Qué no puede hacer Joyce Carol Oates, autora de más de 50 novelas, 400 relatos breves, títulos de no ficción, poesía y, cómo obviarla, la biografía sobre Marilyn Monroe. Si quiere, esta neoyorquina que roza los 80, arma en Rey de Picas un juego de cajas en el que un escritor de bestsellers al que los medios apodan “el Stephen King de los caballeros” —lo que sea que eso quiera decir— se crea un seudónimo. Firmando como Rey de Picas puede dejar de lado gentilezas e imaginar crímenes atroces, páginas escarlatas. El artificio liberador se presta para anotaciones freudianas, pero el asunto no es apenas la doble personalidad, literaria, al menos, sino las consecuencias en su mundo cotidiano, cuando la hija de este tal Andrew J Rush descubre uno de estos horribles libros y, además, una vecina lo demanda por plagio. Entre agentes literarios y editores, fama, fortuna y crímenes imperfectos, va esta “novela de suspense”, como reza en la portada de la edición de Alfaguara (Penguin Random House) con una imagen de sombras chinas.