Blusero, africano, indio, tano, milonga, flamenco, tango soy. Qué le voy a hacer si me parió folclore y rock and roll. De guitarra criolla, distorsión, canción de acero y tripas juntas soy.

Así se presenta la banda Pecho e' Fierro en su tema “Galopera”. Por eso no es extraño que su líder, Leonardo Carlini (guitarra y voz), a la hora de mencionar sus influencias en la seis cuerdas nombre a músicos tan diferentes como Jimmy Page y Osiris Rodríguez Castillos. Y menos raro resulta que el espectáculo que la banda dará hoy en La Trastienda –a las 21.00– para festejar sus 20 años, se llame “rock criollo”.

Empezaron con la banda en 1998, pero el primer disco recién lo sacaron en 2007. La lucharon.

La luchamos, pero con la fuerza que teníamos por ser más jóvenes. Le dábamos con todo y no importaba nada. Todo fue medio a los ponchazos, porque no venimos de familia de músicos, y tuvimos que darnos varios porrazos para darnos cuenta de los errores que cometíamos. Pero estuvo bueno que demoráramos todos esos años antes de llegar al primer disco, porque hicimos dos demos y un disco pirata que nos fueron puliendo y mejorando el toque. Y antes de empezar a grabar el disco arrancamos a trabajar con metrónomo en el ensayo, cosa que antes no hacíamos, y eso nos cambió mucho.

¿Antes cómo era el tempo?

Como en el tango: libre, lo traíamos y lo llevábamos. Nos sirvió mucho para corregirnos empezar a trabajar con eso, y todo se fue dando un poco por casualidad; y no tanto, porque uno iba empujando e iban saliendo cosas. El Gaucho [Rodolfo] Torres, un artista plástico de Santa Lucía, le mostró nuestra música al diseñador Rodolfo Fuentes, al que le gustó y le pareció original. Después Fuentes se lo mostró a Ángel [Atienza], del sello Perro Andaluz, al que también le encantó y le pareció original, entonces hicimos el primer y segundo disco con él [Pecho e’ Fierro y Alma criolla], y sacamos un DVD [Pecho e’ Fierro en vivo].

No venís de familia de músicos; ¿cómo fue tu primer contacto con la música?

Vengo y no vengo. Mi madre cantaba tangos cuando era joven, pero no desarrolló una carrera, y en casa siempre se escuchaba radio Clarín. Y mi padre ni bola a la música. Yo vivía en San José, y cuando me vine [a Montevideo], a los 17 –tengo 46–, empecé a escuchar rock nacional y me hice fanático. Lo escuchaba gracias a un amigo que conocí en el liceo nocturno, que era el raro de la clase porque andaba con un sobretodo hasta los pies, vestido como en esa época dark de Los Traidores y todo eso. Yo me hice fanático de esa música también, no conocía nada de eso. Un día me mostró un disco de La Polla y no podía creer las letras, no estaba acostumbrado a escuchar eso y me deslumbró. Entonces, la antena de mi casa, de las viejas de televisión de parilla, la conectaba al grabador para agarrar El Dorado FM y escuchaba todas las bandas punks y darks de esa época. Y, un año antes de venirme, quería aprender guitarra, y mi viejo apareció con una guitarra criolla con la calcomanía de Gardel, pero yo no estaba ni ahí con el tango, ni con el folclore ni nada de eso, y me puse a estudiar guitarra. Ya con los dos primeros acordes que aprendí me puse a hacer canciones y a escribir. Quería ser como esos grupos y tener mis canciones. Pero mi profesor sólo tocaba milonga, y yo tenía la calcomanía de Gardel en la guitarra, entonces, estaba un poco condenado a tener también una influencia de esa música, y así surgió.

Así que la mezcla de rock con folclore no fue muy adrede que digamos...

