Residente en Suecia desde 2001, Lalo Barrubia no ha dejado de tener presencia, aunque intermitente, en el circuito literario montevideano. En octubre del año pasado volvió en persona para agitar dos reediciones, la de su poemario debut Suzuki 400, originalmente aparecido en 1989, y la de la novela Arena, de 2003. Ahora regresa sólo en obra: Yaugurú acaba de publicar Rap de la pocha y algunos otros poemas para decir. También es una especie de reedición, porque el libro sólo había sido publicado en Suecia, en 2007. Pero la cosa viene de más atrás: de una serie de recitales del año 2003.

El libro nació en vivo. ¿De dónde vienen los textos que se agregaron?

Y aquí viene lo del rap. Parecerá un cuento, pero así fue como sucedió. Yo trabajaba mucho en esa época y tenía hijos chiquitos. Y estaba tan ocupada que a veces no tenía tiempo ni de parar a anotar algo que se me ocurría. Para no olvidarlo, empecé a repetir las frases en mi cabeza, mientras colgaba la ropa o hacía los mandados. Luego empecé a usar la rima, para que se me pegara. Y de una cosa fue saliendo la otra, empezó a crecer como una bola de nieve. Hasta que tenía un poema gigantesco que no valía para otra cosa que para ser dicho. Y de allí fueron saliendo también más textos con formatos parecidos. Entonces fue que empecé a presentarlos en vivo. Y cada vez le iba cambiando cosas que se me ocurrían.

La Pocha, María, la Shirly y la Yolanda merecen sus propios poemas. Da la impresión de que el libro está formado alrededor de personajes. ¿Lo buscás así?

Sí, es un libro creado en base a personajes. A personajes femeninos. Fueron textos escritos durante un período de cambios. Tanto en la sociedad como en la vida privada. Y creo que es de algún modo un análisis de la sociedad a través de las vidas privadas. Ante la necesidad de entender lo que pasaba a mi alrededor, me dediqué un poco a observar y escuchar a mis amigas y a otras mujeres. No fue una decisión deliberada desde el principio, sino que en un momento se me hizo patente la diferencia entre cómo las mujeres manejaban los cambios, las crisis, y cómo lo hacían los tipos. Y me di cuenta de que esa parte de la historia no estaba contada. Y entonces empecé a tomar notas.

¿Quién es “pocha”? Sugerís que es más un estado de ánimo que una figura.

No es para nada un estado de ánimo. Es un concepto. En los años 90, en un círculo al principio bastante cerrado, empezamos a usar la palabra “pocha” para referirnos a las mujeres. En esa época, cuando todavía nadie se cuestionaba demasiado las connotaciones del lenguaje con respecto a las relaciones de género, la idea de mujer tenía un significado diferente para nosotros que para el mundo en general. Nosotros intentábamos hablar de fortaleza, de independencia, de practicidad, de resolución; y cuando usabas la palabra “mujer”, para el mundo, y muchas veces para nosotros mismos también, sonaba a debilidad, trivialidad, actividades domésticas. Entonces, sin ninguna reflexión al respecto, empezamos a usar la palabra “pocha” para referirnos a las mujeres que de algún modo coincidían con nuestra propia idea de la mujer. Con los años el término se extendió, aunque no al total de la población, sí dentro de ciertos círculos. Recuerdo con claridad la primera vez que una amiga y yo, en una parada de ómnibus de la rambla de Pocitos, escuchamos a dos desconocidas hablar de alguien como “una pocha total”. Nos quedamos fascinadas. Hoy día quizás ha retrocedido, en parte porque la palabra “mujer” va recuperando su neutralidad, y cambia amablemente según el contexto, como corresponde a cualquier palabra. Se podría decir que una pocha es una mujer empoderada. Yo personalmente tengo mis reservas con el término, porque sugiere un proceso de cambio. Habla de alguien que no tenía el poder sobre su vida y lo adquirió a través de un proceso de empoderamiento. No es exactamente lo mismo. Nosotras nacimos así: pochas.