El carcelero es la llave; mata al carcelero y serás libre. Directo y a los bifes es el inicio de Furi, un juego de acción de ritmo acelerado desarrollado por el estudio independiente The Game Bakers en 2016. Categorizado dentro del género de los Boss Rush –es decir, solo enfrentamos jefes–, en Furi encarnamos a un espadachín encerrado en una prisión espacial de máxima seguridad. Un extraño compañero con máscara de conejo que hace de narrador y guía nos libera de la celda; a partir de allí todo es enfrentar enemigos finales en un título que sabe lo que es la dificultad frenética.

Furi es un título de ensayo y error, de aprender patrones, de reflejos agudos y picos de dificultad complejos; un juego en el que las pistas visuales y auditivas son fundamentales, así como tener las manos rápidas y la mente fría. Todo esto conlleva lo bueno y lo que no lo es tanto: los jefes –en forma de carceleros– son un espectáculo en sí mismo, tanto en diseño como en su variedad, pero las diez horas que demoramos en derrotar a todos los enemigos muestran que no había más jugo para exprimirle a las mecánicas del juego. La creatividad va escaseando en torno al final, aunque eso no quita que se disfrute de principio a fin.

Como ya dijimos varias veces aquí, la ambigüedad narrativa es un arma de doble filo; si títulos estrella como Inside no explotan de forma adecuada esta herramienta qué le podemos dejar a Furi. La historia de nuestro extraño personaje puede ser entretenida; da espacio a la interpretación y se plantea muchas interrogantes a través del narrador, pero podemos seguir de largo por este título sin saber de qué se trata. Probablemente a casi nadie le importe la narrativa tampoco; Furi es un título que se centra en sus mecánicas, en su banda sonora y en crear buenos enemigos.

Cuando hablamos de música en los videojuegos y de recomendaciones de bandas sonoras, por allí sonó el nombre de Furi. Cuando iniciamos el juego aparece un mensaje que recomienda encarecidamente que se juegue con un joystick. Yo le agregaría que también se haga con auriculares. Con un soundtrack digno de escucharse por fuera del juego que lo contiene, Furi avasalla con un ritmo de electrónica que va de la mano de la velocidad con que tenemos que manejar las manos, así como del estado de concentración que se demanda.

Entrando en la zona

El concepto de flujo se utiliza mucho en los deportes o en cualquier cosa que requiera de nuestra atención; refiere a ese estado mental de inmersión absoluta en el que un individuo se encuentra plenamente concentrado y absorto en la actividad que está realizando. Sentir que todo anda en modo automático, que estamos trabajando de forma ideal y no tener noción de lo que nos rodea es parte de ese estado de trance. Como era de esperarse, los videojuegos son un imán de estos momentos, en especial si el nivel de exigencia hace que el jugador pierda constantemente si no encuentra el estado mental requerido.

Furi es un juego que apadrina el concepto de flujo hasta en los diálogos que tenemos con los carceleros, en los que las charlas van de concentrarse, de que somos lo que hacemos repetidamente o de que la excelencia se encuentra en el hábito. No busca agradarle a todos; la dificultad es una barrera que te frustra o que te sumerge, porque para fluir con el juego hay que estresar al jugador y esperar que la reacción sea la adecuada.