Con el compromiso de entregar un puñado de canciones para niños que fueran “medicina” y a la vez funcionaran “como recordatorio de qué es lo realmente importante”, los integrantes de Encanto al Alma reconocen como influencias a dos verdaderos mojones de la música para niños de estos lares: la enorme María Elena Walsh y el emblemático Canciones Para No Dormir La Siesta. “Ambos son proyectos muy potentes, que nos marcaron mucho desde la infancia, que alternan personajes y fantasía con mensajes claros y contundentes”, opinan. El grupo tiene varios años de trayectoria, en la que recorrieron diversos escenarios a lo largo del país, y este año presentan su tercer disco, Tierra de cuentos, del jueves 6 al domingo 9 de julio, en doble horario, a las 15.30 y a las 17.30, en la Sala Zitarrosa.
El germen del grupo se remonta a 2005, a partir de la iniciativa de la compositora y cantante Leticia Passeggi, quien invitó a Mariana Lucía a tocar con la guitarra las canciones para niños que ella componía; al año siguiente se sumó Magdalena dos Santos en percusión. Con esa formación original, durante los primeros cinco años el camino fue hacia adentro: se centraron en la composición y en la formación, y compartieron su trabajo en formato de taller. Luego de ese primer lustro grabaron su primer disco Somos arco iris, que significó el cierre de un ciclo: Lucía y Dos Santos dejaron el grupo, y se incorporaron Brunella González –dirección musical y teclados–, Leticia Ruibal –batería y percusión; como está de licencia maternal, este año la suplanta Daniel Bentancur– y Nicole Berenstein en la producción. En 2014 adoptó la formación actual con la incorporación de Agustín Alén –guitarra– y Román Impallomeni –bajo, producción musical de los discos–; ese año grabaron el segundo álbum, Magia de la tierra.
Cuentan que desde un comienzo se propusieron hacer canciones para niños que estuvieran dirigidas también a sus familias, “que ayuden a fortalecer valores que nos hacen bien como personas, como el cuidado y la valoración de la naturaleza”. Subrayan la particularidad de su destinatario, el público infantil, que “recién llega al mundo, lo está descubriendo, está más limpito, más cerca de lo que quiere y lo que no, y necesita que alguien venga a recibirlo, a descubrir el mundo junto con él”. Destacan, además, la riqueza del vínculo que se establece con los más chicos: “El niño necesita alimentarse de cuentos, de seres fantásticos, para comprender sus emociones, sus enojos, sus tristezas; y los adultos necesitamos vincularnos con los niños, recordar que ellos tienen razón”, afirman. A ese público pequeño dedican su esfuerzo, conscientes de la dificultad que entraña la tarea: “Hacer música para niños es una tarea muy exigente, porque estamos hablando de los seres más despegados del planeta; ellos no van a valorar un acorde complicado ni un verso muy rebuscado, ni una gran destreza en el instrumento. Son honestidad pura: si no les gusta, se levantan y se van o se ponen a hacer otra cosa. Hacer cosas para niños requiere, además de saber manejar el instrumento musical y la voz, estar presentes, una de las cosas más difíciles para los adultos”.
El espectáculo que están preparando para estrenar en la Sala Zitarrosa el 6 de julio se llama La tierra de los cuentos y será ocasión para presentar el disco homónimo, el tercero de la banda. El punto de partida es el hallazgo del libro mágico de los cuentos, seguido por un descubrimiento decepcionante: está vacío. La banda se dispone a buscar los elementos perdidos, imprescindibles para ponerlo en funcionamiento: “La escama de un dragón, los cordones de los zapatos de un gigante, un suspiro de sirena, la huella de un dinosaurio, un mapa de piratas, que les permitirán recuperar la tierra de los cuentos”. El disco incluye 13 canciones que recogen historias y leyendas cuyo denominador común es la fantasía: “Desde cómo se formaron los bichitos de luz, la historia de un gigante que estaba enojado, las fases de la luna en clave de danza, el poder curativo de un abrazo”.