Es leyenda, pero está más activa que nunca. Hace menos de un mes montó una plataforma de realidad virtual con el artista taiwanés Hsin-Chien Huang y en 2015 estrenó la película Heart of a Dog. Iniciada en las artes visuales y performáticas, a mediados de los 70 se metió en el circuito de compositores de vanguardia, y en los 80 coqueteó con el cruce de pop y arte conceptual, que sintetiza bien su tema “Language is a Virus” (1986). Además, es creadora de instrumentos, como el tape-bow violin, y de efectos de sonido. Laurie Anderson, de 70 años, responde al teléfono desde Manhattan, Nueva York.

¿Cuál es su forma favorita de escuchar música y cómo cree que la música será almacenada en el futuro?

Me gusta escucharla en sistemas grandes de audio, donde suene fuerte y pueda bailar alrededor. Pero desafortunadamente, la música tiene un rol diferente en nuestra cultura ahora. La gente la percibe como algo que debería ser gratis, lo que dificulta ser músico y vivir de eso, claro. ¿En Uruguay conocen las cajas de Cracker Jack? Es pororó cubierto con caramelo y a veces tiene pequeños juguetes, regalos para los niños. Así es como la música se distribuye actualmente. Se vende así. Hace 30 años la gente pasaba toda la tarde haciendo fila en la disquería para tener el nuevo álbum de Bob Dylan; ahora pasan toda la tarde haciendo fila para comprar el nuevo iPod. La tecnología es la nueva música. Es realmente interesante, porque te da mucho poder para hacer cosas, como sacar fotos, tomar notas y escuchar música, pero lamento que la música tenga un rol tan distinto en nuestras vidas hoy en día.

¿Ha estado experimentando con nuevos formatos para compartir su música?

Realidad virtual. Es realmente de lo más interesante para mí, porque podés trabajar el sonido en cuatro dimensiones. Es decir, podés sentir el sonido físicamente alrededor de tu cabeza, y sacudirte y que se aleje. Así que para mí es el formato más interesante, pero es muy difícil de ejecutar, porque necesita de programación, no sólo de la mezcla de sonido tradicional.

¿Es lo que hizo en Chalkroom junto a Hsin-Chien Huang? ¿De qué se trata?

No es un videojuego. No es un juego. Es un lugar, es como una película y un disco juntos. Es una película en la que podés entrar y caminar.

¿Cree que hacer arte juega un papel importante para cambiar el panorama violento que se vive a nivel mundial?

No sé si puede cambiarlo, pero sin duda podemos intentarlo. No quiero sonar oscura, pero el mundo se encuentra en grandes problemas de muchas formas. Estamos viviendo algo que ningún otro ser humano ha tenido que vivir antes: la posibilidad del fin de nosotros. Y esto no es una fantasía, es algo factible. Por eso tenemos la responsabilidad de ser buenos testigos de esto. Y me lo tomo muy en serio, aunque quizás no suceda nada, pero realmente el futuro de nuestro planeta no se ve bien. Y sé que eso es algo que podemos aceptar como historia, como algo natural, pero la gente necesita llevar a cabo acciones, hacer algo. No podemos sólo escuchar algo tan oscuro. Pero estoy interesada en la realidad, no en la fantasía, y por eso intento verlo como es, no como pienso que debería de ser. No entiendo cómo podemos vender tantas cosas, aunque eso no significa que voy a parar de crear. Voy a seguir haciendo las mejores cosas que pueda hacer.