Fue todo medio por casualidad, porque también soy músico callejero desde hace 20 años, y en el ómnibus siempre canté folclore, entonces, cuando en casa quería hacer un tema de rock, siempre salía con un poco de ese color folclórico; aunque, como siempre digo, para mí todo el rock uruguayo es rock criollo, porque está hecho acá, así cantes en inglés. “Rock criollo” no quiere decir que sea todo folclore; la mayoría de los temas son de rock. Quizás, la voz o la temática a veces sean diferentes. Siempre nos pusieron sobrenombres: banda de “metal proletario” o de “agrometal”. “No es rock, es folclore con distorsión”. Nos han dicho cualquier cosa. Pero no nos sentimos como una banda de metal, aunque me gustan algunas bandas de metal. Tenemos una influencia y se nota

Tiene la llevada rítmica metalera

Seguimos la llevada metalera estilo Black Sabbath y algo de Led Zeppelin, esas bandas viejas. Pero, como te decía, empecé con el punk. Después, un amigo que era heavy, con el que escuchaba música, me cargaba con el punk y yo lo cargaba con la música heavy, pero a mi amigo empezó a gustarle y a mí también.

¿Seguís tocando en los ómnibus?

Sí, tengo tres actividades: doy clases de guitarra, subo al ómnibus y Pecho e’ Fierro. Y también soy amo de casa. Hasta hace poco tenía una más, porque daba clases de música en la escuela del Cerro, pero no aguanté más porque no me quedaba tiempo para hacer mi música, entonces, tuve que dejar algo.

¿Te reconocen en el ómnibus?

Sí, todos los días. Siempre alguien me saluda y me saca una foto.

¿No pensaste en dejarlo?

No, porque es lo que yo hago. Como [Gabriel] Peluffo es doctor, yo soy músico callejero.

¿Qué repertorio interpretás en el ómnibus?

Siempre lo mismo: folclore uruguayo. Somos costumbristas los uruguayos.

A veces debe ser difícil lograr la atención de la gente.

Sí, yo no le doy bola a eso, voy con un muro, me meto adentro de la canción. A veces estoy tan automatizado que tengo mi cabeza en otro lado.

¿Qué quieren aprender los gurises de ahora en las clases de guitarra?

Te cae de todo. Hay algunos que vienen porque les gusta el rock, y hay algunos que te dicen “quiero aprender metal”. “Bueno, ¿conocés a Black Sabbath?”. “No, ¿quiénes son esos?”. Escuchan unas bandas de ahora que no conozco, más bien de power metal, y no saben que existe Black Sabbath, entonces, trato de mostrarles un poco de eso. Pero he sacado temas de todos los colores.

Me parece que en las letras de Pecho e’ Fierro es donde está lo más criollo. Pienso, por ejemplo, en la de “Aquel que traicionó”. “Veo tu careta idiota saliendo del shopping, / veo a Rivera montado sobre su caballo, / frente a él la cruz blanca del poder. / Llaman civilización a nuestra barbarie, / viejas verdades que nadie las dijo en la escuela, / festejamos fiestas de otras tierras”.

Ese es un tema que nació de estar sentado comiendo una milanesa en la escalera de Tres Cruces. Esas imágenes me hicieron ir a cosas históricas. Es simplemente una canción, tampoco soy un militante contra la cruz blanca del poder.

Pero tenés una visión clara, vas para un lado concreto.

Sí, en las letras está claro lo que uno piensa, pero mi actividad solo es la música, no milito en ningún otro lado, en ningún partido ni nada de eso.

¿No te llevás con la política?

No, no me llevó. Tiempo atrás tuve alguna ambición con la política, pero ahora ya no tengo ninguna. Veo que las cosas se mueven por la gente que va cambiando, y no por las cabezas que van gobernando. Creo en que cambiemos las personas. Ya no creo más que a través del voto se puedan cambiar las cosas.

Vos, que sos del interior, ¿cómo ves las reivindicaciones de los autoconvocados?

Algunos están mal y otros aprovechan la volada y se suben al carro, como en todas las cosas, pero que hay necesidades, hay necesidades. A veces hay más necesidades en los empleados que en los productores. No estoy muy compenetrado en la movida, no sé quiénes son exactamente los que la hacen, pero ojo que yo no soy del campo: soy de San José pero de la ciudad, y nunca tuve campo.

