“Ajonjolí” es una palabra con un sonido peculiar, atractivo, exótico. Más allá de la referencia culinaria –ni más ni menos que el sésamo–, por estas costas remite, casi sin poder evitarlo, al verso del Darno en “Flash”: “sueños cúrcuma y ajonjolí”. Una de esas palabras en las que el significante cobra una presencia peculiar, que se hace sonido potente y comunicador en sí mismo; casi un estado de ánimo. No sorprende que sea la que dé nombre a una obra de teatro destinada a bebés de hasta tres años. Ajonjolí, la propuesta teatral de Gimena Fajardo, se presentará hoy a las 17.00 en Jexe (Acevedo Díaz 1084) y el resto de los sábados de abril (por consultas y reservas comunicarse al 098280279).
Esta propuesta se dirige a un público para el que no son abundantes las opciones de espectáculos escénicos (aunque, afortunadamente, se suma a otras que también se centran en los más chiquitos). Se trata de un público peculiar, para el que tiene que estar previsto un espacio adecuado, que lo abrace y lo contemple, que le dé lugar. Con el acento puesto en que se trata de “una experiencia para vivir juntos”, propone “el disfrute compartido con el adulto maternante por medio de la experiencia teatral”, porque se trata de una etapa en la que el lazo entre el bebé y el adulto es muy intenso. La obra propone el recorrido por el transcurso de un día, utilizando gestos cotidianos, sonidos, juegos y música especialmente diseñada para este proyecto por Pablo Reyes. A partir de la idea general de Fajardo se conformó el equipo interdisciplinario de Ajonjolí, cuyos integrantes vuelcan sus aportes a partir de disciplinas como la música, la psicología, la pedagogía, las artes escénicas, el diseño, la plástica. Se trata de un proyecto que fue seleccionado en 2013 por los Fondos Concursables del Ministerio de Educación y Cultura para su creación y puesta en escena.
Fajardo, autora y directora de la obra, hace hincapié en que se trata de “un espacio de experimentación y encuentro”, en el que se intenta “captar la atención del bebé con los sonidos, objetos cotidianos, el movimiento en escena, junto con el adulto maternante, que por momentos es un poco quien guía su mirada, basado en lo que conoce de él: qué cosas le llaman la atención”. La idea de la obra surgió “a partir de la experiencia de ser madres y padres”, que llevó al impulso de generar “un espacio exclusivo que abrace el vínculo con el bebé, ante la comprobación de que no había espacios para ello”. La propuesta, entonces, consiste en “habitar el lugar del disfrute compartido, en la vivencia de maternar y ser maternado”.
Más allá de que no se trata de improvisación sino de una obra pautada, con un guion establecido, es flexible a lo que pueda suceder en el momento y, en mayor medida que con otro tipo de público, “pone el foco en lo vivencial, en lo que ocurra en ese momento compartido”. Los adultos juegan un rol fundamental, porque son ellos quienes le aportan seguridad al bebé al transitar esta experiencia, y quienes habilitarán “el goce pleno”. Se trata, pues, de una actividad conjunta, de participación, “que se hace entre todos”. El eje es el vínculo afectivo, que constituye la principal fuente de estímulos, y el trabajo escénico se lleva a cabo con elementos visualmente atractivos, objetos cotidianos que se resignifican en escena, en la que la música es central.