En el siglo XIX, en lo que antes era un monasterio benedictino, en Benediktbeuern (Baviera, Alemania), se encontraron los manuscritos de una colección de 254 poemas goliardos anónimos del siglo XII. La mayoría de los textos estaban en latín medieval, y se conocen como Carmina Burana (“canciones de Beuern”). Ahora bien, en 1936, el compositor alemán Carl Orff (1895-1982), que no tenía ninguna intención de dárselas de vanguardista ni de complejo –lo suyo era el ritmo, más que nada, con marcados acentos en el uso de la percusión– tomó varios de los textos y los musicalizó para crear una cantata homónima que se hizo extremadamente popular, sobre todo su primera pieza –que se repite al final–, “O Fortuna”, escrita en honor a la diosa romana de la suerte.

“O Fortuna / velut luna / statu variabilis/ semper crescis / aut decrescis / vita detestabilis / nunc obdurat /et tunc curat / ludo mentis aciem / egestatem, / potestatem / dissolvit ut glaciem”.

(“Oh Fortuna, / como la luna, / cambiante, / siempre creciendo /o decreciendo. / Vida detestable, / primero oprimes / luego alivias, / Como un juego, / pobreza / y poder, / derrites como el hielo”).

Si esos versos, así, en negro sobre blanco, no les suenan, prueben con buscar en Youtube “O Fortuna” en la versión dirigida por el alemán Eugen Jochum con el coro y la orquesta del Deutschen Oper Berlin (famosa grabación editada en 1968, autorizada por el propio Orff, y que cuenta con el inconmensurable barítono teutón Dietrich Fischer-Dieskau), y entonces se harán carne esas palabras latinas en forma de esplendorosa música y recodarán todas las veces que la escucharon.

Luego de un inicio lento y estremecedor, marcado por el coro y la percusión, las voces cantan como si susurraran temerosas ante el poder de la Fortuna. Luego la música va creciendo y se siente la inminencia de su llegada. Y aparece, nomás, en la tercera y última estrofa, a toda velocidad, con la percusión dando los últimos mazazos, antes de estallar en un orgasmo orquestal para dar paso al segundo movimiento.

“Sors salutis / et virtutis / michi nunc contraria, / est affectus/ et defectus / semper in angaria. Hac in hora / sine mora / corde pulsum tangite / quod per sortem / sternit fortem /mecum omnes plangite”.

(“La Suerte en la salud / y en la virtud / está contra mí, / me empuja / y me lastra, / siempre esclavizado. / En esta hora, / sin tardanza, / toca las cuerdas vibrantes / porque la Suerte / derriba al fuerte. / Lloren todos conmigo”).

La obra dura cerca de una hora y tiene tres partes, más una introducción y un final, que en total suman 25 piezas. Los textos tratan temas universales y por eso podrían ser del siglo XII o de pasado mañana. Por ejemplo, “In taberna quando sumus” es una oda a la bebida, en la que se canta que toman una por el tabernero, dos por los cautivos, tres por la vida, cuatro por todos los cristianos, cinco por los mártires, seis por los enfermos, y así hasta llegar a trece.

Me suena de algún lado

Carmina Burana echó muchas raíces en la cultura popular más allá del ámbito clásico. Quizás lo más conocido sea el álbum que grabó el fallecido tecladista de The Doors, Ray Manzarek, en 1983, bajo la producción de nada menos que Philip Glass, en el que interpreta la obra de Orff con instrumentación típica de pop-rock (sintetizadores, teclados, guitarra, bajo, batería, etcétera). A su vez, la primera pieza de la obra, “O Fortuna”, ha sido usada para casi cualquier cosa, siempre para crear una atmósfera épica. Por ejemplo, en películas como Excalibur (1981) y El último de los mohicanos (1992), y hasta en la introducción de Jackass: The Movie (2002) –sí, la de aquellos bobetas de MTV que hacían cualquier taradez–. Por supuesto, también ha sonado en tráilers de películas, series de televisión, publicidades y hasta en videojuegos, como es el caso de The Sims Medieval (2011), en el que calza justo.

