La última temporada de Juego de tronos llegará recién en el mes de abril del 2019. ¿Qué hacemos, mientras tanto, quienes sufrimos el síndrome de abstinencia de intriga medieval, violencia extrema y el ocasional desnudo masculino frontal? Pues Netflix tiene la solución.

En los últimos días agregó a su catálogo una película original, que tuvo su estreno mundial en el Festival de Cine de Toronto y que llega con figuras y valores de producción mucho mayores a los de un “telefilme”. Así que acompáñenme a ver de qué se trata Outlaw King (crédito parcial a quien la tradujo como Legítimo rey).

Escocia e Inglaterra tienen una larga tradición de no ser los mejores vecinos del mundo, en especial (si le preguntás a un escocés) por la manía de los ingleses de querer conquistarlos y anexarlos a su reinado, para siglos más tarde independizarse de la Unión Europea y arrastrarlos al ostracismo con ellos. Esta historia habla de eso y comienza en 1304.

Por aquella época se vivía una alzada independentista con William Wallace a la cabeza, que aquellos que hayan visto Corazón valiente (Mel Gibson, 1995) sabrán que no culminó de la mejor manera para él (yo no la vi y sé que no culminó de la mejor manera para él). ¿Se acuerdan que decía que podían tomar su vida pero no su libertad? Bueno, eso.

Comandando el ejército ganador estaba el rey Eduardo I de Inglaterra, interpretado por Stephen Dillane, quien es Stannis Baratheon en Juego de tronos. Y digo “es” en lugar de “era”, porque la serie nunca mostró su cadáver y existe la posibilidad de que en el último episodio aparezca de la nada para ser el artífice de la victoria de las fuerzas del bien. Déjenme soñar en paz.

Eduardo, al igual que Stannis, cometió algunos errores clásicos. En este caso, humilló de tal manera a los derrotados, que no tardó en surgir una nueva intentona independentista. Esta vez encabezada por el simpático, respetuoso y bastante apuesto Roberto Bruce, en la piel del simpático, respetuoso y bastante apuesto Chris Pine.

Al director escocés David Mackenzie (el de Hell or High Water, 2016) no le interesan las sombras en la vida de su coterráneo, quien (spoiler) luego sería coronado Roberto I de Escocia. El guion lo prepara para ser el héroe de la película, quien se enfrentará a los peores enemigos y deberá utilizar su ingenio para salir victorioso. En ese sentido, Pine es perfecto para el papel.

Esto nos permite disfrutar de una aventura clásica, en la que luego de firmar su compromiso de reverencia al trono inglés, Roberto escucha el clamor popular y reúne a un ejército en busca de la autodeterminación de su pueblo. Claro que en aquella época romper un contrato importaba muchísimo más que en la actualidad, y costó que varios perdonaran su deshonor.

Más allá de los detalles reales de su insurrección (podría estar horas revisando links en Wikipedia y quizás lo haga algún día), al protagonista de Legítimo rey le pasan mil y una antes de conseguir hacer mella a los ingleses. El guion de Mackenzie lo presenta, por lejos, como el más débil en el enfrentamiento, ganando nuestra empatía mucho antes de que lo hagan morder el polvo una y otra vez. Llega un punto de la narración tan desesperante, que parece que estuviéramos frente la lucha entre una miserable nave X-Wing y la Estrella de la Muerte. Mala analogía, porque una X-Wing pudo con la Estrella de la Muerte. Parece que estuviéramos frente a la lucha entre un ewok y todo el Imperio Galáctico.

No hay grandes desviaciones de la fórmula clásica del luchador que se levanta cerca del final de la pelea para noquear a su contrincante mucho más experimentado. Lo hemos visto literalmente en Rocky IV (Sylvester Stallone, 1985) y en Cinderella Man (Ron Howard, 2005), pero figurativamente en otras tantas miles. Sabemos que “el muchachito” sufrirá alguna pérdida en el camino, pero también sabemos que el director no puede ser tan guacho y que si muestra el sufrimiento de un personaje secundario es porque luego superará su pesar.

La mencionada “escena del knock-out” incluye una charla motivacional, que lamentablemente no nos deja frases para el recuerdo, como sí hizo Corazón valiente, 300 (“esta noche cenaremos en el Infierno”; Zack Snyder, 2007) o Titanes del Pacífico (“cancelaremos el Apocalipsis”; Guillermo del Toro, 2013). Pero nos deja grandes momentos visuales.

Es que el presupuesto de 120 millones de dólares permite que las batallas sean multitudinarias y que la recreación de época no huela a adaptación escolar. La producción optó por mostrarnos una antigüedad sucia y despojada, más realista que en ficciones como El rey Arturo: La leyenda de la espada de Guy Ritchie (2017). Uno puede creer que en 1304 se vistieran con esos colores apagados y esos escotes vencidos.

En Legítimo rey hay matrimonios arreglados, guerreros completamente locos (un casi irreconocible Aaron Taylor-Johnson), tripas colgando y al menos una escena en la que acogotan a un ganso. Bueno, técnicamente acogotan a dos cisnes, pero es mucho menos vendedor. Elementos que construyen dos horas de otra de esas películas de héroes demasiado buenos que luchan contra todo por lo que consideran justo. ¿Seremos tan cínicos que ni siquiera podemos disfrutarlas un ratito?

Y si sos escocés y mientras pasan los créditos no te dan ganas de salir a independizar tu patria por las buenas o las otras, es que no tenés sangre en las venas.