Dos días después de que se registrara el primer caso de coronavirus en América Latina, el 26 de febrero, en Brasil, se reportaron los primeros en México. Pero mientras la mayoría de los países toman diferentes medidas para evitar la propagación del coronavirus, desde el cierre de fronteras y la suspensión de clases a otras más severas, como la reciente cuarentena obligatoria decretada por Argentina, México ha minimizado la crisis.

Con más de 160 contagios y un fallecido por coronavirus, el gobierno sólo ha recomendado a la población quedarse en casa. No ha restringido el movimiento de personas ni las reuniones multitudinarias. Es más, el fin de semana pasado se celebró en Ciudad de México el festival de música Vive Latino, que congregó a miles de personas.

Hace unos días el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador (conocido como AMLO), durante un viaje de trabajo al estado de Guerrero no dudó en repartir besos y abrazos entre sus seguidores, haciendo caso omiso a medidas como el distanciamiento social recomendado por la Organización Mundial de Salud.

“No nos van a hacer nada los infortunios, las pandemias, nada de eso [...] Lo del coronavirus y eso de que uno no puede abrazar… Hay que abrazarse, no pasa nada”, llegó a decir López Obrador. En una de sus habituales conferencias de prensa matutinas, el presidente también mostró varias estampitas religiosas que la gente le había regalado y aseguró que esos eran sus “escudos protectores” frente al coronavirus.

“Son preocupantes las manifestaciones de índole religiosa que de manera reiterada ha realizado nuestro presidente. Sacó amuletos en contra de la pandemia, algo ingenuo e inmaduro frente a una situación que requiere seriedad”, dijo a la diaria la abogada laboralista Thania Ramírez, quien trabaja en el Tribunal Laboral Federal de México. “En México hay una deficiencia en cuanto a la implementación y prevención para poder contener esta pandemia y las autoridades no están dimensionando la situación”, añadió.

Es difícil comprender por qué México no está tomando medidas de contención más severas para detener este nuevo virus teniendo en cuenta que el país ya tiene experiencia con pandemias, como la que originó en 2009 el brote de la gripe H1N1. En aquel entonces las autoridades mexicanas actuaron con mayor rapidez y al final se pudo contener el contagio, aunque causó 1.000 muertos en el país.

En México, un país en el que viven casi 130 millones de personas y donde muchas de ellas ni siquiera tienen acceso a cobertura sanitaria, la expansión del coronavirus sería especialmente complicada. “Se tiene que dimensionar el tamaño de esta crisis y las consecuencias que puede producir a corto plazo, ya que no sólo afecta a la economía, sino que va a suponer un colapso en materia de salud y a nivel social”, aseguró Ramírez. La abogada recordó que en la mayoría de los 53 organismos que conforman la administración mexicana los funcionarios continúan trabajando y siguen utilizando el transporte público para ir a sus puestos.

Otros frentes de AMLO

La pandemia del coronavirus no es el único problema que minimiza López Obrador. Lo mismo ocurre con los feminicidios y la violencia machista que azotan el país. El Día Internacional de la Mujer nunca había sido tan multitudinario y reivindicativo en México como este 8 de marzo, cuando decenas de miles de mujeres salieron a las calles no sólo para protestar contra la violencia de género, los incesantes feminicidios y la desigualdad de salarios y oportunidades, sino para mostrar su rechazo a la pasividad del gobierno para combatir estos problemas. También fue histórico el paro general de mujeres que se realizó el 9 de marzo y que dejó, especialmente en Ciudad de México, calles, negocios, oficinas y escuelas prácticamente vacías.

Sin embargo, ni las movilizaciones masivas ni las escandalosas cifras de femicidios –en tan sólo 48 horas, entre el 8 y el 9 de marzo, fueron asesinadas 21 mujeres– parecen impactar al presidente, quien anunció que no cambiará la estrategia para atender a la violencia contra las mujeres y sólo reforzará la que ya existe.

El gobernante incluso culpó al modelo neoliberal de los femicidios que ocurren en su país y pidió a las feministas que no pintaran puertas ni paredes en sus protestas por la violencia de género, lo que sólo hizo aumentar el malestar de las organizaciones de mujeres. También recibió fuertes críticas al elegir el 9 de marzo, día del paro general de las mujeres, como fecha para que comenzara la venta de boletos para la rifa del lujoso avión presidencial, por lo que se vio obligado a posponerla.

Aunque el presidente reconoció la importancia de las movilizaciones del 8 y 9 de marzo, sus acciones y declaraciones evidencian que el movimiento feminista no despierta precisamente su empatía.

“El presidente no considera que el feminismo sea algo prioritario, está harto del tema. No se da cuenta de que la sintomatología de violencia extrema en este país es en gran parte una violencia reiterada contra las mujeres”, dijo a la diaria Ana Katiria Suárez, abogada penalista y defensora de género. A su entender, la forma para erradicar la violencia de género en el país no está siendo eficaz, porque si bien México tiene recursos y leyes que protegen a las mujeres, el problema “es que su implementación es deficiente”.

“Existen medidas cautelares y de protección, pero la forma en que se opera es patética. La denuncia criminal, por ejemplo, no la toma el Ministerio Público, sino que tienes que esperar a una audiencia para que el juez de control diga a tu agresor que no se acerque a ti, y eso toma tiempo”, explicó Suárez, al tiempo que criticó la impunidad de la que gozan en el país los hombres que golpean, matan o abusan sexualmente de las mujeres.

Más allá de que México debe trabajar en la elaboración de estrategias para prevenir la violencia de género, la experta también considera fundamental la sensibilización y capacitación de los servidores públicos, ya que en el país “se sigue criminalizando y responsabilizando a las víctimas de las consecuencias que tienen los actos de violencia de sus agresores”.

En México se han normalizado la violencia y el machismo extremo, hasta el punto de que los femicidas matan “porque pueden hacerlo y saben que tienen garantizada gran parte de la impunidad”, lamentó la abogada. En un contexto de violencia especialmente grave contra las mujeres y niñas, el país registra diez feminicidios por día.

La cuarta transformación no llega

Cuando López Obrador asumió la presidencia, en diciembre de 2018, prometió llevar a cabo la llamada “cuarta transformación”, un cambio profundo que se haría de “manera pacífica” y que daría continuidad, en su opinión, a los otros tres momentos clave del país: la independencia del dominio español (1810-1821), la Guerra de la Reforma (1958-1861) y la Revolución (1910-1917) que dio lugar a la actual Constitución de México. Esa cuarta transformación fue uno de los principales mensajes de la campaña electoral de López Obrador, y planteaba objetivos como combatir la corrupción y la violencia, luchar contra la impunidad y disminuir la pobreza, entre otros.

Sin embargo, después de casi un año y medio de gobierno esos cambios siguen sin llegar al país e incluso hay delitos que van en aumento: 2019 se convirtió en el año más violento de México, al alcanzar los 34.582 asesinatos, lo que supone un incremento de 2,5% respecto de 2018, según cifras oficiales. De esos asesinatos cometidos en 2019, 1.006 están siendo investigados como femicidios.

El gobierno de López Obrador no sólo tendrá que legislar en favor de las mujeres si quiere que esa cuarta transformación llegue, sino que ahora también deberá hacer frente a la crisis sanitaria.