En una era en la que a cada minuto se suben cientos de horas de video a Youtube cuesta recordar aquellos momentos en los que sólo unos pocos privilegiados contaban con herramientas para filmar sus actividades cotidianas. Y que, conforme retrocedemos al pasado, encontramos cada vez menos archivo filmográfico de nuestro país.

De ahí la importancia de la cita de mañana en la zona A del Balneario Municipal de Paysandú, cuando a las 20.30 se exhiba Paysandú: bella y heroica ciudad del litoral, un documental filmado en el departamento en la década de 1940 como parte de un trabajo de rescate y difusión de Cine Casero.

“Cine Casero es un proyecto de preservación de la memoria colectiva que investiga y recupera registros audiovisuales cotidianos”, cuenta Julieta Keldjian, su responsable cultural y académica. “A través de talleres y proyecciones abiertas en diferentes puntos del país, nuestra intención es que esas películas puedan volver a verse y capacitar a los propietarios para que puedan conservarlas”.

Gracias a un Fondo Concursable para la cultura del Ministerio de Educación y Cultura, realizaron talleres que les permitieron “confirmar la sospecha” de que en el interior de nuestro país existe una enorme riqueza de “documentos” para la memoria. “Por un lado, las películas, que son algo material y tangible, y por otro, la historia oral, los relatos, las vivencias, que son inmateriales pero que son parte de la identidad y del patrimonio cultural de una comunidad”.

Para Julieta, existe “un grave problema con la memoria y el pasado”. Lo valoramos como algo importante en lo individual, pero las iniciativas colectivas de preservación o investigación fracasan por no tener apoyo “ni del público ni de las autoridades”.

“En el caso del patrimonio audiovisual eso es clarísimo: me refiero a las dificultades de Cinemateca y del Archivo Nacional de la Imagen. No tenemos archivos audiovisuales conectados con los públicos, con los cineastas... Recién ahora se está empezando a hacer cine a partir de imágenes de archivo, pero en el mundo esta es una tendencia que explotó hace por lo menos dos décadas”.

Cine Casero capacitaba a quienes se acercaban a los talleres con una película casera, explicando cómo hacer para que se mantuviera más tiempo. “El proyecto busca también pelear por un espacio local en la iconosfera global, una pelea por recuperar nuestras imágenes, referentes propios”.

Una de estas piezas apareció mientras desarmaban una casa. Encontraron ocho rollos en 35 milímetros que decían “Paysandú” a lápiz manuscrito. “Empezamos a revisar los rollos, sin poder proyectarlos. Vimos que tenían una unidad, que podían ser parte de una película, y efectivamente era sobre Paysandú”.

“Veíamos que teníamos sonido; era sonido óptico, pero no sabíamos qué se decía. También sabíamos que era una copia de proyección y que estaba hecha de nitrato de celulosa, el soporte más conocido del cine de los primeros tiempos, que, dada su composición química, es altamente inestable, responsable de los clásicos incendios de salas de proyección y estudios cinematográficos de la primera mitad del siglo XX”.

Una película uruguaya filmada en nitrato era algo “muy importante”, que motivó un proceso de recuperación del material, según detalló. “Lo que hicimos fue una digitalización con fines de preservación. Es una digitalización que respeta un protocolo de preservación: se inspecciona el film y se documentan sus especificaciones técnicas, se digitaliza cuadro a cuadro con ‘ventanilla abierta’ para que se vean las perforaciones y el área de imagen completa, la resolución es de 2K”.

Acondicionaron técnicamente la imagen, corrigiendo estabilización y contraste, y realizaron la posproducción de audio. “Tuvimos que tomar decisiones de montaje; como no tenemos el orden de los rollos, no sabemos con precisión si faltan partes, si es realmente el orden narrativo original. No contamos con documentación en la que basarnos, no hay guion, datos de producción, no encontramos ni siquiera anuncios del estreno”.

La adquisición digital cuadro a cuadro se hizo en la Cineteca Nacional de México, con la presencia de Macarena Fernández, productora e investigadora del proyecto: “Ella hizo el trabajo, junto con los técnicos de la Cineteca, y aprendió un montón. Ahora es un recurso formado, que puede replicar esto acá... cuando la infraestructura tecnológica lo permita”.

Los talleres permitieron establecer que la filmación fue realizada entre 1942 y 1945, por el estado de algunos edificios y el sentido de circulación vehicular. Pero no fue su única importancia. “Fueron fundamentales no sólo para contextualizar las imágenes, sino para valorar el sentido de lo filmado, la dimensión política, social y cultural que no está contenida en la imagen. Las personas fueron aportando datos, y junto con los datos, experiencias, relatos, ‘cuentos de abuelos’, ‘cosas que se dicen’ por ahí... Todas estas son capas de conocimiento que no son siempre exactamente igual a la ‘versión oficial’ o pública de los acontecimientos”.

“Lo más importante es que la comunidad de Paysandú se apropió de la película. Hay un grupo de vecinos de la ciudad que la hizo suya; se movieron, fueron a los archivos, compartieron lo que encontraban, enriquecieron con sus datos y fotografías el contexto en el que se produjo. Y eso es lo más importante, porque construyeron un lazo afectivo con ella. Va a ser muy difícil que esta película se olvide. Para la gente que trabajó en los talleres, va a pasar a formar parte de su memoria afectiva”.

Y no es un dato menor que esta actividad se realice en el interior. “Tenemos que romper con el círculo vicioso del centralismo”. La falta de apoyo de las autoridades contrastó con el entusiasmo de los sanduceros, que se sumaron enseguida a la propuesta. “Estoy segura de que la proyección del domingo será una fiesta. Y ojalá vayan muchos niños y jóvenes. Ellos son los que se van a encargar de cuidar de la película en el futuro cercano”.

¿Y el futuro? “La premisa del proyecto es que las estrategias de preservación y visionado se puedan resolver con recursos caseros, que estén al alcance de cualquiera. Por eso, el próximo paso debería ser pasar esta experiencia a los referentes de cada institución (biblioteca, centro cultural, escuela) para que puedan ser agentes activos del patrimonio audiovisual de su comunidad”.