Hoy, 20 años después de su recordada puesta Puck de una noche de verano (versión de Sueño de una noche de verano), el director argentino Marcelo Díaz vuelve a El Galpón con otro clásico: Casa de muñecas, de Henrik Ibsen (1879), que irá los sábados (a las 21.00) y domingos (19.30). Díaz es un referente del teatro infantil y juvenil que emigró a Alemania en 1982, se formó en escuelas teatrales de Polonia, Rusia, Italia y Suecia, fue catedrático de la Escuela Superior de Teatro de Zúrich y ha dirigido decenas de puestas en Europa y Latinoamérica.

Como ya se ha contado tantas veces, Nora, la protagonista de Casa de muñecas, es un personaje femenino que se convirtió en un hito al luchar por su emancipación. A partir de ella, Ibsen registró el esquema del vínculo entre marido y mujer que tanto distinguió a la sociedad del siglo XIX (y XX): Nora es madre de tres hijos, esposa de Torvaldo, y mantiene en secreto una deuda para intentar salvar a su marido. Cuando él descubre la verdad, la humilla, y ella, en un golpe maestro, decide abandonar su casa de un portazo. Para esta versión, el director se propuso ubicar al drama familiar en un mundo contemporáneo, en el que la mujer continúa luchando por su emancipación y resistiéndose a ser tratada como objeto.

En su celebrada adaptación (de 2013), la gran dramaturga argentina Griselda Gambaro –que decidió incluir a la figura de Ibsen en escena mientras escribía Casa de muñecas– planteó que, la libertad de Nora para elegir no sólo es un tema social, sino también una postura individual e interior: “El motivo por el que su marido la desprecia es haber obtenido un préstamo a escondidas y falsificar la firma del padre, supuestamente su garante. Su propósito era gastarlo en un viaje que permitiera mejorar la salud de su marido”. Y, por eso, el desencadenante de esta historia “es la mezquina reacción del marido al descubrir su deuda”, advertía.