El domingo pasado, el ministro de Defensa, Javier García, inauguró un local de su lista, el Espacio 40 del Partido Nacional, y allí dijo que “hay alguno que está manijeando para que haya una campaña contra el Uruguay desde el exterior”. Se refirió entonces a la cobertura internacional que merece la crisis hídrica que atraviesa el país, y apuntó tanto a periodistas innominados como a la intendenta de Montevideo.

Si el acto proselitista se hubiera montado unos días después, tal vez el ministro habría vehiculizado de otra forma su enojo con las consecuencias mediáticas de la crisis, dado que el miércoles fue su correligionaria Graciela Bianchi quien dejó al país bastante mal parado ante el resto del mundo.

La senadora nacionalista escribió en su cuenta de Twitter una sarta de disparates reaccionarios sobre el Partido Socialista Obrero Español, que es gobierno en su país y que el domingo había logrado, con una gran remontada electoral, impedir que la derecha y la ultraderecha tuvieran mayoría legislativa.

El desbarranco de Bianchi fue amplificado, porque en ese momento era la vicepresidenta en funciones de nuestro país, dado que Beatriz Argimón, la vicepresidenta electa, tuvo la mala fortuna de hacer un viaje a… Madrid. La pobre Argimón tuvo que pedir disculpas al gobierno de España in situ; también el canciller Francisco Bustillo y el presidente Luis Lacalle Pou debieron salir a componer la situación ante autoridades españolas, mientras que la oposición pidió una rectificación por parte de Bianchi, que, como en ocasiones anteriores, nunca llegó.

No hay que olvidar que hace un año la bancada frenteamplista había intentado que el Senado se pronunciara en contra de otras inconductas de Bianchi, pero los votos de la coalición oficialista lo impidieron. La gota que colmó el vaso en aquella ocasión también fue un papelón internacional: Bianchi había difundido una foto trucada para desprestigiar al presidente de Colombia, Gustavo Petro.

Javier García y Graciela Bianchi tendrían que ponerse de acuerdo en lo que constituye una “campaña de desprestigio” o, más grandilocuentemente, una “traición a la patria”.

Otros episodios para sumar a la “campaña de desprestigio”

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