Figura ineludible de la literatura infantil y juvenil uruguaya, con una cuarentena de títulos que empezaron a publicarse a principios de los 90, Magdalena Helguera es también la autora de una investigación que se volvió referencia en su campo, A salto de sapo: narrativa uruguaya para niños y jóvenes (1918-1989), aparecida en 2004. A pesar de que su producción dramática no se encuadra totalmente en el ambiente, resultó algo sorpresivo que hace unos días apareciera Cuando seas mayor y sepas guardar el secreto (SeixBarral-Planeta, $ 450), una novela de su autoría en la que se agolpan cinco generaciones en 70 años de historia nacional –desde la época de Gardel y Razzano hasta mediados de los años 90–, en la que ciertas injusticias familiares y sociales son diferidas a lo largo de décadas, y en la que las mujeres salen adelante pese a enormes condiciones adversas. Claramente, está dirigida a un público maduro. Dice la autora:

“En el ámbito de la literatura para adultos es mi primer trabajo más o menos largo. Anteriormente sólo había publicado un cuento en una antología. Pero, además de mis ensayos, algunas de mis novelas publicadas en colecciones para jóvenes, en especial Árboles blancos, están bastante cerca de lo que suele considerarse ‘literatura para adultos’. Con esta nueva novela podría decirse que ocurre lo contrario: aunque los adultos son su primer público, también puede interesar a muchos adolescentes que ronden la mayoría de edad. Así como es difícil establecer en qué momento un/a joven se transforma en una persona adulta, también es difícil decidir qué obras literarias pueden gustarles a uno y a otro”.

¿De dónde sale este material?

Es una historia que empecé a escribir hace muchos años y me acompañó durante mucho tiempo, mientras escribía otras cosas y vivía diferentes etapas de mi vida y también de nuestro país. No tenía mucha inquietud por publicarla, inicialmente fue un ejercicio o un juego de escritura, luego fue tomando forma y me sentí impulsada a continuarla y terminarla. Los hechos narrados son ficticios, aunque es una novela realista, que construye una realidad similar en algunos aspectos a la realidad de nuestro país en cada momento histórico en el que se desarrolla. El único hecho verídico que contiene es el comentario acerca de Gardel y Razzano, muy similar al que en la novela adjudico al padre de Carmela, que, según me contara mi abuela, expresara, siendo ella una adolescente, algún hombre de su familia (tal vez haya sido mi bisabuelo, aunque no me atrevo a asegurarlo con total certeza): “No voy a ir al teatro a ver a un par de guarangos”. Fue a partir de esta anécdota –que me impactó, porque en mi casa se escuchaba y admiraba mucho a Gardel, y me resultó increíble que algún antepasado opinara eso de El Mago– que inicié la escritura que desembocaría en esta novela, o quizá nouvelle, porque es bastante breve; este es otro límite difícil de establecer. Como en muchas de mis obras, la escritura se fue desenvolviendo casi en círculos concéntricos, avanzando, en este caso, a través de muchos años (míos y de mis personajes). Al haber sido tan extenso el tiempo de escritura, los avances, problemas y cambios en nuestro contexto sociopolítico probablemente hayan influido más que en otros trabajos.

Eso se ve especialmente en los últimos capítulos, en los que aparece la historia reciente: dictadura, prisión política.

Tal vez parezca una verdad de Perogrullo, pero la dictadura nos dejó marcas muy profundas. Además de las más evidentes, que afectan a las personas y familias que más sufrieron, hay recuerdos y temores poco definidos y una angustia de la que a veces ni siquiera éramos muy conscientes, pues llegamos a acostumbrarnos a convivir con ella. Todo eso aflora por donde puede, y la literatura siempre es un lugar que se muestra muy amigable y receptivo en ese proceso, tanto desde la lectura como desde la escritura. Además, empecé a escribir en la década de los 90, cuando inicié con mayor compromiso mi carrera de escritora. En los comienzos yo me permitía esquivar ciertos temas duros o tristes en mis libros para niños, por lo que, lógicamente, mis inquietudes en ese sentido se volcaron en las obras para adultos, que –aunque con cuentagotas– iba escribiendo simultáneamente. En esos años, además, estaban en pleno auge las investigaciones y ensayos sobre temas relacionados con la memoria, la historia reciente y la identidad uruguaya, con los que me encontré, especialmente, en la Facultad de Humanidades, a la que ingresé en 1997, aproximadamente el mismo año en el que termina la novela, cuya escritura, posiblemente, también haya avanzado hacia su etapa final en esa época.