Hace 30 años grabó su primer disco, junto con su hermano Claudio, en el histórico estudio Sondor. La banda se llamaba El Camarón Bombai y el álbum, La última tentación de Caperucita Roja, era un compendio de rock con destellos latinos que estaba en un escalón diferente al que imperó en la posdictadura y que hoy se puede disfrutar con esplendoroso sonido en Spotify. Gracias a temas como “El vil ajedrez” y “Hoy te siento bien” podemos comprobar que la veta funky que impulsa parte de la música de Rossana Taddei –aunque no toque funk– ya estaba hace 30 años y es de familia.

El viernes, en el escenario ubicado en la playa Mansa de Atlántida, a partir de las 21.00 –con entrada gratuita–, Rossana adelantará algunos temas del nuevo álbum que está grabando, en el que vuelve a pisar territorios más eléctricos, emparentados con aquel primer sonido. La cantautora llevaba cerca de tres años sin componer, ya que sus últimos dos discos no contienen material nuevo: ReUnión, de 2015, es una antología, y Semillas, de 2016, es un álbum de versiones.

“Cuando componés la canción ya trae para qué lado va, está impreso como una huella digital. Y todas venían perfilándose hacia ese sonido, más eléctricas, y también con unos textos en los que, si bien siempre está la poesía entrelazada, son bastante directos. Entonces, me compré un equipo y empecé a buscar sonidos de distorsión e intentar componer también desde la guitarra eléctrica con una mínima distorsión. Ese sonido está en mí en este momento de la vida, ligado a mi proceso personal. Y siempre trabajé desde lo intuitivo y lo emocional, entonces, todo cierra con que este disco sea más eléctrico. Estoy re copada y hace tiempo que tengo ganas de hacer esto”, cuenta Taddei.

En el toque del viernes estará acompañada por su banda habitual, con Alejandro Moya en bajo, Santiago Montoro en guitarra y Gustavo Etchenique a cargo de las baquetas. El baterista también formó junto con Rossana el dúo MINIMALmambo, que surgió hace diez años casi de casualidad, porque no pudieron desplegar el arte de coincidir horarios con los demás músicos y se largaron a tocar de a dos.

Como se sabe, Etchenique es uno de los bateristas más prolíficos del ámbito local: supo tocar con medio Uruguay y grabar en varios discos indispensables de la música popular uruguaya, como Siempre son las cuatro (1982) y Mediocampo (1984), de Jaime Roos, y El tiempo está después (1989), de Fernando Cabrera, por nombrar algunos. Para Taddei, Etchenique es un “respaldo muy grande”, justamente porque de tocar con tantos músicos generó un conocimiento de distintos estilos y ritmos, ideal para cimentar las bases de su música.

El nuevo disco, que verá la luz en mayo, fue en parte financiado por crowdfunding, un mecanismo que la música conoció en una de sus giras por Europa –gracias a un lutier que le curó su guitarra– y de la que se volvió seguidora: “Nos pone en contacto directo con el público, que participa como coproductor y tiene una recompensa. Es un hecho colectivo no sólo entre músicos. Me pareció un viaje súper interesante. Soy muy curiosa con estas cosas y me encanta aprender. Me gustó mucho interactuar con la gente, y este disco tiene toda esa energía. En el arte del álbum van a estar los nombres de los coproductores”, dice Taddei, y agrega que el método que eligió para financiar el álbum viene más por ese lado del ida y vuelta con el público que por falta de fondos, ya que hoy se puede grabar un disco de forma casera, como si nada.

De hecho, la cantautora sabe lo que es cultivar un disco alejada de las condiciones ideales. Saliendo al sol, de 2005, fue grabado en apenas 25 horas –fue la cantidad que le pagó el sello Ayuí– en el estudio de Riki Musso, y se transformó en uno de sus trabajos más queridos, ya que allí está “Poder sonreír”, una canción que marcó un momento importante en su carrera, ya que se convirtió en un hit omnipresente que no puede faltar en ninguno de sus toques, gracias, en parte, a su pegadizo “laraleo” inicial. El tema llegó a sonar hasta en una publicidad de anticonceptivos, pero Taddei no recuerda esa instancia como algo especial porque no mira televisión. “Lo tomé como una cosa normal que ocurrió y que dio muchos beneficios a la música, porque, bien o mal, hay pila de personas que cuando escuchan esa canción asocian de dónde viene. Yo no pienso demasiado sobre logística, más bien voy siguiendo la intuición, de la misma manera que me manejo con la música: desde el corazón”, remata la cantante.