La historia decía que un tipo iba al médico por su tristeza y el profesional le recomendaba ver a Pagliacci, para luego revelar (en forma trágica) que Pagliacci era el mismísimo paciente. Eso de que “en casa de herrero, cuchillo de palo” suele colarse en el mundo del entretenimiento, y una película original de Netflix retoma el concepto. Girlfriend’s Day está situada en un mundo prácticamente igual al nuestro, con la diferencia de que la industria de las tarjetas de felicitación tiene una importancia mucho mayor dentro de la sociedad, con autores que son tratados como celebridades y nuevos feriados que pueden sacudir la economía de una ciudad.

Allí conoceremos a Ray (Bob Odenkirk), el herrero que fue capaz de plasmar los sentimientos más fuertes en medio de un papel doblado, pero que no pudo hacerlo en su vida privada, terminando solo y penando el amor de una mujer. En pocos minutos lo veremos tocar fondo y, es justo señalarlo, esto funciona porque ya hemos visto a Odenkirk en circunstancias similares, en especial como el ya legendario abogado Jimmy McGill, más conocido como Saul Goodman.

La historia, sencilla, contenida en unos 70 minutos que impiden el empantanamiento, conjuga momentos conocidos, como el artista que sufre un bloqueo, la ex pareja que superó mucho mejor la separación, la obligada compañía de un niño y la chance remota de recomponer su carrera. Un giro hacia lo noir terminará de revelar el absurdo de este mundo (diferente al nuestro, que tiene un montón de absurdos diferentes) y presentará a la chica, a los matones, a la víctima y al hombre poderoso que podría estar detrás de uno o más de estos elementos.

El elenco se las arregla para que la trama encuentre brillo entre tantos clichés ocultos dentro de una tarjeta de felicitación, y en menos de lo que disfrutamos de dos episodios de una serie dramática, entramos y salimos de este mundo con la satisfacción de llevarnos algo en el bolso. Aunque más no sea otra ocasión de ver a Bob haciendo una de las tantas cosas que hace bien.