Las películas de superhéroes llegaron a una madurez, al menos en el sentido de esa fruta que está a un paso de pudrirse. Algunos marcan el comienzo de esta era moderna con el estreno de Blade en 1998, pero hasta el día de hoy la mayoría de los espectadores desconoce que el vampiro cazavampiros que interpretó Wesley Snipes era parte del Universo Marvel.
El consenso habla del año 2000 y de X-Men como el desembarco oficial de los paladines en mallita, que todavía se vestían con ropa de cuero, porque el mayor miedo era que no los tomaran en serio.
Pasó el tiempo y el “cine de superhéroes” se ha convertido en un género, lo que permite que existan parodias e incluso variaciones del repetido cuento del bueno contra el malo en todas sus variedades. El estudio Legendary, por ejemplo, prepara la historia de un grupo de criminales que asalta la guarida de un superhéroe y (por supuesto) las cosas no salen como se esperaba. Esta clase de filme es posible porque el público ya sabe cómo funcionan ese tipo de narrativas.
Lo mismo ocurre con las parodias. Es justo y necesario recordar que en 2008 se estrenó Superhero Movie (Superhéroes, la película), que se burlaba especialmente de las aventuras cinematográficas de Spider-Man, pero no dejaba de ser un montón de chistes malos hilados por una pobre excusa de guion, en una época en la que aparecieron bodrios como Disaster Movie, Date Movie y Epic Movie. Así que cuanto menos hablemos de ella, mejor.
El título que acaba de estrenarse sí merece nuestra atención, ya que Teen Titans Go! to the Movies (¡Jóvenes Titanes en acción! La película) se burla al mismo tiempo de las películas de superhéroes y de los superhéroes que salen en las películas. Todo gracias a un supergrupo que desde hace algunos años no se toma muy en serio a sí mismo.
Todos con Robin
Entre 2003 y 2006, Cartoon Network emitió la serie animada Teen Titans, que seguía las aventuras de este grupo de héroes adolescentes, que combinaban el trabajo con los dilemas típicos de su edad. Con un diseño de personajes que continuaba lo iniciado por Batman: The Animated Series en 1992, fue aclamado por la crítica y el público, hasta que este último lo aclamó menos y llegó la cancelación.
Los personajes (Robin, Starfire, Cyborg, Raven y Beast Boy) regresaron en 2011 como parte de una serie de cortometrajes basados en las más variadas “propiedades” de DC Comics, cada uno animado en un estilo diferente. En el caso de los Titanes, los diseños “ultradeformes” llamaron la atención del público y permitieron que el equipo resucitara en 2013 con una nueva serie, mucho más humorística y aparentemente infantil, lo que (por supuesto) ofendió a los fans de la original. 214 episodios después, a Teen Titans Go! no pareció importarle.
Así llegamos hasta este año, cuando los cinco jovencitos llevaron su comedia de golpe y porrazo hasta la pantalla grande, con un presupuesto moderado (diez millones de dólares, que en Hollywood es cambio chico), pero los dientes bien afilados para morder la mismísima mano que les dio de comer.
¡Jóvenes Titanes en acción! La película sigue la obsesión del supergrupo y en particular la del Joven Maravilla por tener su propio largometraje, en una época en la que si sos un personaje de Marvel y andás caminando cerca de un estudio de cine, salís con un contrato y una fecha de estreno.
Robin y sus compañeros se sienten disminuidos por vivir en un mundo en el que hasta las herramientas de Batman encabezan una película, situación que será utilizada por el poderoso Slade (Deathstroke en los cómics, aquí con su menos violento nombre de pila) para sembrar cizaña entre ellos.
El guion es una predecible excusa para que el público menudo disfrute de gags visuales, chistes que se arrastran desde la serie (¡las manos de Robin son pequeñas!) y unas cuantas peleas, con los buenos siempre un paso detrás del villano y su plan de dominación global. Y canciones. ¿Mencioné que hay canciones? Los niños adoran las canciones.
Aquellos espectadores no tan jóvenes podrán, además de entretenerse con la acción, disfrutar de la burla a la industria del cine y en especial a las películas de superhéroes, que a esta altura parecen salidas de una máquina de hacer chorizos. En especial las de Marvel, solamente porque las de DC fracasaron y hubo que echar a varios choriceros.
En cuanto a las referencias, no se limitan al universo al que pertenecen los personajes, y ya desde los tráileres descubrimos que los Titanes viven confundiendo a Slade con Deadpool. Y quizás uno de los mejores momentos de toda la película está protagonizado por un referente de la competencia.
Ahora, si sos fanático de los personajes de DC Comics tendrás varios momentos en los que tu cerebro quedará recalentado, como cuando muestran una sala entera de cine repleta de superhéroes (desde la Cosa del Pantano a los Gemelos Fantásticos), cada uno de ellos perfectamente identificable si uno ha leído esta clase de historietas durante gran parte de 38 años de vida (por poner un ejemplo, nada más).
Con algún vicio de aquellas ficciones televisivas que intentan contar una historia de hora y media, la película tiene suficientes risas como para equilibrar la balanza. Uno se lamenta por no poder verla en su idioma original para disfrutar de estrellas como Will Arnett, Kristen Bell, Nicolas Cage, Jimmy Kimmel o Patton Oswalt. Supongo que habrá que esperar y verla por segunda vez.
Me parece que eres Deadpool
El chiste recurrente de confundir a Slade con el mercenario bocazas de Marvel tiene un simpático guiño al mundo real. Slade Wilson (Deathstroke) fue creado en 1980 por Marv Wolfman y George Pérez como gran antagonista del cómic The New Teen Titans, respuesta de DC Comics al furor de los también adolescentes X-Men.
En 1991, Fabián Nicieza y el polémico Rob Liefeld crearon a Deadpool dentro de la serie The New Mutants. Al tratarse de otro asesino con agilidad sobrehumana y como el diseño de Liefeld le recordaba al personaje creado 11 años antes, Nicieza decidió que su identidad secreta fuera Wade Wilson, en simpático homenaje al asesino con agilidad sobrehumana de DC Comics.
Por entonces Deadpool todavía no era el payaso que llegaría al cine, así que aquella fue la primera caricia a una cuarta pared que luego Wade rompería todos los meses en las páginas de su historieta.