El jueves 22 se llevó a cabo un conversatorio sobre infancias en dictadura, en el que participaron Natalia Montealegre, magíster en Ciencias Humanas y antropóloga; Graciela Sapriza, historiadora y docente; Adolfo Wasem Mosquera, militante por los derechos humanos e hijo de un preso político; Luis Pedernera, expresidente del Comité de la ONU sobre los Derechos del Niño, y Marisa Rodríguez en representación de Memorias en Libertad, colectivo de quienes fueron víctimas directas del terrorismo de Estado en su infancia o adolescencia.

El libro Infancias en dictadura, de Montealegre y Sapriza, narra las experiencias infantiles durante el terrorismo de Estado y se refiere a las organizaciones defensoras de los derechos humanos que surgieron, las estrategias de acción política y las prácticas concretas de difusión de testimonios, fotografías y otras formas de rescate de la memoria. La ilustración en la portada del libro muestra a dos niños y una niña que juegan y están siendo “amenazados, aterrorizados, paralizados” en su “total inocencia”, explicó Sapriza.

En Uruguay, 20.000 personas fueron torturadas de acuerdo con el registro más bajo disponible, del informe Nunca más publicado en 1989, resaltó Montealegre. Agregó que, “la tortura, cuando es desarrollada masivamente, tiene el objetivo de transmitir el terror”, para que el daño sea difundido en los distintos ámbitos sociales, entre ellos el de las infancias que presenciaron las torturas a sus padres y escucharon las amenazas verbales.

“Todos fuimos prisioneros de alguna forma y moldeados por ese discurso autoritario que se infiltró en todos lados y pretendió invadir las intimidades”, afirmó Sapriza. Pedernera señaló que el título del libro “devela que son múltiples y diferentes infancias, que cada una tiene un proceso”.

Crysol, organización de expresos y expresas por motivos políticos fundada en el 2000, le planteó en su momento a Memorias en Libertad la importancia de que “levantaran las banderas” con “otra forma de comunicarse, otro lenguaje”, hablando “desde otro lugar, más desde lo afectivo”.

En 2010 hubo una campaña de testimonios de quienes fueron niños y jóvenes de 1968 a 1985, bajo la convocatoria “¿Cuál es la historia?”, y el artista Fermín Hontou realizó tres gigantografías colocadas en las facultades de Humanidades, de Psicología y de Derecho de la Universidad de la República.

El derecho a la identidad y al reconocimiento como sujeto histórico

La Convención sobre los Derechos del Niño, aprobada por la ONU en 1989, reconoce a quienes están en la infancia como sujetos de derecho y establece, entre otros, el derecho a la identidad, en su artículo 7. Pedernera señaló que, sin embargo, “continúa la invisibilidad de las infancias en los procesos sociales”. Por eso destacó la importancia de que el libro Infancias en dictadura vaya contra esa corriente y logre “cruzar luchas pasadas con presentes y futuras”.

A 40 años de la recuperación democrática, todavía hay personas a las que “les cuesta autopercibirse como protagonistas” y asumir el valor de “experiencias propias de esa generación que vivió ese tiempo histórico”, dijo Rodríguez, e invitó a reflexionar “sobre los silencios en nuestra infancia”. En 2019, la Institución Nacional de Derechos Humanos estableció la importancia de que estas víctimas sean reconocidas y reparadas por el Estado, pero aquella recomendación “sigue sin cumplirse”, acotó.

Desde Memoria en Libertad se reclama la inclusión “como sujeto histórico social en la historia del pasado reciente”, para que las nuevas generaciones “se acerquen a estas historias y conozcan cómo era ser niño o adolescente en épocas en que no había la libertad que hay ahora”.

Wasem Mosquera, por su parte, puso en tela de juicio la autopercepción centrada en la condición de víctimas, aunque destacó que es necesaria para el reconocimiento social y la reparación jurídica. A su entender, si “nos quedamos encerrados en nuestro propio dolor, en nuestra propia victimización, no abrimos la cancha” para fijar “el límite en ‘un ellos y un nosotros’”.

Durante el período de terrorismo de Estado “padecimos torturas psicológicas sistematizadas, hubo niños y niñas nacidos en cautiverio, robo, exilio, secuestro, persecución, clandestinidad, abuso sexual” en sus casas y en los centros de reclusión, “que nos han dejado múltiples huellas”, pero “las infancias siguen siendo invisibles para la mayoría de los uruguayos”, porque persiste una mirada adultocéntrica, apuntó Rodríguez.

Memorias en Libertad ha tratado de que las memorias de las infancias se vuelvan visibles ante la sociedad y el Estado mediante libros como Pequeños demonios. Niños entre el terrorismo de Estado, la memoria y el olvido y Memorias encontradas. Por otra parte, desarrolló talleres y una muestra de cartas, dibujos y artesanías realizados por sus padres en el exilio, la clandestinidad y la cárcel, o por integrantes del colectivo en su infancia.

A propósito, Gabriela Nión Carrasco cuenta en Infancias en dictadura que cuando su padre era preso político le hizo para su cumpleaños una pulsera de hueso vacuno con sus iniciales e imágenes. “Mi papá me explicó que era el ciclo de la vida, donde uno primero plantaba la semilla, después llovía, después salía el sol y después germinaba la flor”.