Un nuevo libro de la argentina María Teresa Andruetto sobre el escritorio, recién llegado de la editorial, suele ser una buena noticia. Este no es la excepción. En una línea que puede emparentarse con El país de Juan, en la medida en que da una mirada al vínculo áspero entre la ciudad y el campo, y a cómo la primera no siempre cobija a quienes llegan desde lejos en busca de una oportunidad, Selene presenta un pequeño recorte –que abarca dos días: la víspera de Nochebuena y la Nochebuena– de la vida de la niña que da nombre al libro y Luisa, la señora que la cuida.

Comienza con la mujer y la niña armando el arbolito de Navidad. Una escena idílica, en la que ambas están concentradas y que disfrutan haciendo juntas, con calma. Aunque la imagen de la portada nos informa de manera inmediata la condición especial de Selene, una niña que se desplaza en silla de ruedas, la autora la presenta en acción, sin dar mayores explicaciones. Por otra parte, ya en el primer párrafo aparece una palabra que define la relación entre ambas protagonistas: “trabajo”. Cuidar a Selene es el trabajo de Luisa. Pero, claro, eso no define ni por asomo el lazo entre la mujer y la niña.

Una anécdota sencilla –la niña se encapricha con que vayan a buscar a Luisa para que pase con ella y su familia la cena de Nochebuena– es la arcilla con la que Andruetto modela una historia en la que las soledades de dos personas tan diferentes construyen un lazo amoroso, de mutuo soporte.

Como telón de fondo, las desigualdades sociales, las fuertes tensiones territoriales entre el mundo de unos y otros, un “Oriente” del que proviene Luisa, siempre aludido con nostalgia y cariño. Es, una vez más, un texto que surge de la tierra, de las raíces, que alude a la sabiduría ancestral de los pueblos originarios.

En esa relación entrañable que se teje entre la niña y su cuidadora –que contrasta fuertemente con la relación cariñosa pero más fría con su familia– tienen un papel fundamental, fundante, las palabras, así como una peculiar religiosidad popular. El texto intercala fragmentos de coplas, versos que parece llevar el viento en boca de Luisa, además de incorporar el estilo directo de manera que no pueda separárselo de la narración.

El tono es más bien agridulce: hay algo de tristeza, mucho de nostalgia, destellos de alegría, y una inmensa ternura en el lazo amoroso entre la niña y la mujer, que se comprenden y amparan. También en el padre que se deja llevar por el capricho de su hija, porque sabe que en realidad no lo es, porque entiende.

Selene, de María Teresa Andruetto, con ilustraciones de Germán Wendel. Sudamericana, Penguin Random House, $ 380.