Todavía falta una hora para que comience el ensayo y la tribuna abierta del Club Montevideo ya está repleta. Mientras busco el mejor lugar para disfrutar de la experiencia, una numerosa familia ocupa la última de las mesas, que ya había sido reservada por teléfono. Afuera, las dos veredas de la calle Porongos son, como cada noche, filas interminables de autos y de curiosos que asoman sus cabezas y que, en algún momento, se mandan para adentro, cuando la música comienza a sonar.

A las 20.30 el silencio es casi absoluto, y los presentes permanecen en sus lugares con asombrosa inmovilidad. El escenario, armado sobre el césped artificial de una cancha de fútbol cinco, con grandes parlantes a los costados, una consola de sonido y micrófonos, espera al conjunto de parodistas.

Foto: Mariana Greif

Foto: Mariana Greif

Más tarde, los integrante de Zíngaros, vestidos con equipos y calzado deportivos, comienzan a llegar al lugar, luego de un agotador viaje a Colonia. El ingeniero de sonido suelta una pista musical de calentamiento y el clima cambia por completo. Mientras los integrantes más jóvenes del conjunto suben a la tribuna para saludar con un beso o un abrazo a cada uno de los espectadores de esta velada, Ariel Pinocho Sosa (director responsable y principal figura de Zíngaros) camina directo hacia una silla ubicada detrás de un parlante, y descansa algunos minutos antes de que comience, propiamente, la función. Lo podrá hacer a medias. Casi sin darse cuenta, y de a poco, irá recibiendo los saludos y las preguntas de amigos, seguidores y fans que aprovechan ese momento de rara intimidad y de tranquilidad de una de las figuras más premiadas del carnaval uruguayo.

Ariel, también conocido como el Loco, sigue hablando tan rápida y nerviosamente como siempre. Tiene puesta una camiseta de fútbol del jugador Abel Hernández, y una barba poco habitual y algo crecida, de la que hablará en su primer monólogo de la noche. Parado solo frente al público, y con el micrófono encendido, se disculpará por ella y prometerá quitársela mañana, y estar más “bonito” para su público.

Los ensayos de estos parodistas son exigentes; comienzan a las seis de la tarde y van hasta las nueve, a puertas cerradas, los siete días de la semana. Pero desde hace más de diez años, es costumbre que el grupo abra las puertas de su cocina y reciba a su hinchada, cada vez más numerosa. “Cuando yo era integrante de otros conjuntos venía gente a verme, prácticamente no ensayábamos y eso me daba vergüenza. Entonces decidí que cuando yo tuviera mi conjunto iba a darle un show a la gente, y eso es lo que hacemos todos los días”, cuenta Ariel. “Hay personas que vienen desde muy lejos hasta acá: Piedras Blancas, Nuevo París, La Teja, Malvín. Te dan su tiempo, que es lo más importante de todo, y vos les tenés que dar algo, y les tenés que responder. La gente viene, se divierte, colabora comprando una rifa, con la cantina...”.

Foto: Mariana Greif

Foto: Mariana Greif

El volumen alto de amplificación, las frenéticas coreografías de energía deportiva y, particularmente, el tipo de afectividad expresada en palabras y gestos que circula en el aire en todo momento son parte del clima que comparten el grupo y sus seguidores.

“Esto es mi vida, mi conjunto, mi familia”, dice Ariel, “y en estos momentos, que estoy pasando con la enfermedad [en agosto se le diagnosticó un mieloma múltiple, y cuando termine el carnaval se internará un mes para realizarse un trasplante de médula], esto me hace bien, es lo que me tiene fuerte, me cura, me alivia. Es una cosa maravillosa. Yo sigo metiendo como loco, vos me ves, gritando, saltando, en cada ensayo. Si no sabés que tengo esta enfermedad, no te das cuenta”.

También los seguidores del conjunto encuentran, en ese espacio, un lugar donde expresarse. Se visten especialmente para la ocasión, varios de ellos de forma extravagante y chillona, como lo harán sus admirados Zíngaros cuando se suban al escenario. Uno de los fans más fieles viste una remera rosada de tela brillante con varias inscripciones de Zíngaros, como lo hace desde hace años, y el clásico sombrero blanco envuelto en cinta roja que distingue a sus fans. Se acercan atraídos por un lenguaje musical y teatral exagerado y emocional, por una narrativa épica, llena de fantasía, dolor, amores y aventuras, de la que rápidamente cualquiera puede ser parte y protagonista.

Valeria (32) y Graciela (62) jamás faltan a un ensayo y ocupan un lugar preferencial en la primera fila. Graciela conoce a Pinocho del barrio y lo sigue desde su participación en el grupo de parodistas Teenagers. Valeria fue fan de Ariel como cantante de Karibe con K, y se deslumbró cuando lo vio vestido de carnaval en la televisión, cuando todavía era adolescente. “Es algo muy especial. La pasión está a flor de piel, te la contagian ellos desde el escenario, y nosotros como que nos potenciamos. Pinocho nos hace parte del conjunto y nos hace sentir importantes”. En la espalda de su remera negra se puede leer, en letras doradas: “Un loco amor, Zíngara carbonera”.

Naomi Kronberg, una de las figuras más destacadas y jóvenes del conjunto, define lo que pasa entre Zíngaros y su hinchada como “una bomba de emoción”, y continúa: “La máquina de todo es Ariel. Es impresionante que una sola persona pueda provocar y contagiar algo así. Cuando él está para abajo, somos todos nosotros tratando de tirarlo para arriba, y cuando está para arriba, nosotros nos damos contra las paredes, ¿me entendés?”.

El concurso de agrupaciones carnavalescas, del que Zíngaros nuevamente participará este año, resulta desafiante para el grupo, ganador de nueve primeros premios en la categoría de parodistas, que en 2019 quedó lejos del trono.

Foto: Mariana Greif

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En esta edición, no contará con su emblemática figura humorística, Ledys Panchito Araujo, ni con el histórico solista Luis Canario Pereira. Ante estas ausencias, Pinocho decidió convocar a la actriz Cynthia Patiño y confió nuevamente en Walter Cucuzú Brilka. También parece apostar a seguro en los libretos: las parodias estarán a cargo de los guionistas Jorge Pollo Medina (que se subirá al escenario como actor) y Emiliano Tuala. Medina escribió “Arrugas”, basada en una película de animación española, y Tuala, “Nuestra señora de París”, con Cucuzú como el jorobado de Notre Dame.

Por si faltaran ingredientes para que este febrero sea especial para el grupo, este carnaval será el 25º de Zíngaros y el 40º de Ariel (de 57 años). En una pausa del ensayo, vuelvo a hablar con él. “Somos una familia gigante”, me dice. “Estamos a mediados de enero y vienen 1.000 personas todos los días, y cuando peor nos fue, más nos acompañó la gente. El año pasado fue un año muy malo. Todo por culpa mía, por no estar concentrado en el conjunto. Ahora tratamos de volver con todo y el público acompaña. Es una de las cosas que me tiene contento”.

Están deseando que llegue el desfile, el 3 de febrero, para que arranque el concurso. “Yo no sé ni cantar, ni bailar, ni actuar, pero transmito mi pasión por el carnaval y es lo que la gente de Zíngaros me agradece. Esa pasión, esas ganas de que gane el grupo, de verlo en lo más alto, que salga bien vestido, que guste, que haga una buena parodia”.