En un taller de murga que se hizo en 1999 nacieron las bases para lo que tiempo después sería Queso Magro. Durante esa experiencia, se enteraron del Encuentro de Murga Joven y se decidieron a armar un espectáculo para presentarse. Ya en esas primeras juntadas “lo que salió fue para el lado del humor. No es que dijimos de hacer una murga que sea divertida y apunte a determinado lugar. Se dio naturalmente por nuestros perfiles. A la murga le rindió y la identidad siempre estuvo vinculada al humor. Con el paso de los años lo fuimos puliendo y manteniendo como un estilo propio”.
El que habla de aquellos orígenes es Diego Waisrub, quien, junto a Daniel Toto Zieleniec, es responsable de los textos de la murga láctea. Pocos años después se sumó Nicolás Hugo, también componente y cupletero del conjunto. Ellos tres, más los aportes de Jimena Márquez en los últimos tiempos y la presencia del arreglador Pablo Vidal, conforman la usina creativa de la Queso Magro.
Su humor irreverente convirtió a la murga en una de las imprescindibles en carnaval. A lo largo de la historia, el ingenio y la originalidad nos han brindado un sinfín de momentos de risas a través de “Los cigarros”, “El náufrago”, “Los dientes”, “Los baldes”, “La sexualidad”, “Los celulares”, “Los masones”, “Las neuronas”, “El galán”, “Los enanos”, “Barrio privado”, “El amigo invisible”. Ni que hablar de creaciones como “El nuevo uruguayo”, “Google vs 0900 2020” o “Graciela Bianchi”, merecedoras de la mención a mejor cuplé de la categoría.
Para conocer su modo de trabajo, desde dónde surgen las ideas y cómo llegan a ser “Simplemente Queso Magro”, la diaria se zambulló en la interna del grupo de letras de la murga, que por tercer año consecutivo clasificó a la Liguilla del Concurso oficial.
Daniel Zieleniec explica que la forma de creación es muy variada: “Las cosas salen de un chiste o algo puntual que queremos decir, o a veces salen de algo más global. Por ejemplo, lo de ‘Acartonados’ salió de la estética, a partir de ahí surgió la idea del espectáculo. Pero otros años sale a partir de un cuplé o de una situación. Nos pasó varios años que vamos escribiendo sin saber cuál va a ser el hilo conductor específico, y sin saber si vamos a tener uno”.
“En una reunión nuestra, en los primeros 15 minutos hablamos de cualquier cosa. Luego nos enfocamos. Tratamos de seguir la idea que trae alguno, la dejamos fluir. Uno dice una cosa, el otro le cambia una palabra, y otro la cambia de lugar o dice un sinónimo. Va fluyendo hasta que llega y enseguida nos damos cuenta. Ya nos conocemos mucho y queda como la sensación de ‘era eso’. El espectáculo hay que descubrirlo”.
Zieleniec destaca la “confianza” que existe, sostén para un trabajo en equipo donde a veces tienen visiones diferentes: “En alguna oportunidad llevamos cosas individualmente, que si están bien quedan. Pero, aunque estén terminadas, igual las pasamos por la picadora de carne y le podemos cambiar o agregar cosas. Nos sabemos escuchar”.
Esa dinámica de escritura en colectivo es, para Waisrub, la gran clave de la murga: la construcción de un texto elaborado en conjunto y presencial. “No es que cada uno por su lado escribe canciones y después las trae. Es bastante más tedioso el laburo nuestro, pero también da sus frutos. En general, el espectáculo se discute palabra a palabra, rima a rima. Para la gente que escribe sola es complicado entenderlo. Lleva muchísimo más tiempo, pero quedamos mucho más conformes con el resultado”, explica.
En las reuniones, que arrancan en junio una vez por semana y duran aproximadamente tres horas, reconocen que se divierten. Son como “una terapia de la que salen los repertorios”. Con cerveza o picada en la noche, o tempranito en la tarde con mates, mientras los hijos están en la escuela, la comisión de letras se junta para generar eso que a tantas murgas les cuesta: hacer reír.
“Escribimos lo que nos sale. Y lo que nos sale es eso. Si intentáramos crear otra cosa seguramente lo haríamos mal porque no es nuestro palo. Igualmente, más allá de buscar la risa incluso en las puntas [presentación y retirada], que no se da casi en Carnaval, últimamente hemos apostado a bloques con algo más reflexivo, con mensajes que queremos dar, y que conviven perfectamente con el resto del repertorio. El espectáculo lo necesita también”, sostiene Waisrub.
Este año Jimena Márquez estuvo integrada un tiempo y luego se alejó del colectivo, pero dejó su sello, como lo venía haciendo desde 2019: “El aporte de ella es espectacular. Podría escribir un espectáculo sola, pero se adaptó muy bien al trabajo en equipo”.
Por su parte, Nicolás Hugo hace hincapié en la importancia de las músicas elegidas al momento de escribir: “Saber que la musicalidad tiene que estar al servicio del espectáculo. Este año, sobre todo en la presentación, donde hay muchas canciones vintage, se da eso. Lo importante es siempre tener un banco de melodías para usar, y después ir seleccionando por dónde vamos. Hay reuniones donde no se avanza nada y otras donde se avanza un montón”.
El artista remarca esa dinámica colectiva, de “ir y venir”, de la cual va saliendo el material: “A veces hay una idea previa para algún bloque o para la presentación. Y a veces aparece una idea que atraviesa todo el espectáculo, como este año como el ‘Simplemente Queso Magro’. Lo bueno que tenemos es que sabemos desapegarnos de las cosas que lleva cada uno. Se cambia, se retoca, no importa quién dijo qué”.
“Cuando volcamos algo ya armado, lo barajamos de nuevo y lo reescribimos. Pasó este año con el cuplé del derrame. Lleva mucho tiempo de creación colectiva, pero al darle forma desde distintos ángulos, desde diferentes lados del humor, sale mejor”, afirma Hugo.