Versión local

“Elegimos nuevamente Carmina Burana por el plan de trabajo que está planteando esta gestión, de sumar a todos los elencos, de participar todos juntos y de generar una unidad institucional y artística”, cuenta el maestro Diego Naser, director general artístico y musical de la Orquesta Sinfónica del SODRE (OSSODRE). Hoy a las 19.00 en el Auditorio Nacional Adela Reta habrá nada menos que 300 personas en escena para interpretar la célebre cantata de Orff. Además de la OSSODRE y el Coro Nacional del SODRE, también estará el Coro Nacional de Niños, con 120 integrantes. Los solistas serán Laura Rizzo (soprano), Alfonso Mujica (barítono) y Fabián Villalba (tenor).

Naser destaca el buen momento de la OSSODRE, que está haciendo giras internacionales y conciertos a salas llenas –vienen de presentarse en Buenos Aires–. “Explotaron los números en la taquilla, la gente está llenando los espectáculos y eso nos pone súper contentos, porque los pingos se ven en la cancha”, agrega.

Educación escolar

La OSSODRE realizó acuerdos con la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), y de allí surgió el proyecto “La OSSODRE hace escuela”, gracias al cual cientos de niños presencian los ensayos de la orquesta. En lo que va del año ya los visitaron cerca de 4.300 gurises, que pudieron disfrutar de obras maestras como Concierto de Aranjuez, de Joaquín Rodrigo, Cuadros de una exposición, de Modest Músorgski y la sinfonía “Heroica”, de Beethoven. Además, gracias otro de los programas en conjunto con la ANEP, Naser visita a niños en las escuelas para así generar un vínculo y hacerles picar el bichito musical. Para el maestro debería haber “sí o sí” educación musical en las escuelas, y cita al filósofo alemán Arthur Schopenhauer para argumentar su importancia: “Schopenhauer decía una cosa muy buena, que la música es el único de los artes que trabaja con el sentimiento puro del hombre –de esto hablamos con los niños, a partir de seis años, y les re copa–. Por ejemplo, cuando ves una pintura renacentista que representa modelos clásicos, como los mendigos, Cristo en la cruz, o soldados heridos, podés reconocer el sufrimiento del mendigo, de Cristo o del soldado herido. En cambio, en la música, si toco un acorde menor, sentís sufrimiento o tristeza, pero para vos puede ser provocada por una cosa y para otro por otra; entonces, la música te transporta al sentimiento puro, y después vos en tu interior lo canalizás por donde sea. Eso te obliga a buscar adentro de vos e indefectiblemente te moldea interiormente. Eso para los niños es brutal”, sentencia Naser.

Por último, el director explica que no eligieron hacer esta obra porque sea particularmente buena para que la canten niños, sino porque no son muchas las piezas que permiten integrar un coro sinfónico y de niños, y además porque es muy popular y a la gente le encanta, ya que “la música es alucinante y tiene una instrumentación genial”.

Tana grossa el jueves

Más allá del recital de hoy, Naser recomienda que nadie se pierda el próximo concierto de la OSSODRE, el jueves, también en el Auditorio, ya que contará con una invitada de lujo, la italiana Francesca Dego, una de las violinistas más destacadas del mundo. La web del Auditorio destaca que Dego es artista del sello alemán Deutsche Grammophon –la empresa discográfica más importante de música clásica desde 2012–, y su primer álbum, en el que grabó los legendarios 24 Caprichos, del tano Niccolò Paganini, y una grabación de las Sonatas para violín, de Beethoven, recibieron “elogiosas críticas”. Además, se destaca que la violinista toca regularmente con las orquestas más importantes del mundo, como la Royal Philharmonic, Tokyo Symphony y Tokyo Metropolitan Symphony Orchestra, entre otras. El programa del jueves incluirá el Concierto para violín Nº1 en re mayor, de Paganini, y la majestuosa novena sinfonía (conocida como Sinfonía del Nuevo Mundo) del compositor checo Antonín Dvořák.

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