“Mi padre trabajó con tu madre”, le largó a prudenciales centímetros de su rostro, siempre congelado, hace unas pocas noches en un bar céntrico. Era una frase poderosa y le tenía fe, la había escrito en un cuaderno, junto con una presentación suya y algunos otros datos, no muchos, que creyó que podrían ser los indicados, luego de varios ensayos mentales y tachones, para su primer intento de conversación con su admirado Leo Maslíah.

Como Lucy, la protagonista de sus excelentes novelas Pendejos y Amor y amistad entre ovejas negras, Patricia Turnes (Montevideo, 1971) cuenta cada una de sus desventuras con su humor de ritmo acelerado e ingenioso, con detalles precisos de cada uno de los personajes, del ambiente, los diálogos y los gestos, y los desenlaces, en los que logra evaporar cualquier angustia.

Ahora su mente está enfocada en su carrera musical y en su segundo disco. Se llama, como una de sus mejores canciones, Yo tenía una vida, y estará disponible en formato digital este martes en feeldeagua.net, el sitio del sello independiente feel de agua.

Tal como hizo con Lentes oscuros, su primer LP, Patricia escribió diarios en los que dejó registros de las sesiones de grabación y otros acontecimientos vinculados más o menos directamente con su vida y su obra en los meses de trabajo para Yo tenía una vida.

“Siempre escribo, [aunque] cada vez menos porque la música me va chupando más, me la voy tomando más en serio. Antes escribía todos los días. Siento que cuando escribo no se pierden las cosas. Es ridículo porque nadie los va a leer”, dice sobre sus diarios, “aunque con el de Lentes oscuros, que era un mamotreto de 80 páginas, comprobé que sí, hay gente que se lo bajó (del sitio web de Feel de Agua, junto con el disco en el archivo winrar) y me contó que lo leyó. Siento que me ordena. Podés ver las cosas de afuera. Me gusta, es mi terapia”.

Patricia tiene muchas rutinas: “Me hice esa estructura neurótica de ir a caminar una hora y media por día, todos los días. Antes de eso toco dos horas la guitarra”. Además, practica karate dos veces por semana: “Ahí saco todo mi instinto asesino. Soy la más antipática del grupo. Soy simpática con la gente pero no voy a las reuniones de fin de año, no voy a reuniones que hacen mensualmente para comer pizza –no me gusta la pizza–, no tomo, soy una persona un poco aburrida. Tampoco me gustan los casamientos, no me gustan las reuniones de pura sociabilidad, soy medio bicho”, se define, y a propósito de su confianza cuenta que la grabación de su nuevo disco le permitió aumentar su autoestima en “un novecientos por ciento”, aunque “en el proceso de grabación me bajaron las defensas, me desbordó”.

El músico Fabrizio Rossi Giordano (Mux, Alucinaciones en Familia) fue junto con Patricia coproductor de Lentes oscuros, y su amigo, también músico y fundador de los míticos e influyentes Carmen Sandiego, Flavio Lira, participó en aquel proyecto, sumando su voz al electropop oscuro de “Era un extraño amor”.

En un viaje a Chile, ambos colegas se encontraron pensando en la idea de producir el próximo disco de su amiga Turnes, de liberarla del formato clásico de cantautora de guitarra acústica. “Para que vos puedas cantar con micrófono, bailar, con un lindo vestido, toda cheta”, así se lo propuso Flavio. “Vos te tendrías que adecuar a eso, dejar fluir, y mirá que sería dejar tus temas en manos nuestras y no controlar, entrar a mutar con nosotros y nosotros contigo”: esa fue la propuesta inicial. “Al principio estaba re quemada, los estaba odiando”, recuerda Patricia con fidelidad sentimental. “Pensaba: ellos no están entendiendo. Estos locos, que son salados músicos y los admiro, ¿qué están haciendo con mi música? Me sentía como un perro chúcaro, que no está acostumbrado a que alguien se le acerque a darle de comer. Hasta que al final hablé, me animé y nos entendimos”.

