El fundador de la vanguardia escénica de los años 60, Alberto Restuccia, dramaturgo transgresor que ha llevado a escena a lo largo de más de medio siglo obras experimentales y rupturistas, llevará a las tablas la performance teatral Yo soy la mujer de mi (hoy a las 21.30 en Tractatus). Según dijo a la diaria, lo más importante de su nueva puesta es el hecho de que está basada en un caso real, como es la vida y obra de Pierre Molinier, poeta y artista plástico que, según precisa Restuccia, se convirtió en un artista surrealista apadrinado por André Bretón, que se propuso reivindicar al delirio como arte poético, y que incluso desarrolló un arte erótico sustentado en él.

Luego de pequeños preestrenos de la pieza (en el Museo Zorrilla, la Facultad de Información y Comunicación y el edificio anexo del Palacio Legislativo), el autor y director de Esto es cultura, ¡animal! recuerda que descubrió a Molinier hace muchísimos años, gracias a la película franco-española Tamaño natural, dirigida por Luis García Berlanga y protagonizada por el emblemático Michel Piccoli y una muñeca de goma de tamaño natural. “Cuando Molinier la vio, dijo que esa muñeca era la copia pasiva de lo que desearía ser. Y yo en el espectáculo me pregunto qué deseaba ser Molinier”. En ese sentido, retoma lo que Simone de Beauvoir planteó en una biografía del Marqués de Sade, cuando afirmó que él, con todas sus promiscuidades, lo que deseaba era ser mujer. Y al poeta y ensayista Roberto Echavarren, cuando sostiene que el Conde de Lautréamont también deseaba ser una mujer. A esto lo vincula con otro escritor uruguayo, como Felisberto Hernández, cuando en su cuento “Las hortensias” incluyó como protagonistas a muñecas de goma “similares a los maniquíes o a las figuras eróticas de látex y siliconas. De modo que en la puesta reúno a todos estos antecedentes, porque no son casuales. Y tienen mucho que ver con el que considero mi maestro joven: Sergio Blanco”, comenta, y recuerda que en la última obra de este, El bramido de Düsseldorf, se trabaja con una serie de imágenes que transcurren en paralelo a las actuaciones, algo que se traslada a esta puesta de la mano de Mateo Etchegoyen.

“Yo, como mujer virtual, como copia pasiva, soy un alma de mujer incluida en un cuerpo de hombre. Mi nombre artístico, Beti Farías, es un derivado proustiano de Albertina, Betina, Beti. Y Molinier es mi objeto de admiración y, por lo tanto, mi objeto de deseo. Lo que me encanta del planteo de Blanco es su defensa de que el arte no tiene moral.Y por eso, la muñeca de goma se convierte en una maravillosa metáfora sobre la mujer real, en el sentido de que no hay perversiones”. En esa misma línea, recuerda que para Molinier no existía ni el incesto ni el tabú, y a lo largo de su vida fue bisexual –se casó y fue padre, como Restuccia–, y conoció lo que él define como “la soledad de la ternura”: “el entre, que es muy importante, porque es lo que está entre dos cosas. De hecho, se decía que con el número dos nació la tragedia, y que teníamos nostalgia de cuando todo era una unidad”. En Yo soy la mujer de mi se trabaja cada uno de estos complejos a partir de su poesía erótica, profundizando en la línea autoficcional en la que viene trabajando.