Huyó de la militancia política y del periodismo casi con el mismo desencanto y hace 11 años que es un “prostituto de la risa”, como ha dicho en uno de esos especiales que hizo para Comedy Central Latinoamérica. Porque Federico Simonetti, argentino, producto de una familia de clase media de empleados estatales, con un mellizo que es abogado penalista y que aún no ha tenido que asistirlo profesionalmente, es un tipo sarcástico, al que no le van mucho los chistes de suegras ni las quejas que surgen de observarse el ombligo. Quien lo ponga en duda, puede ir a verlo esta noche a las 22.00 en UnderMovie, donde va a estar probando el material de su próximo espectáculo en Buenos Aires.
¿Qué podés decir de este show sin quemarlo?
Estoy tratando de hacer una rutina nueva todos los años. Últimamente son como fotografías de lo que me pasó, la mirada que tengo. Muchas de las cosas nuevas están teñidas por el triunfo del neoliberalismo criollo que estamos teniendo y por una lectura de odio, cosas muy argentinas. Por eso tampoco puedo hacer las cosas más de política coyuntural. Pero sí las que tienen que ver con las redes, el aborto, la mirada religiosa de la vida, hasta chistes sobre mandatos de la Iglesia, o con tener casi 40 años y ser de centroizquierda y progre.
¿Sentís que la realidad te lleva a hacer más humor político?
Obvio, además lo vengo haciendo mucho en mis redes sociales: hice País de boludos, que es como una especie de informativo. Tengo mucha demanda de humor político también de gente que va al teatro y por ahí ve cosas muy personales y dice “cuándo vienen los chistes de política”, o al revés. En una función encontré la idea: depende del tono que tenga mi mirada privada sobre la cosa pública. Es lo que intenta transmitir el show, cómo sufro en lo privado la política.
¿Sería un lugar intermedio entre el humor de observación y el netamente político?
Es curioso, a nivel escénico y también técnico, la estructura del humor de observación es muy parecida a la del humor político en algún punto. En general, lo que hacen es señalar cosas que la gente por ahí no se plantea. Pero el humor de observación, en realidad, no es algo que yo haga, ni que me sienta cómodo con la comedia livianita. Soy más bien oscuro y tengo bastante humor negro.
Esto de haber hecho los micros Noticias para gente que se despierta al mediodía y País de boludos, ¿medio que te agota el material, te sobreexige o te entrena?
Me entrena para el cotidiano, pero son lenguajes distintos. Me ocupa un espacio de creatividad que después lo tengo que volcar en el stand up. Pero también me lo potencia. Ese es el tema: cuando uno se acostumbra a un ritmo de producción diaria, empieza a hacer chistes sin tratar de juzgarlos tanto. En un momento entrás en una dinámica de sobreproducción y necesitás ponerte por encima de la coyuntura.
¿Cómo generás tus ideas?
Me concentro mucho en la opinión y después en el punto de vista; la forma de comunicarlo es a través de un chiste, es ponerle sarcasmo y un abordaje no tan directo. Para escribir material todos los días hay que informarse. Aparte es como un trabajo, no diría terrible, para nada, pero que lleva las horas como si fuera de oficina, si uno lo toma así, como una actividad tan rigurosa.
Los modelos suelen ser de Estados Unidos, pero en Argentina se ha hecho bastante en late shows este tipo de monólogos de actualidad...
Sí, Tato Bores ya en los 70, 80 hacía una especie de late night. Es un formato que está siempre disponible, pero la vedette es el enfoque. Si sos bueno en eso, tenés un valor agregado que es mucho más fuerte que hacer “chistes sobre”. Siento que hay una forma de hacer humor político que es muy pedorra, por ejemplo, muy a lo guionista malo: “Hay una noticia de la Iglesia, entonces veo cómo la asocio con la pedofilia; hay una noticia sobre el kirchnerismo, veo cómo lo asocio con la corrupción”. Es un abordaje muy fácil. A mí me gusta hacer humor en la construcción del discurso y no sobre lo que yo califico que es, ver las contradicciones de lo que quiero criticar.
¿Cómo se percibe el humor en distintos países, según tu experiencia en giras?
El stand up es una actividad que nos llevó a asumir fracasos muy grandes. En general, los países latinoamericanos son más conservadores y con menos posibilidades de reírse de sí mismos, y eso te exige ser más riguroso si vas a hacer burlas en torno a cosas políticas, etcétera, porque no se la bancan mucho. Lo mismo puede pasar en España. Al ser una actividad que está en desarrollo, en los países donde menos tiempo tiene, lleva a que quieran pasar el chiste popular y disfrazarlo de evidencia u opinión personal. Hay una regla: cuanto más reprimido es un pueblo, más se ríe de los chistes groseros y machistas. Eso se re nota. Pasan cosas absurdas. Justo en Colombia no actué pero cuentan que podés tranquilamente decir “a mi mujer le pego” y se ríen, y si golpeás a la Iglesia dicen “la verdad es que pasó la línea”. Hay un nivel de conservadurismo muy pedorro.
De tus colegas, de los especiales en Netflix, por ejemplo, ¿cuáles te parecieron los más logrados?
El de Sarah Silverman fue de lo mejor que vi en el año, y uno que estrenaron ahora, Judah Friedlander. En general, me gusta un poco más lo que se hace afuera, pero no por snobismo, sino porque recién ahora en el circuito uruguayo-argentino que más conozco se empieza a permitir un nivel de corrosividad. El desarrollo propio de la disciplina está permitiendo que se desarrolle también un público que busca otras ideas, no tanto el humor sobre “uh, mi jermu, eh, cuando se corta el agua”, esas cosas domésticas y de matrimonio permanente. Y empiezan a haber cosas muy buenas, comediantes como Félix Buenaventura. Todavía no graban especiales para Netflix porque lo hacen los más “de marca”, porque el mercado siempre abre en mainstream. Para instalar cosas contraculturales, primero tenés que instalar cosas culturales, digamos, para que las rompa alguien.
Podríamos evitar el tema pero viene al caso, ¿qué te parece esto que pasó con Louis CK?
Yo qué sé, es un espanto, una decepción. Me parece que estuvo bien en reconocer que esa es la cabeza que tenía en ese momento. Por ahí le da la posibilidad de reivindicarse haciendo un muy buen show en torno a eso. Me parece que también los varones tenemos que pagar... nosotros estábamos en una situación de impunidad, podríamos llamarla, a nivel social, el varón en muchos casos abusaba en términos verbales hasta físicos y sexuales, y hay que ver cómo cada uno se hizo cargo de esa impunidad, por ahí va la cosa. Yo gocé de la misma impunidad y no tuve ninguna denuncia. Entonces, cada uno se hace cargo de lo que hizo con esa sociedad patriarcal.