmente que esto ha sido posible con un gobierno de izquierda, que implementó al mismo tiempo “reformas radicales como la legalización del aborto, el matrimonio igualitario y la legalización de la marihuana”. “Sin embargo, el Frente Amplio ha establecido de forma inequívoca en su política económica la necesidad de fomentar la inversión extranjera y el crecimiento económico. Las raíces socialistas del partido y del país sólo se manifiestan hoy en una cultura política extremadamente igualitaria, un gasto público que ha crecido aceleradamente, y en el “Pasaje Guevara” [calle en el barrio Nuevo París] en el departamento de Montevideo”, comenta Wahlroos. Finalmente se pregunta por qué los socialistas finlandeses no pueden seguir el ejemplo de Uruguay y nombrar calles con apellidos de socialdemócratas y comunistas pero “al mismo tiempo hacer políticas que favorezcan el crecimiento económico”.

Agradecemos la colaboración del periodista finlandés Sakari Nuuttila en la traducción de fragmentos del libro del finés al inglés.