Los cines son como los dinosaurios. Hace muchos años que están ahí, los hay más grandes y más pequeños. Nadie sabe muy bien de qué color son ni qué comen, pero continúan atrayendo la atención de los seres humanos, especialmente de los más pequeños. Claro que en el horizonte se aproxima un meteorito, que tiene muchos nombres: se llama Edad de Oro de la televisión, se llama servicios de streaming, se llama pantalla plana de 59 pulgadas, espectador revisando el celular cada 30 segundos, estacionamiento tarifado dentro de los centros comerciales.

El cine se ha visto obligado a evolucionar para evitar la extinción. Por eso la industria apuesta fuerte a espectáculos que “deben ser” vistos en pantalla grande, si es posible con un gigantesco balde de pop y un refresco. Así pululan las historias de superhéroes, que tienen grandes enfrentamientos y poderes vistosos. O historias de parques repletos de animales que desaparecieron hace 65 millones de años. Porque si algo está haciendo el cine para sobrevivir es crear sagas de cualquier propiedad intelectual que dé fabulosas ganancias, o pensar universos enteros de antemano cuando ni siquiera se ha estrenado el primer episodio. Pues bien, Mundo Jurásico es la quinta película más taquillera de todos los tiempos, con más de 1.600 millones de dólares de recaudación. Así que sería muy tonto pensar que la saga de los dinosaurios había dado su último rugido.

Mis dos papás

Michael Crichton (papá número 1) era uno de esos novelistas prontos para ser adaptados por el cine y la televisión. Como repasamos con motivo del estreno de la segunda temporada de Westworld (creación suya, aunque directamente en cine), el novelista fallecido hace diez años vio cómo llevaban al cine libros suyos tales como Acoso sexual, Congo, Sol naciente, Esfera, Trece guerreros. Pero su libro más recordado fue publicado en 1990 y contaba una historia con moraleja, acerca de seres humanos codiciosos tratando de jugar a ser dioses con bestias imposibles de controlar. Era Parque Jurásico, por supuesto (otro día hablamos de Alien).

Esta novela de ciencia ficción utilizaba una jerga muy sofisticada para explicarnos cómo la investigación genética había logrado reconstruir el ADN de los dinosaurios y devolverlos a la vida, convirtiéndolos inmediatamente en el atractivo de un lujoso parque de diversiones. A poco de su inauguración, una serie de sucesos desafortunados hacía que humanos y animales prehistóricos quedaran en igualdad de condiciones, lo que terminaba con una sangrienta cacería contra el tiempo de la que pocos personajes sobrevivían.

Antes de que el libro llegara a las librerías, los derechos cinematográficos ya habían sido adquiridos por Universal Studios. Restaba ver cuánto se mantendría de la jerigonza del texto original y qué pensaría el público al ver a los bichos frente a sus ojos. Por suerte, Crichton participó en la escritura del guion y la dirección quedó en manos del segundo papá de la criatura: Steven Spielberg. Alguien perfecto para contar esta clase de cuento.

Si Richard Donner nos hizo creer que un hombre podía volar con su aclamada Superman, Spielberg nos mantuvo dos horas pegados al asiento y nos hizo creer que los dinosaurios estaban entre nosotros. Alcanza con recordar la famosa escena en la que los doctores Ellie Sattler (Laura Dern), Ian Malcolm (Jeff Goldblum) y Alan Grant (Sam Neill) se quejaban de que solamente estaban viendo árboles y plantas hasta cruzarse con el primer braquiosaurio.

John Hammond (Richard Attenborough), el millonario detrás del entretenimiento, pronunciaba una frase que quedaría grabada en los tímpanos del público de todas las edades que concurrió en masa a los cines en 1993: “Bienvenidos a Parque Jurásico”. Entra la música de John Williams. Clásico instantáneo.

Luego llegaría el espionaje industrial y la caída de los sistemas informáticos, que liberarían a las bestias y pondrían en peligro al pequeño grupo de humanos que permanecía en la isla Nublar. Papá Steven construyó escenas de acción inolvidables, como el escape del tiranosaurio o el duelo entre dos velocirraptores y dos niños en una cocina. Todo se resolvió con un puñado de muertes y el público abrazó la película en forma merecida, a diferencia de la saga de Transformers (producida por Spielberg, porque nadie es perfecto).

