Cuando se habla de la “era dorada de la televisión”, la referencia es a series definitivamente adultas, como The Sopranos o The Wire, pero los que éramos niños en los 90 tuvimos nuestra propia era dorada, con series como ¿Le temes a la oscuridad?, Pete & Pete Hey, Arnold, Alex Mack... una época en la que convivían la tierna Rugrats con el delirio existencial de La vida moderna de Rocko. Entre tanta variedad, una de las reinas de la pantalla chiquita era Melissa Joan Hart, con su participación en dos clásicos de la época. Tanto Clarissa lo explica todo como Sabrina, la bruja adolescente eran series que mezclaban ingenuidad, picardía y la última moda de los 90 (¡ay, los minivestidos de terciopelo!), con resultados súper entretenidos.
Creo que cuando Netflix anunció el lanzamiento de Chilling Adventures of Sabrina (CAOS) todos los que vivimos aquella otra época dorada pensamos en el programa de Nickelodeon y no en el cómic original de Archie en el que estaba basado aquel ni en la reinvención oscura de Archie Horror (2014) en la que se basa la nueva serie (tanto el guionista de este último cómic como el responsable de la versión televisiva es Roberto Aguirre Sacasa, junto con Robert Hack en el caso de la serie). Pero sí, como suele ser la tendencia, este reboot de Sabrina está enfocado a un público más maduro, con temas más adultos y un giro de la comedia al misterio/terror.
La protagonista sigue siendo Sabrina Spellman (ahora interpretada por Kiernan Shipka, la ya no tan pequeña Sally Draper de Mad Men), una mitad bruja mitad mortal que vive con sus dos tías brujas del todo, Hilma y Zelda, tiene un novio devoto y sencillo llamado Harvey y cuenta con un gato negro compañero de brujerías, Salem (que en esta versión no habla, probablemente porque su fabuloso divismo de la serie de los 90 no encajaría mucho con la atmósfera de la serie nueva, y además porque se recupera un personaje del cómic, el primo Ambrose, cuya historia estaba condensada en la del gato parlanchín en la otra serie).
En esta versión el relato también comienza con los preparativos para recibir el cumpleaños número 16 de Sabrina, día en el que ella deberá decidir si pasará por su bautismo oscuro y le ofrecerá su alma al Señor ídem, dejando de lado la parte mortal de su vida. Por esas casualidades de la vida, esta fecha coincide con una luna roja que se ve sólo cada 100 años, lo que augura acontecimientos extraordinarios. Por lo tanto, todo parece ir bien en el Camino de la Noche de Sabrina, pero ella es una adolescente y, como tal, no les va a hacer las cosas fáciles al Señor Oscuro ni a nadie.
Y hay que decir que tiene un cuestionamiento válido: si la religión a la que las brujas adhieren –en el universo de esta serie– está basada en la libre voluntad, en oposición a la del “Falso Dios”, ¿por qué en su bautismo oscuro Sabrina debe prometer su obediencia al Señor ídem, en un intercambio de libertad por poder? ¿Por qué no puede tener ambos? Además de que convertirse en una bruja full time la alejaría de la parte mortal de su vida, en la que se encuentran sus mejores amigas y Harvey, por quien Sabrina demuestra a lo largo de la serie que está dispuesta a hacer enormes –a veces literales– sacrificios.
Como todas las figuras arquetípicas del terror –fantasmas, vampiros, zombis, por mencionar unos pocos–, las brujas vienen con su propia carga metafórica sobre la condición humana, rica en conceptos y en historia. Se han asociado desde siempre con la autonomía femenina vista como un peligro para la sociedad, particularmente en lo que refiere a la autonomía sexual, y por eso la pubertad es tan importante en estas historias –ver también Carrie (Brian De Palma, 1976) o la excelente The Witch (Robert Eggers, 2016), que los creadores de CAOS incluyen en su lista de influencias y a la que le hacen un homenaje explícito en una escena–. Como los ritos de la Iglesia de la Noche funcionan, por momentos, como el inverso exacto de los de la iglesia cristiana y en otros momentos de forma muy parecida a esta, el bautismo oscuro de Sabrina implica que ella llegue virgen a este momento, y una interrupción del bautismo se compara con “dejar al diablo en el altar”. Hay una tensión continua en la serie (que la misma Sabrina explicita) entre el poder que tienen las mujeres brujas en comparación con los mortales, y lo tonto que sería renunciar a ese “delicioso” privilegio, y el hecho de que su poder esté condicionado a obedecer a una autoridad masculina.
La construcción del universo de la serie es intrincada y se alimenta de distintas tradiciones folclóricas, entre paganismo, cristianismo, judaísmo y textos bíblicos apócrifos –y los hechizos siempre se dicen en latín–, además de numerosísimos guiños visuales, textuales y estilísticos a otras obras de terror, que podrían llegar al exceso si no fuera por sus distintos grados de sutileza (y el amor con que se hacen). Hay terror psicológico pero tampoco se le hace asco al gore, en una historia coming of age mucho menos amable que, por ejemplo, Stranger Things: ya en el primer capítulo presenciamos un asesinato y una posesión demoníaca, y las cosas van escalando hasta un acto de necromancia horriblemente fallido y sus consecuencias.
También hay humor y camp –la actuación de Michelle Gomez como Mrs Wardwell es particularmente fantástica en este aspecto–, y si bien al principio el mundo mortal de Sabrina no parece ni remotamente tan atractivo como el otro, sus amigas y Harvey están en su propia búsqueda de identidad, que en todos los casos se relacionará de una forma u otra con la historia del pueblo Greendale y su relación con las brujas, lo que ayuda a mantener el interés en estos personajes.
Chilling Adventures of Sabrina es otro acierto de Netflix no tanto por lo innovador sino por ser una serie con una personalidad definida, personajes entrañables y moralmente complejos y una trama envolvente, que nos deja pendientes de la segunda temporada (que está aseguradísima porque Netflix la encargó junto a la primera, gracias a Lucifer).