“Desde chicos pasábamos por acá. Era una pizzería que capaz que en algún momento funcionó, pero desde que tenemos memoria, no. Había rejas, carteles, una sensación de que entrabas y no sabías qué iba a pasar. Era una muerte en un lugar increíble, como un agujero negro entre el Defensor y los jueguitos del parque Rodó. Para nosotros siempre fue un desperdicio. Incluso uno de la barra es socio vitalicio del club y siempre insistía con este lugar. Cuando nos enteramos de que la Intendencia iba a llamar a licitación, nos tiramos de cabeza”, cuenta Juan Pablo Méndez, vocero del quinteto de amigos que en diciembre puso a andar Enriqueta.

El edificio tiene protección patrimonial, ya que el centro de piedra, donde instalaron la cocina, forma parte de las construcciones originales del parque infantil; de hecho, allí era el ingreso y todavía puede verse el cartel de “niños” indicando el sitio de los antiguos baños. Y si la barra del boliche dice “guardián”, es porque allí estaba su caseta. Hacia los años 1970, apunta Méndez, se hizo la ampliación vidriada, lo que habilitó la conversión a local comercial.

“A la hora de remodelar y poner en condiciones, tuvimos que tomar los recaudos necesarios”, agrega. “El edificio es hermoso. Nos parecía que íbamos a destapar una olla de grillos, que iba a haber un montón de problemas cuando nos acercáramos, pero la verdad es que la ampliación es bastante liviana y respetuosa. Le decimos ‘la pecera’, contrasta pila con la parte de piedra”. Como contraprestación a la concesión, también se hacen cargo de los baños públicos del parque más próximos, que siguen la misma estética.

Un colchón de flores de palo borracho tapiza el retiro de la vereda; la decoración feérica que suele aportar un parque. Del lado de atrás, cerca y a la vista, está el rincón infantil Enriqueta Compte y Riqué, inaugurado una semana después que el parador. “Ahora empezaron las clases, pero esto a las seis, siete de la tarde, se llena de movimiento, porque muchos papás y mamás, cuando el niño ya está en posición de ir solo, se instalan acá en grupos y se toman su media pinta con su tapa. Mientras, los gurises están jugando, van, vienen, se comen el menú infantil y llegan a la casa prontos para el baño y a dormir. Funcionó durante todo el verano y, mientras el clima esté lindo, siguen apareciendo”.

Foto: Ernesto Ryan

Foto: Ernesto Ryan

La concurrencia empieza a divergir hacia las 21.00, cuando el ambiente familiar da paso a un público más joven, que cae hasta la una o dos de la mañana. Con las banquetas exteriores, el espacio alcanza para unas 200 personas. Los miércoles hay jam de jazz y, si la noche lo permite, los músicos se ubican en una de las esquinas exteriores para facilitar la visibilidad desde cualquier ángulo, pero no hay caso: más de uno prefiere echarse en un murito o directamente en el pasto. Pitufo Lombardo ya tocó dos veces y el barrio, “siempre que le respeten los horarios, escucha ruido y viene”; tienen previstas las visitas de grupos de samba, jazz gitano y bossa nova. En algunos casos cobran cubierto artístico, pero generalmente trabajan al sobre.

El provolone con criollita, el pollo crocante (rebozado en cereales) con salsa de mostaza y miel, y el falafel con yogur, pepino y menta ocupan la tríada de favoritos para compartir. La carta está pensada en tres módulos: noches y fines de semana, mediodías de lunes a viernes y la cafetería para la tarde. Quieren reforzar la propuesta del almuerzo, la parte del menú que empieza a activarse este mes. De plato del día han salido desde carne con ensalada hasta berenjenas rellenas, y para la ensalada del día van variando las legumbres para que satisfaga por sí misma.

Los socios, que tienen entre 30 y 35 años, decidieron conformar una cooperativa para mover el boliche y emplear a unas 15 personas: Bruno Spinelli es el chef; el resto, Santiago Vilardebó, Jimena Freire, Juan Pablo Méndez y Emilio Echeverría, está vinculado a la comunicación (los dos últimos hicieron el noticiero humorístico Mirá bo!), y algunos de ellos trabajaron en el proyecto de escuela sustentable de Jaureguiberry. Apenas presentaron la propuesta del bar, fueron a hablar con instituciones de la zona, como la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, para pensar además en actividades culturales conjuntas, desde presentaciones a debates. Juan Pablo Méndez habla feliz de un circuito que crece en Parque Rodó, y que Enriqueta ahora extiende hacia 21 de Setiembre.

Enriqueta (21 de Setiembre y Pasaje Zolesi), de domingos a jueves de 12.00 a 1.00, viernes y sábados hasta las 3.00. El plato del día sale $ 200; la merienda para dos, $ 750; la tapa del día con cerveza tirada o copa de vino, $ 250. Reservas por redes sociales o por el Whatsapp 092207690.