En la década del 30 las nouvelles del austríaco Arthur Schnitzler formaron parte de las quemas nazis por ser consideradas literatura degenerada. Para hacerse una idea con un ejemplo más cercano: para su última película, Ojos bien cerrados, Stanley Kubrick elaboró el guion en base a Relato soñado, de Schnitzler. De allí tomó los juegos perversos y las máscaras venecianas, el matrimonio sostenido en medio de un clima onírico, nocturno y supuestamente festivo. Como el personaje central de Relato soñado, Schnitzler era médico, en su caso laringólogo, además de escritor y dramaturgo, con una obra que privilegió las relaciones humanas, los entresijos del erotismo, si bien pasados los años también abordó temas como el antisemitismo, la vejez y, en un plano más general, la crisis social. La conexión no suele tardar: un médico vienés con una obsesión por la sexualidad y la comprensión de los sueños es fácilmente asimilable al psicoanálisis, como si fuese un aire de época. De hecho, Schnitzler y Sigmund Freud mantuvieron, amén de pasiones en común, una amistad epistolar.
En los escenarios locales son recordadas las puestas en escena de La cacatúa verde, de Schnitzler. Es que su “farsa grotesca en un acto”, un artefacto metateatral ambientado en una taberna parisina en la víspera de la toma de Bastilla, es seguramente su título más popular. Teatro del Pueblo la montó en 1961 en el antiguo teatro Victoria y dos décadas más tarde, la compañía La Gaviota lo hizo en el Astral. Fue nominada al Florencio como mejor espectáculo 1982 y por la dirección, que estuvo a cargo de Júver Salcedo.
Ahora El Galpón apuesta a La ronda, título escrito en 1897 que hace referencia a una danza de cambio de parejas. Hay que pensar que, debido a su deliberada provocación a las normas morales, recién pudo estrenarse 20 años después de haber sido escrita. Como otras piezas de Schnitzler, en las que alternaban las muchachas ingenuas y las mundanas, no escapó a la polémica. Fue llevada al cine por Max Ophuls con el título de La Ronde, en 1950, y aun contando en el elenco con estrellas como Jean-Louis Barrault, Simone Signoret y Gérard Philipe, siguió generando resistencia. Un año después pudo proyectarse en Uruguay, sorteando los intentos de censura; como consigna el portal Cinestrenos, “el listado de preocupados llegó a ‘la tribuna parlamentaria, el púlpito, la prensa y las organizaciones católicas’, mientras un comunicado público de varias organizaciones denunciaba ‘una explotación de la pornografía en una cinta de burdel’”.
Con versión y dirección de Levón, una figura prácticamente indisociable de la Comedia Nacional, la obra vuelve a sacudir la escena. “Entendimos que la época en que transcurría, Viena en los años 20, era de un particular magnetismo”, dice Levón. “Nos lanzamos a las expresiones artísticas que pulsaban ritmos culturales y sociales de entonces: el fin de la gran guerra, la abdicación del káiser Guillermo II, la creación de la República de Weimar. Se nos hacía evidente que el centro neurálgico al que apuntar en este desafío eran las instituciones que se sacudían desde sus cimientos: la familia, la educación, la religión, la política (el Estado) y la economía. Estas instituciones sociales poseen normas implícitas, pautas de comportamiento que los individuos aceptan y asimilan, ya que si no siguen estas pautas pueden ser rechazados o incluso expulsados del grupo”.
La ronda. Actúan: Soledad Frugone, Pedro Piedrahita, Lucía David de Lima, Alejandro Bush, Lucía Rossini, Andrés Guido, Sofía Lara, Rodrigo Tomé, Natalia Castello, Enzo Vogrincic. En El Galpón (sala Atahualpa) los sábados a las 21.00 y los domingos a las 19.30. Entradas generales: $ 400.