Como dice la canción de Tabaré Etcheverry, “Tierra adentro, mar afuera”, de la que grabaron una versión en vivo: “Hay que salir de la playa, mar afuera y tierra adentro”.

Es una crítica a mí mismo también, que vivo acá, en la orilla. Lo que pasa es que te obliga que casi todo esté centralizado en Montevideo. A veces está bueno pegarse un cachetazo a uno mismo. Todos estamos buscando la orilla, la playa... Es para que la gente vuelva al corazón del país.

Musicalizaste el poema “Artigas y los charrúas”, de Ansina, y con la banda también hacen una versión de “A don José”, de Rubén Lena. ¿Para vos es importante la figura de Artigas?

Sí, pero tampoco es que le rezamos a Artigas, también se dio naturalmente. Lo respeto y lo admiro, según lo que cuenta la historia... Toda la historia tiene varios libros, me gusta la historia del libro al que yo le creo... Pero fue porque justo en el ómnibus andaba tocando “A don José”, fui al ensayo jodiendo con eso, lo hice con ritmo de heavy metal, y pensé “qué bien suena esto”. La tocamos y después no pudimos dejar de hacerla porque la gente siempre la pide.

¿Algún purista se enojó?

Sí. Nadie llegó a darme un golpe, pero sí a hacerme llegar su disconformidad. Una vez, un bolichero de Santa Lucía conocido mío que toca la guitarra me dijo: “Perdoname, Leo, te aprecio, pero me pareció una falta de respeto lo que hicieron con ‘A don José’”. Yo le contesté que para mí no, porque hubo gente del rock que no llegaba a esa música, que me dijo que conoció esta versión y después escuchó otros temas de Los Olimareños. Pero puristas siempre hay en todos lados. Nosotros tenemos problemas con los puristas del folclore y con los del rock, porque a los del rock no les gusta el folclore.

Pero no les pueden decir que no suena a rock lo que ustedes hacen.

No, somos una banda de rock. Ponele el apellido que quieras.

En Argentina hay varias bandas de metal con raíces de folclore. ¿Las seguís?

Me gusta Divididos, soy más de eso.

Claro, en la versión de “El arriero” de Divididos se puede encontrar algo de lo que hacen ustedes.

Sí, está buenísimo, pero lo encontramos antes, en León Gieco, más con un estilo country o a lo Bob Dylan, pero también de fusión. Hermética y Almafuerte son más del metal y Divididos más del rock tipo Led Zeppelin, con mucho Hendrix y, a veces, con cosas de funk. Y acá, La Tabaré ha hecho cosas mezclando tango. Y Dino, hace 40 años, con “Milonga de pelo largo”, que tampoco es una milonga pura porque no tiene la secuencia de acordes de una milonga tradicional. Nosotros no inventamos nada, pero tenemos nuestro estilo.

¿Como guitarrista cuáles son tus influencias?

Del rock mi favorito es Jimmy Page. Y de acá, nada que ver, pero me encanta el Gordo [Gustavo] Parodi con su sencillez –yo fui seguidor de Los Estómagos–, y el guitarrista de Los Traidores [Víctor Nattero] también me encanta. Y de folclore, un motón: Osiris Rodríguez Castillo, Tabaré Etcheverry –casi todos son uruguayos–. Ah, y el canadiense Neil Young me gusta mucho.

En “Aquel que traicionó” hablás de la “gringada”. ¿Cómo te cae Estados Unidos?

Es un país que tiene una música maravillosa. Me encanta el blues, el jazz, y tienen una cultura cinematográfica riquísima. Y después, en lo político, es un desastre. Pero hay que separar la paja del trigo.

En “Cantor de la calle” te referís a las “horas eternas” cuando trabajabas de mozo. ¿Lo sufriste mucho?

Un poco, pero era joven y tenía más resistencia. Lo que sufría era no poder estar en contacto con el instrumento. Eso lo sufro hasta el día de hoy. Ahora, con esta movida de los 20 años, estamos haciendo notas por todos lados, y lo menos que hago es tocar la guitarra. Estoy como nervioso y ansioso, tengo ganas de mandar todo al diablo y encerrarme tranquilo a tocar la guitarra.