En 1976, al conocer la noticia de la muerte de su hija Victoria, Rodolfo Walsh escribió la “Carta a Vicky”, en la que intenta registrar su dolor pero también dar a conocer el orgullo por las circunstancias en que la muchacha de 26 años perdió la vida. Ambos, padre e hija, eran parte de Montoneros, el brazo armado de la extrema izquierda peronista, y Vicky se quitó la vida al verse inescapablemente rodeada de efectivos militares. Tres meses después, Walsh envió la “Carta a mis amigos”, en la que explica la trayectoria militante de su hija. Son documentos conmovedores y a la vez complejos, aparentemente directos pero repletos de sentidos no evidentes. Esas dos cartas son el núcleo del nuevo trabajo de la periodista cultural, cronista y escritora María Moreno, que hace poco más de un año recibió merecida atención mediática por Black out, un abordaje autobiográfico del alcoholismo y sus remedios afectivos.

Peatona cómoda entre el ensayo, la ficción y la militancia feminista (fue la fundadora de la revista Alfonsina en los primeros 80), en Oración: Carta a Vicky y otras elegías políticas (Penguin Random House, $ 550) Moreno acomete el examen de esas cartas mediante múltiples recursos. Para entender esas cartas recurre a testimonios de Patricia, la hermana menor de Vicky, y de compañeros montoneros sobrevivientes, a la lectura de los diarios de la chica, a la imaginería revolucionaria de la época y a la mitología montonera que se fundó después de la recuperación democrática; pero sobre todo, desmenuza las estrategias de Rodolfo Walsh.

Dura, crítica, analítica, Moreno va y viene desde y hacia la carrera periodística y literaria de Walsh, su estatus como fundador de la no ficción latinoamericana, de su calidad de criptógrafo periodístico de mensajes políticos, de su vocación por transformar al mundo a través de un nuevo tipo de género escritural. Y además, hacia su rol como educador de Vicky, la hija que lo siguió tanto en el camino del periodismo como en el de la militancia.

Oración es un examen de la ética revolucionaria que imperó en Argentina en los 70 (y que tiene conexiones con la que se extendió en nuestro país a finales de la década anterior) y también un ejercicio interpretativo que no excluye la primera persona ni la mirada al presente.