Si bien el cine no era una máquina de hacer secuelas, el propio Crichton escribió un segundo libro luego del taquillazo, resucitando a un Ian Malcolm que en la sangrienta historia original había cantado flor, al igual que el simpático viejito Hammond. No debió preocuparse tanto por la versión cinematográfica de la historia, ya que la segunda película apenas si tomó algunos elementos de la novela, además del título.

Adaptación con Sorna

El mundo perdido se estrenó cuatro años después de la primera. Jeff Goldblum estaba de regreso, aunque con una versión de su personaje menos arriesgada. Aquel rock star pesimista se convirtió en el héroe que decide enfrentarse a sus miedos para salvar a su novia, la doctora Sarah Harding (Julianne Moore), que se las estaba arreglando muy bien sin su ayuda.

Todo transcurría en la isla Sorna, donde los científicos experimentaban con los bichos antes de llevarlos al parque. Allí los buenos debían conseguir evidencia de la existencia pacífica de los dinosaurios antes de que la compañía los explotara.

Lo que en el libro era el viaje de un grupo reducido de personas se transformó en una invasión de cazadores furtivos. Si bien eso nos dio a Pete Postlethwaite como Roland Tembo y la hermosa escena del ataque en los pastizales, parecía que sólo se podía competir con el film original con MÁS tiranosaurios (dos), MÁS velocirraptores (tres) y MÁS muertes (una banda). Spielberg no logró sorprender, ni siquiera con el forzadísimo final que depositaba a uno de estos bichos en la gran ciudad.

Tré

La tercera entrega, con el original título de Parque Jurásico III, fue la peor recibida de la trilogía original, aunque a entender de este cronista esté apenas por encima de la segunda (algo que pocos admitirían en público, ya que no está dirigida por Papá Steven sino por el tío Joe).

Joe Johnston (Rocketeer, Jumanji, Capitán América: el primer vengador) dirigió en 2001 una historia que volvía a ser pequeña y tenía a Alan Grant como protagonista, con su colega en un papel más pequeño y casada con un aburrido trabajador del gobierno. Malditos guionistas.

En el medio estaba el obligatorio niño con el que debe identificarse el público menudo, personajes que toman malas decisiones y dinosaurios que solamente quieren que los dejen en paz. No hubo grandes novedades, pero el regreso a los orígenes y el tan esperado ataque de los pterodáctilos lograron que al menos fuera entretenida.

Todo un mundo de sensaciones

Tuvimos que esperar hasta 2015 (si es que alguien esperaba) para que al dinoverso llegara una nueva película. Estábamos en una nueva era, así que antes de su estreno ya sabíamos que estábamos ante una trilogía. Colin Trevorrow quedó al mando del primer capítulo, que tuvo a Chris Pratt como un personaje cuyo nombre nadie recuerda, junto a Bryce Dallas Howard en las mismas condiciones.

Sin una escena icónica y con la mencionada flojera de sus personajes, Mundo Jurásico logró entretener a los espectadores con una historia que tenía mucho de metahistoria, ya que hablaba de cómo las ganancias del parque de diversiones (¡que por fin abrió!) venían en caída ya que la gente había dejado de maravillarse al ver dinosaurios. Hasta los dos personajes juveniles representaban las dos clases de público en el cine: el adolescente cínico y su hermano más joven que se maravilla ante lo que está viendo.

La disminución en la recaudación llevó a los responsables del parque (y a los responsables de la saga cinematográfica) a “confeccionar” un dinosaurio más grandote y jodido, que desencadenará la hecatombe total y permitirá que los protagonistas salgan de sus corsés de personajes de una película de Hollywood de los 50, aunque lo harán un poco tarde.

Se repitió la temática de la compañía InGen cometiendo errores que terminan por arruinarlo todo, al mejor estilo de la Corporación Weyland-Yutani de Alien. Y ya no hay muchas formas en las que un carnosaurio puede atacar a un grupo de humanos, pero quizás el tiempo transcurrido y las escenas que merecían verse en pantalla grande la convirtieron en un éxito inconmensurable, lo cual hizo aun más evidente la necesidad comercial de un quinto filme.

El tráiler de El reino caído es de los menos atractivos de toda la saga, y la promesa de una nueva invasión metropolitana hace temer lo peor, pero hasta no ver lo que el español Juan Antonio Bayona se trae entre garras, no se podrá opinar con propiedad.