Pakistán es el quinto país más poblado del mundo.

Con una extensión aproximadamente cuatro veces mayor que la de Uruguay, dentro de sus fronteras habitan más de 210 millones de habitantes, cifra que sólo es superada por China, India, Estados Unidos e Indonesia. Seis millones de paquistaníes viven fuera de su país y algunas decenas lo hacen en Uruguay.

Uno de ellos es Shahid Hussain, un médico de 30 años que vive y trabaja en la ciudad de Florida desde 2015. Su historia es similar a la de alrededor de 60 médicos compatriotas suyos que comenzaron a llegar a Uruguay a partir de 2014.

“Después de un gran terremoto que hubo en Pakistán en 2005, el gobierno de Fidel Castro le ofreció al Estado paquistaní la posibilidad de formar 1.000 médicos en varias universidades de Cuba”, cuenta Shahid, que tenía 19 años cuando se presentó al llamado. Él fue uno de los aspirantes seleccionados y así pudo estudiar y formarse durante siete años en la Facultad de Medicina de Sancti Spíritus, una filial de la Escuela Latinoamericana de Medicina (ELAM) que funciona en la nación caribeña. La ELAM tiene un convenio con la Universidad de la República (Udelar), por lo que la revalidación del título no presenta mayores dificultades, lo que incentivó la llegada de médicos paquistaníes a Uruguay, la mayoría de los cuales se instalaron en ciudades y localidades del interior.

“Cuando me recibí de médico en Cuba pensé en volver a Pakistán, pero por el cambio de gobierno modificaron algunas condiciones e iba a tener que pasar algunos años antes de poder revalidar el título. Durante todo el tiempo que estuve estudiando en Cuba mis hermanos más chicos les pedían algunas cosas a mis padres y ellos les decían que las iban a poder tener cuando volviera su hermano médico. Entonces, como no iba a poder ejercer inmediatamente, preferí no volver a Pakistán por el momento para no desilusionar a mis hermanos, y entonces surgió la posibilidad de venir a Uruguay”, cuenta Shahid, que tiene nueve hermanos y es oriundo de una localidad llamada Behal, situada en Bhakkar, uno de los 35 distritos que conforman la provincia de Panyab, situada en el centro este de Pakistán. Shahid describe a su pueblo natal como muy tranquilo, por eso se siente cómodo en la plácida capital floridense. La provincia de Panyab –que tiene una superficie algo más grande que la de Uruguay– es conocida por su estabilidad y por tener una sociedad bastante liberal en muchos aspectos. Si bien es fronteriza con la más convulsionada provincia de Beluchistán –pegada a Afganistán–, a Panyab no llegan los ecos del conflicto bélico en suelo afgano, que también motivó la llegada de miles de refugiados desde ese país hacia territorio paquistaní. Pese a que esporádicamente hay atentados por parte de grupos radicales islámicos, principalmente en las grandes ciudades del país, y a la tensión existente con India respecto de la soberanía de Cachemira, Pakistán –a diferencia de lo que se puede percibir desde occidente– no es un país marcado por la violencia; de hecho, la última guerra que hubo en el país fue en 1971, con India, de la que surgió la secesión de Bangladesh de Pakistán. “Entonces a veces, cuando algunas personas me preguntan de dónde vengo y les digo que soy de Pakistán, me dicen: ‘Y ¿cómo es la vida allá, con todo lo que pasa?’. Pero la verdad es que la región de la que vengo es muy tranquila”, cuenta Shahid. “Lo mismo pasa con el tema de la religión. Como soy musulmán piensan que soy árabe, pero los paquistaníes no somos árabes, sólo compartimos con ellos la religión. Pero las costumbres y muchas otras cosas son diferentes, como pasa con el cristianismo, que es vivido de manera muy distinta dependiendo de la región”.