Fabrizio, por su parte, dice que el disco es una “oda a la demencia de Patricia”, y Flavio, “una especie de odisea donde alguien se da cuenta que tiene cierta tendencia a caer en relaciones tóxicas o enamorarse de una persona que no le conviene y de cómo busca la manera de al menos concientizarse y aprender algo”.

Músicamente, Patricia había pensado que este sería su disco de música electrónica, pero algunos canciones tomaron otras direcciones. A diferencia de su primer LP, algo más sereno, Yo tenía una vida es deliberadamente perturbador, y al mismo tiempo más francamente doloroso y lleno de amor.

La construcción de esa atractiva extrañeza que Patricia elabora sin esfuerzo con su oficio de escritora ahora se acompaña con un sonido acorde a sus universos pequeños e insoportables, con disonancias y arreglos deformes aunque no tan desconocidos, a partir del gusto y reconocimiento de la obra de artistas uruguayos como Jorge Lazaroff, Luis Trochón, Estela Magnone, y especialmente, Maslíah, que Patricia reconoce como grandes influencias. El disco, a partir de una ocurrencia de Flavio, estuvo a punto de llamarse Los que iban mutando, en homenaje al mítico grupo Los Que Iban Cantando.

“¡Eso me pasó!”, o “¿Qué estoy haciendo acá?”, dice sobre su cercanía afectiva y temporal con los episodios relatados en mis tres preferidas con el sello Turnes: “Frente a mi”, “Me contaste que tu padre apareció” y la perfecta “No te vayas de mí”.

El oyente también podrá encontrarse con un trap triphopeado sobre traición entre amigas y echadas en cara, una chacarera desarmada y una historia de perros con las alegrías rítmicas de The Talking Heads, uno de sus grupos foráneos predilectos. “Yo soy muy fan de la música uruguaya. Estoy en contra de que se burlen de Mauricio Ubal, por ejemplo, hay gente mucho peor de la que burlarse. Reconozco que siempre me gustaron los depresivos como Darnauchans, o de afuera Morrissey, The Cure, pero al mismo tiempo siempre tuve eso de lo bailable. Pasé mi adolescencia en Maldonado y me encantaba ir a bailar. Devo, B-52s, los Talking están en mi ADN, y descubrí que tanto en Devo como en Maslíah hay algo de la repetición y el humor que siempre me interesó”.

En la tapa de Yo tenía una vida hay dos gallinetas: “Mirá, no sé mucho, no averigüé nada de la gallinetas, no quiero saber, es lo que yo sé sensiblemente de las gallinetas y es que, cada vez que veo a una, no hay nadie alrededor. Son como antisociales, pero cuando veo una, después aparece otra”.

Patricia también me cuenta que en esa tapa, las aves, en imaginaria animación, se están alejando una de la otra, pero un rato antes, en el mismo bar del barrio Cordón, me contará con fresca incredulidad sobre las bondades prácticas de su incursión en la música y su transcurrir placentero y luminoso: “Es rarísimo, pero con la música encontré todo lo que cuando tenía 17, estaba sola en mi cuarto y no encontraba a nadie afín a nada. Así pasaron años, con la escritura tampoco lo encontré, y de golpe apareció todo. Es como una energía que me protege. En el período en que hice el disco, apareció en mi vida la artista plástica Mya Ferrando, y me contó que se desbloqueó escuchando mi disco Lentes oscuros y empezó a dibujar de vuelta. Entonces, me dije, la tapa de mi disco nuevo la tiene que hacer ella. Otro día estaba tocando y se acercó un pibe (el poeta Gastón Alf) y me dice: “¿Me das la hoja con la lista de temas?”.

Sucesos similares le ocurrieron con los músicos Valerio Jardim y Fran Trujillo, que con especial atención se acercaron a sus conciertos y sesiones de grabación: “Todos los bichos que fueron arrimándose, tipo club, y yo dije: les voy a hacer un lugar en el disco. Esa energía me protege de alguna manera, y quiero que esté. Es lo que necesito para estar mejor”.