A fines de 1988 un grupo que integraba el elenco del Teatro Circular decidió participar en un nuevo ciclo dedicado a realizadores jóvenes. Todo surgió cuando conocieron un texto del Negro Fontanarrosa publicado por Jaque: “El mundo ha vivido equivocado”, aquel genial encuentro en un bar entre Hugo y Pipo. Según Fernando Toja, esa fue la raíz del primer ¡Ah, machos!: “Después de conocer el cuento me junté con Franklin [Rodríguez], empezamos a leer y a escribir textos propios”, y lo fusionaron en un exitosísimo espectáculo, en aquel entonces protagonizado por Jorge Bolani, Walter Etchandy, Enrique Vidal y Domingo Lado.

“A los 15 días ya estábamos en horario central, y fue un batacazo que no esperábamos”, admite el director de una puesta que se mantuvo en cartel 18 años alternados, y que recibió el premio Bambalina al mejor espectáculo en el Festival de Cádiz.

Esta vez, vuelve el mismo grupo de amigos (en los 90 Toja sustituyó a Bolani), pero ahora deberán enfrentarse al paso del tiempo y a las nuevas tecnologías, y lo harán a partir de textos de Vidal, Toja y Daniel Paiva. La nueva versión “mantiene el mismo espíritu”: el director cuenta que “la amistad se mantuvo, seguimos haciendo la obra durante años, y ahora la idea fue volvernos a reunir y plantearnos otro ¡Ah, machos!”.

“Si bien cada uno de nosotros ha contado con sus trayectorias individuales, con propuestas muy diversas, retomamos esa motivación, y trabajamos sobre un tema que ha vivido un cambio cultural muy importante. Por ejemplo, cuando hacíamos el clásico, había lugares en los que la gente ya no se reía. Este nuevo espectáculo mantiene la irreverencia, pero intentamos que dentro de las diez historias ―que son breves y fragmentadas― también se apueste por diferentes lenguajes: integramos al uruguayo Daniel Paiva ―que está radicado en España, con su dúo de humor Los modernos―, que tiene un lenguaje muy claro, irónico e inteligente, que se volvió un muy buen aporte sobre las lecturas contemporáneas del machismo. Hablamos del machismo en el fútbol, entre los amigos, en los rumores o en un boliche decadente, a la vez que variamos tonos y espacios. Al final incluimos una vuelta de tuerca que nos permite cierta teatralidad, sobre todo en lo que tiene que ver con una búsqueda estética. Pero se trata de un teatro popular”, advierte.