Si tuviera que definir esta serie con dos palabras, serían “agradable sorpresa”. Pero si mando al diario una reseña de dos palabras me van a decir que gracias, que cualquier cosa me llaman. Y no estamos en épocas de andar arriesgando ocupaciones por una simple economía de caracteres.

Así que acompáñenme a repasar El presidente, una serie que tenía todo para fallar y que (es importante decirlo) posiblemente haya fallado para mucha gente. A mí no solamente me entretuvo, sino que se me pasó volando. Y me recordó que no hay que calentarse tanto por perder en el fútbol, si te podés calentar por todas las jodas que ocurren detrás.

Si decimos FIFA Gate, separado o todo junto, con seguridad venga a nuestra mente la imagen de los patrulleros llegando al hotel Baur au Lac en Zúrich, el 27 de mayo de 2015, para arrestar a algunos de los dirigentes más renombrados del fútbol mundial y en especial de Sudamérica.

Esta serie, que puede verse en Prime Video, nos propone comenzar la historia unos años atrás, con el ascenso a Primera División de un modesto equipo del fútbol chileno. ¿Por qué? Porque el meteórico ascenso de su presidente, Sergio Jadue (Andrés Parra), nos permitirá meternos en un mundo de intereses que sí se manchan.

Para esto, el creador Pablo Larraín (director chileno que pasó a trabajar en Hollwood, autor de Jackie y de El club) y su equipo utilizan un par de elementos que le quitan seriedad al asunto, pero lo hacen mucho más llevadero. El primero es el uso de clips explicativos que recuerdan (un poco) a los utilizados en La gran apuesta (Adam McKay, 2015). Aquí el tema es mucho más sencillo que la burbuja económica de fines de la década pasada, así que alcanzará con llevarnos de la mano en un par de ocasiones.

El otro elemento, el que sostiene los ocho episodios de alrededor de una hora, es su narrador. La presencia de la voz en off suele ser un ingrediente polémico en las ficciones televisivas. Pero si el que cuenta la historia es el mismísimo Julio Humberto Grondona (Luis Margani), y además lo hace desde el Más Allá, uno para la oreja.

Los Buitres

Mientras Julito cuenta, Sergio es el personaje con el cual seguimos la trama. Nuestro “presidente por accidente”. Y junto a él nos metemos en la sede de la Conmebol, ubicada en la ciudad paraguaya de Luque. Un recinto que contaba con inmunidad diplomática –tuve que googlearlo porque no podía creerlo–. Allí conocerá a los popes de los demás países del continente, incluyendo a Sergio Hernández en el papel de Eugenio Figueredo. Los espectadores uruguayos, obviamente, seguiremos de cerca cada una de sus apariciones.

Todo lo que tiene que ver con Jadue, con Grondona (la serie intercala dos líneas de tiempo, antes y después de su muerte), con Figueredo y con los tiburones que quieren negociar los derechos de televisión funciona a la perfección. Sin embargo, la ficción necesita drama, y allí se introduce una mitad, o tercio, que marra algunos de los penales que tira.

Hay una segunda protagonista y es Lisa Rosario Harris, interpretada por la mexicana Karla Souza, a quien pudimos ver en series como How to Get Away with Murder. Harris es una agente del FBI encargada de recolectar información para hacer caer a esta gavilla que se atrevió a dejar a Estados Unidos fuera de la organización del Mundial 2022.

Harris y Jadue tienen una relación de agente e informante, con este último comportándose como el peor espía de la televisión. Ella tiene toda una subtrama relacionada con sus problemas económicos, sus amantes de turno y sus dificultades para hacerse valer en la agencia, que es lo menos efectivo de toda la serie.

Bolas frías y píldoras rojas

Intercalado con la acción, el portador de ese anillo que decía “todo pasa” nos va “cantando la justa” del mundo fútbol, con el uso que se hace de los barrabravas, el dinero que mueven las televisaciones y hasta las famosas bolas frías de los sorteos. El alma se te estruja un poquito, pero si esto fuera Matrix uno siempre debería elegir la píldora... roja. Tuve que googlearlo, no tengo tanta memoria.

Habrá momentos que también distraerán, pero por lo tensa que quedará nuestra suspensión del descreimiento. Algunas escenas se acercan al thriller, y una visita al Vaticano incluye una escena digna de La gran estafa (Steven Soderbergh, 2001). Para los que llevan cuentas, es la segunda película titulada “La gran...” que se cita en esta reseña.

Uno debe aprender a disfrutar de las partes de la trama que son recreaciones muy libres, y de los personajes ficticios que quizás engloben a una decena de personas reales y que deben estar allí para seguir adelante con la historia. Ya lo dice en la serie otro dirigente ineludible en la historia del fútbol de nuestro continente: “¿Qué importa la realidad? Un poco de pimienta no viene mal”.

Recomiendo esta serie sabiendo que, como en todos los casos, los resultados pueden variar. Pero al menos los resultados no estarán digitados por una banda de carcamales (o carcamanes) buscando su tajada mientras unos corren y otros sufren en la tribuna.