Sobre una pantalla traslúcida se proyecta un primer sueño, mientras una orquesta de cuerdas interpreta un cuarteto de Bach. Detrás de la filmación, “que funciona como un velo entre lo real y lo imaginado”, la mujer se despierta para dar comienzo al vivo escénico. Varias capas narrativas se despliegan en La vida de Ella, un espectáculo de danza y video de la dupla argentina integrada por la coreógrafa y directora Mariana Blutrach y el cineasta Daniel Bohm que este martes y miércoles a las 20.30 se presenta en la sala Verdi (Soriano y Convención).

Protagonizada por Romina Pedroli, Federico Ottavianelli y Gustavo Lesgart, en la puesta de 55 minutos interactúan la danza contemporánea con el lenguaje del cine, el teatro físico con la música en vivo, que muta luego en jazz, mientras lo vivido y lo imaginado se funden en distintos planos. “Dormimos un tercio del tiempo de nuestra vidas. ¿Es acaso menos real todo lo que sucede en ese lapso que cuando estamos despiertos? ¿Qué es estar despierto? ¿Qué es estar con ‘otro’? Tal vez nuestra mente está en un lugar inalcanzable para quien está contigo”, proponen los creadores. “Hay una tensión entre estar solos y estar con alguien. El borde entre lo real y lo onírico se desdibuja. No buscamos una representación del sueño, sino integrarlo a la experiencia, en este caso, la escénica”.

Blutrach y Bohm vienen trabajando desde hace más de una década en ciertas “traducciones” de lo teatral a lo cinematográfico, que aquí, lejos de invertirse, se multiplican: “Aquellos eran trabajos de ‘danza para la cámara’, es decir, cinematográficos. En esta oportunidad decidimos experimentar el espacio escénico: la danza en vivo interactuando con imágenes filmadas. Nuestra investigación sobre el entrecruzamiento de la danza y el cine/video siempre apuntó a potenciar ambos lenguajes. En La vida de Ella podría decirse que las escenas filmadas representan el mundo de la fantasía, los recuerdos o los sueños, y que las escenas en vivo la muestran a Ella en relación con los otros. Pero la tensión de la obra radica en que conviven esos dos mundos, y en el delgado límite que los irá confundiendo”.

El origen de la puesta fue el Premio Artei a la Producción de Teatro Independiente, que consistió en asociarse con una sala de teatro alternativo y crear una obra pensada para ese lugar. Concebida para una gran caja negra de un espacio no tradicional, en este caso la sala “a la italiana” de la Verdi les impone el desafío de adaptarla.