“Es un juego de espejos entre ficción y realidad, alrededor de la vida de Arturo Despouey y su viaje a Londres en la Segunda Guerra Mundial. En Montevideo fundó la crítica cinematográfica, creó la revista Cine Radio Actualidad, fue maestro de Homero Alsina Thevenet, Hugo Alfaro y otros; allá se convirtió en corresponsal de guerra y locutor de la BBC. Pero era tartamudo. Tuvo problemas con las palabras y con el sexo, pretendió huir de las ficciones para conocer el mundo real y fue uno de los primeros periodistas en ingresar a los campos de concentración nazis. Dejó el manuscrito de una novela inédita en la que disimuló una confesión biográfica que ahora llega a través de Carlos Brauer, el bibliófilo de La casa de papel, narrador de mis últimas novelas, y también de esta historia”, dice Carlos María Domínguez sobre su nueva obra, El idioma de la fragilidad.

Autor de una veintena larga de libros, entre novelas, crónicas y biografías, Domínguez es uno de los raros casos recientes (el otro es Elvio Gandolfo) de escritores argentinos que se afincaron de este lado del río. La casa de papel, aparecida en 2002, lo volvió un escritor premiado y publicado internacionalmente y, a juzgar por el certamen que hizo la Feria del Libro este año (un mix entre preselección crítica y votación abierta), es su libro más apreciado por el público. Otro que marcó un hito en el reconocimiento popular de Domínguez fue El bastardo, la biografía de Roberto de las Carreras. Al igual que esa obra, que lo llevó a archivos de Entre Ríos, El idioma de la fragilidad implicó un trabajo de investigación documental largo: tres años. En la mitad de ese período, Domínguez recibió la beca Zavala Muniz del Ministerio de Educación y Cultura, que lo ayudó a terminar el proyecto.

“Busqué hasta el cansancio y sin suerte las grabaciones de la liberación de París que mandó Arturo como corresponsal y acá transmitía radio El Espectador. Pero esta vez el trabajo fue distinto, porque el núcleo principal fue el manuscrito inédito que había escrito Arturo en 1967 y me dio Hugo Rocha adentro de un sobre: setecientas páginas mecanografiadas en papel de seda, unas cuantas ilegibles y mordidas por el tiempo. Una supuesta novela escrita en tercera persona sobre un personaje llamado Guy Delatour. Pero enseguida comprendí que fue la forma que encontró Arturo de hablar de su vida, de su lucha contra la tartamudez, sus tormentos y su aventura. Todo muy desordenado, con zonas pueriles, malogradas por su vanidad, y zonas brillantes, asombrosas, geniales. Dudé mucho en involucrarme y sobre la forma de abordarlo, hasta que finalmente me decidí a modificar, desechar, agregar y recuperar las secuencias más expresivas desde la posición de un lector, en este caso Brauer, que cuenta lo que lee entre líneas, con sus preguntas, sus ansiedades, sus propias preocupaciones, así que es una novela escrita desde el lugar del lector, una suerte de corrimiento de la posición tradicional del narrador. La aventura del personaje, que es la de Arturo, coincide, finalmente, con la aventura de la lectura de Brauer, que fue la mía. Y la idea es que lo que ocurre entre los cuatro se multiplique y expanda en los nuevos lectores.”

El idioma de la fragilidad (Tusquets/ Planeta) se presenta en el Salón Rojo hoy a las 18.00. La investigadora Rosario Peyrou conversará con Domínguez.