Cinco días después de que Raphael Bob-Waksberg cumpliera 30 años, Netflix vertió en su catálogo la primera temporada de una serie animada de su creación. Inspirado en las ilustraciones de Lisa Hanawalt, ideó las aventuras de un actor cincuentón, que tuvo sus 15 semestres de fama allá por los años 90, cuando protagonizó una de esas comedias de familias ensambladas y risas enlatadas. En la actualidad, Bojack es famoso por inercia, sabotea sus relaciones y espera el proyecto que lo redima, en lo posible sin mover un solo dedo. ¿Mencioné que además es un caballo antropomorfo?

Corría 2014, y la mencionada compañía de entretenimiento por streaming recién daba sus primeros pasos en cuanto a producciones originales. Lo que hoy es una usina de programas de variadísima calidad, por entonces contaba con House of Cards, Hemlock Grove y Orange is the New Black. Hasta el día en que apareció Bojack Horseman, con su resentido, egocéntrico y depresivo protagonista epónimo.

Lo que apareció frente a nuestros ojos, y continuó apareciendo con impecable frecuencia anual, es una formidable construcción de personajes, más la deconstrucción de la industria del entretenimiento y la destrucción de todas nuestras expectativas. Un programa que episodio a episodio fue dotando a su elenco de una mayor tridimensionalidad.

48 episodios más tarde, llegó una quinta temporada en la que sus creadores simplemente tuvieron que pararse sobre los hombros de las cuatro anteriores para, otra vez, ofrecernos una muestra de la mejor clase de ficción que se realiza en esta nueva era dorada de la televisión.

Sus elementos característicos siguen presentes, como Will Arnett prestando su voz al equino que mejor combina la soledad con la necesidad de reconocimiento. Alison Brie, Amy Sedaris, Aaron Paul y Paul F Tompkins completan el núcleo duro, que se nutre este año con las participaciones de Stephanie Beatriz (Brooklyn Nine-Nine) como la actriz que tiene su primera aproximación a la fama y de Rami Malek (Mr. Robot) en el papel de Flip McVicker, creador de una serie dramática que tiene a un caballo por protagonista.

Si en temporadas anteriores la lupa estuvo en la producción fílmica y las distintas ceremonias de entregas de premios, en esta ocasión Philbert (la serie dentro de la serie) nos permitirá meternos dentro de esa picadora de carne y los límites entre ambas realidades serán cada vez más difusos. Como los límites entre Flip McVicker y Raphael Bob-Waksberg, por más que el segundo sea bastante más talentoso. Lo “meta” estará a la orden del día y habrá al menos un momento en que los seguidores de Bojack (la serie) se sentirán interpelados.

Alrededor de esta trama principal, los guiones traerán interesantes reflexiones acerca del feminismo en Hollywood, la redención de las estrellas, el acoso sexual, la maternidad, la madurez, el consumo problemático de sustancias y el duelo. Todo mientras en segundo plano se suceden chistes de golpe y porrazo y aparecen juegos de palabras que sonrojarían a más de un guionista “serio”.

Así de contradictoria es Bojack Horseman, que al mismo tiempo acompaña a un hombre-caballo en su espiral de adicciones y a un robot sexual que escala posiciones en una compañía gracias a su arsenal de ordinarieces pregrabadas, en una temporada que tiene algunos de los momentos más oscuros y que al mismo tiempo se atreve a coquetear con la esperanza de que nuestro protagonista no sea consumido por la autodestrucción.

De hecho, al comienzo de estos 12 episodios la vida parecería sonreírle a Bojack, con su alcoholismo a raya, un interés romántico y la posibilidad de pegarla en la pantalla chica. Sin embargo, como él mismo señala en uno de los interesantísimos diálogos, si se resuelven todos los problemas, una serie se termina. Así que el estrés, los accidentes laborales y los imprevistos familiares despertarán sus peores fantasmas.

Sus adláteres tendrán la oportunidad de brillar, en episodios especiales en los que serán protagonistas. Diane (Brie) viajará a Vietnam en busca de sus orígenes, Todd (Paul) explorará su asumida asexualidad en el marco de una relación afectiva, Princess Carolyn (Sedaris) intentará ser madre y Mr. Peanutbutter (Tompkins) se dará cuenta de que no es tan perfecto como cree.

Si bien el capítulo de Diane solamente amplifica el whitewashing de tener a una actriz caucásica interpretándola, y las vicisitudes de Todd parecen ser una respuesta a la apropiación por parte de internet de este personaje como ícono asexual, no hay escena que no tenga sentido dentro de la gran historia que nos están contando desde (ahora) 60 fragmentos de media hora.

Bojack Horseman se ha acostumbrado a figurar en las listas de las mejores series de Netflix, las mejores series animadas de este siglo, las mejores series que se emiten actualmente, y ninguno de estos galardones puso nervioso al jovencísimo Raphael y sus colaboradores, que continúan desafiando los límites de cuán profundos y analíticos pueden ser los guiones, o de cómo se puede innovar en las formas de contar una historia sin que parezca un simple gimmick, un truquito, un golpe de efecto.

El efecto sobre el espectador podrá amplificarse dependiendo de su estado de ánimo y de las circunstancias que haya atravesado en su vida, pero no sería de extrañar que provocara sensaciones cercanas a la risa y al llanto, en ocasiones al mismo tiempo. Desde la segunda temporada queda claro que estamos ante una verdadera joya de la televisión y cada año esto se refuerza todavía más.

Best. Episode. Ever.

La serie cuenta una historia desde su comienzo y las tandas de episodios tienen su propio arco, pero cada unidad de 25 minutos es independiente y algunas de ellas logran despegarse de la media. Una media bastante alta, vale decir.

En la tercera temporada se habló muchísimo de “Fish Out of Water”, en el que Bojack era invitado a un festival de cine en una ciudad submarina y tenía extrañas aventuras. Con una fuerte conexión con Lost in Translation, los guionistas Elijah Aron y Jordan Young pusieron de manifiesto los problemas de comunicación de nuestra estrella en un capítulo carente casi por completo de diálogos.

Sin embargo, la quinta temporada parece contener el mejor episodio de la serie (hasta ahora). “Free Churro”, a excepción de un flashback en los primeros minutos, transcurre exclusivamente en el interior de un salón. Y la “acción” se limita a seguir a Bojack mientras improvisa un sentido discurso.

No es casualidad que este guion sea del mismísimo Raphael Bob-Waksberg, quien demuestra no sólo su conocimiento del personaje, sino la capacidad de cavilar en voz alta acerca de temas tan universales como la vida, la muerte y todo lo que pasa en medio.

Y apenas tiene 34 años. Cuánta envidia.