Otro mundo

Desde el momento en que le propusimos la nota, Shahid se mostró totalmente dispuesto a hacerla. Es sumamente cálido en el trato y nos recibió una fría tarde de miércoles en la casa que comparte con su esposa, Sadia, que llegó a Florida hace apenas cuatro meses, luego de que contrajeran matrimonio durante el último viaje de Shahid a Pakistán, en febrero de este año. Si bien está estudiando, Sadia lógicamente todavía no maneja el español, al contrario de su esposo, que tras sus años en Cuba y en Uruguay lo habla con fluidez y hasta con ciertos giros locales. Algún “loco” y “pah” surgió de su boca durante el rato de conversación. Además de dominar el español Shahid habla inglés, pero su lengua natal es el urdú, el idioma nacional de Pakistán, que se escribe con una versión similar al alfabeto persa.

Sobre la relación con su esposa cuenta: “Somos del mismo pueblo y nos conocemos desde que éramos chicos; luego, con el tiempo, nos fuimos acercando y después ya formalizamos”. Lo dice con una sonrisa que refleja su personalidad abierta, ávida por conocer y también por dar a conocer la cultura de su país.

Fue Sadia quien preparó el delicioso chai que tomamos al calor de la estufa a leña. El chai es una bebida típica de Pakistán y de todo el subcontinente indio, consistente en té negro servido con leche muy caliente y aderezado con algunas especias, que según cuenta Shahid, trajeron expresamente desde Pakistán. El tema de la alimentación surge en la conversación y Shahid dice que tanto él como su esposa –que son musulmanes chiitas, como aproximadamente 30% de la población paquistaní– siguen las reglas de la alimentación halal, esto es, la que se ajusta a las leyes islámicas. “Yo sabía que había algunos frigoríficos uruguayos que exportaban carne a países musulmanes, entonces llamé para preguntar y compro los cortes que sé que son halal. Además, como acá hay una comunidad judía grande, cuando voy a Montevideo compro los cortes que tienen el certificado kosher, que para el tema de la carne siguen el mismo criterio que nosotros”, cuenta.

Shahid Hussain

Shahid Hussain

Foto: Ricardo Antúnez

Además de chai, Shahid también se prende en alguna rueda de mate, bebida a la que conoció en Cuba por estudiantes uruguayos y que suele tomar con sus compañeros de trabajo en Florida. Él es médico general y tiene un cargo como médico suplente en la Cooperativa Médica de Florida. Además, trabaja 96 horas mensuales en una policlínica de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE) en la localidad de José Batlle y Ordóñez, en el departamento de Lavalleja, en el límite con Florida. Si bien en algún momento los médicos paquistaníes en Uruguay llegaron a ser alrededor de 60, hoy, según cuenta Shahid, no son más de 40.

Algunos de los que vinieron se fueron a Chile, a Brasil, otros a Estados Unidos y algunos también decidieron retornar a Pakistán. En Uruguay actualmente hay médicos paquistaníes trabajando en Florida, Durazno, Rivera, Bella Unión, Chuy, Minas, Treinta y Tres y alguno en Montevideo.

Al ser tan pocos, no hay una entidad que agrupe a los paquistaníes que viven en Uruguay, pero Shahid cuenta que hace poco algunos de ellos hicieron una reunión. “El día en el que se termina el Ramadán, que es un día festivo para nosotros, nos reunimos temprano en la casa de un amigo en el pueblo 25 de Agosto, en Florida, y por la noche vinieron todos para acá”, cuenta Shahid, que en todo momento destacó la calidez con la que fue tratado en Uruguay, tanto por sus colegas médicos como por la población en general. “Como en todos lados, hay gente de todo tipo, pero yo digo que tuve suerte, porque siempre hubo gente que me ayudó mucho y por eso quiero mucho a este país”, afirma.

Cuando recién había llegado a Uruguay y estaba en Montevideo, Shahid tuvo algún acercamiento con la comunidad árabe que se nuclea en el Centro Islámico de Montevideo, pero no profundizó el lazo. “Yo soy chiita y la mayoría de los musulmanes que hay en Montevideo son sunitas, entonces preferí no involucrarme demasiado, porque además yo no tenía a nadie de mi confianza ahí. Mi padre siempre me dijo que al estar en un país lejano tenía que estar con gente en la que confiara, y eso es lo que hago. Más allá de si son sunitas o chiitas, yo me relaciono con personas en las que confío, sean lo que sean”, dice con una sonrisa.

Cuestión de nombres

Al igual que les pasó a muchos extranjeros, principalmente de países lejanos, el ex presidente José Mujica y el goleador salteño Luis Suárez fueron las dos primeras referencias que Shahid tuvo de Uruguay hace ya unos cuantos años por medio de la televisión.

La cara más amable de la globalización tecnológica es una gran aliada de Shahid y su esposa: gracias a ella se comunican fluidamente con sus familiares y amigos que están en su tierra natal. Sobre el final de la entrevista, cuando les pedimos para hacer unas fotos junto a Sadia, Shahid nos pide que esperemos unos minutos: “Ella está hablando con su madre”.

Al llegar a Uruguay desde Cuba, Shahid cuenta que su adaptación al nuevo país fue bastante rápida, aunque comentó que al principio la cuestión de los nombres le llamó la atención. Al respecto cuenta: “En Pakistán y en la mayor parte del mundo islámico los nombres y apellidos tienen una concepción muy diferente a la que se tiene en occidente. Los nombres propios siempre son lo más importante para nosotros. El apellido puede hacer referencia a algo espiritual, al lugar del que se proviene o a alguna referencia ancestral. Por ejemplo, con mis hermanos todos tenemos apellidos diferentes, porque lo más importante es el nombre. En Cuba, al estar en un ambiente universitario, siempre nos llamábamos por nuestros nombres, pero cuando llegué acá fue diferente, porque muchas veces me llamaban por mi apellido. Entonces en los primeros tiempos de repente me decían ‘Hussain’ y no me daba cuenta de que me estaban hablando a mí”.

Cuando le preguntamos acerca de su futuro, Shahid no duda y afirma que su deseo es volver a su tierra natal. “Mi idea siempre fue y es volver a Pakistán. Estoy estudiando para revalidar el título y creo que en dos años ya voy a poder volver para recibirme. En noviembre tengo que viajar para dar un examen”, cuenta.

Shahid sigue de cerca la actualidad política de su país y nos contó que el 25 de julio habrá elecciones generales, y uno de los candidatos a ganar es Imran Khan, una ex estrella de críquet –el deporte más popular de Pakistán– que algunos años después de ser la figura del equipo que ganó la Copa Mundial de 1992 –la única ganada en su historia por el equipo paquistaní– se lanzó a la política fundando el Movimiento para la Justicia de Pakistán.

“Al ser una figura muy popular él tiene un gran apoyo, porque además ha hecho muchas obras en el país, como el primer hospital oncológico de Pakistán”, cuenta Shahid, quien ve a la corrupción como uno de los principales males que afectan el desarrollo de su país, que tradicionalmente ha sido gobernado por los dos grandes partidos políticos paquistaníes, la Liga Musulmana y el Partido del Pueblo Paquistaní.

La economía del país ha tenido muchos vaivenes, pero en los últimos años llegó al país una fuerte inversión por parte de China. El puerto paquistaní de Gwadar, ubicado sobre el Mar Arábigo, se convirtió en uno de los principales puntos de salida de las mercaderías chinas que se exportan al mundo. Los chinos concretaron un acuerdo con el gobierno y por eso hicieron una gran autopista que va desde la frontera de China con Pakistán hasta ese puerto. El proyecto, acordado en 2013 y puesto en marcha en 2015, prevé una inversión de 46.000 millones de dólares en infraestructura en Pakistán. Pero según Shahid, la corrupción existente no permite que ese dinero se transforme en desarrollo. “Existen esas grandes autopistas y todo eso. Hay infraestructura de los hospitales, que por fuera parece que estuvieras en Estados Unidos pero por dentro les faltan las cosas más elementales para poder atender a la población, y eso hay que cambiarlo”, dice.

Viajar, conocer otros países y convivir con otras culturas ha enriquecido la vida de Shahid, que en un tiempo volverá a establecerse en su tierra natal con mucho más que objetos materiales en sus valijas.

“Uno de mis amigos que estudió conmigo en Cuba volvió a Pakistán pero no revalidó el título de medicina. Se anotó en un llamado y ahora está trabajando en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Imagina si ese amigo llega a ser el embajador de Pakistán en Cuba. Él hará todo para reforzar los lazos entre los dos países, y a mí con Uruguay me pasa algo parecido. Siempre que me pregunten voy a dar una opinión positiva, por todo lo que he recibido y vivido acá”.