En 2015 publicó, junto con su compinche, el guitarrista Diego Ruiz, la novela ¿No has oído hablar de Cardoso?, una especie de parodia de 2666 (Roberto Bolaño) y de todas las historias de búsqueda kilométrica. Ahora, Mateo Arizcorreta debuta “en solitario”, como dice él, con Alguien controla los dados, una novela en la que el tono se distancia un poco del barroco que pergeñaron con su ex compañero de la carrera de Letras y se acerca a la velocidad y el ambiente de autores como Dani Umpi, Natalia Mardero e Ignacio Alcuri.

Un mago de fiestas, un empresario de apuestas, una guitarrista amateur, una veterana astróloga habitan el mismo edificio –aunque recién se reconocerán como vecinos hacia el final de la historia–, y los une la proximidad del fracaso. Quienes seguían el blog Manual de estilo reconocerán los rasgos sutiles del lenguaje que maneja Arizcorreta, con quien dialogamos.

¿Qué diferencia hay entre trabajar solo y hacerlo de a dos, como en tu anterior novela? La estructura ahora parece un poco más libre.

La diferencia más importante es que en la anterior novela contaba con la inventiva de Diego, que es un genio. Precisamente, por la autoría bicéfala de Cardoso yo me paso aclarando que esta es mi novela solista, porque todavía me parece raro publicar solo. Lo cierto es que hasta que nos abocamos a escribir Cardoso, ninguno de los dos se había planteado escribir una novela (ni juntos ni por separado). Entonces, el proceso de Cardoso fue de por sí iniciático y un aprendizaje sobre la marcha de los avatares de escribir un texto de largo aliento. En cuanto a las diferencias del texto, la más importante está en el estilo, dado que con Diego habíamos cristalizado uno muy peculiar y elaborado. El tema es que luego del largo proceso de escritura y edición de esa novela, el estilo “cardosiano” me tenía un poco cansado. Ahora a la distancia puedo disfrutarlo, pero hubo un momento en que me limó. Entonces me propuse hacer algo muy distinto: un relato de sucesivas primeras personas, narradas en un estilo más directo. Respecto de la estructura, la de Cardoso era más lineal (había dos vectores muy manifiestos: encontrar a Cardoso, y luego escaparse de la “mafia de los pelados”), mientras que esta novela es más arborescente: los personajes van reaccionando a peripecias externas al discurrir natural de sus vidas, que van abriendo nuevos escenarios, muchos de ellos conjuntos.

¿Cómo encaraste estos “discursos internos”? ¿Cómo te las arreglaste con el habla peculiar de cada uno?

Empecé escribiendo algunos parlamentos sueltos de esos personajes. Por ejemplo, en el caso de Gutiérrez, el empresario heterodoxo, todo comenzó con su discurso sobre Dios, que remata con “Dios es, sin dudas, un tipo ambicioso, carismático y, de alguna manera, un espejo donde mirarme.” A raíz de eso fui desarrollando esa voz ambiciosa y profundizando en algunas de sus características, como su llamativa agencia de apuestas, por situaciones de la vida cotidiana o el vínculo enfermizo que cultiva con sus hijos. Después trabajé el ritmo de cada uno. El personaje de Adrián, el mago, tiene una dicción muy cortante y machacante, mientras que, en el otro polo, el personaje de Griselda, la astróloga, maneja una cadencia larga y ampulosa. También recorté un acervo de expresiones para cada personaje. Por ejemplo, Amalia, la compositora estancada en su segundo disco, cuenta con un kit de puteadas específicas (“forro”, “boludo”, “tarado”), un conjunto de giros recurrentes (“no acredito”, “qué se yo”, “una cosa así”), y varias expresiones en inglés, porque es la única que lo aprendió de los cuatro. Una cosa que me costó mucho trabajo fue desarrollar la mayor parte de la novela en tiempo presente. Si bien hice pruebas en pasado, el presente se volvió necesario cuando los personajes empiezan a cruzarse y la acción de un personaje continúa en el parlamento del otro, lo que dota al relato de mayor inmediatez. Para acentuar esto último, la clave fue prescindir de muchos de los verbos de mediación de la acción (pensar, mirar, etcétera) y posarme directamente sobre la acción y la posterior reacción del personaje sobre los hechos.

Hay, como en tu otra novela, mucho humor, pero acá también aparecen la observación y la descripción de personajes urbanos.

Creo que en Cardoso estaba todo mediado por un narrador muy autoconsciente. Allí, el humor se sostenía en la internalización y la parodia de distintos discursos y en muchos juegos de palabras. En este caso, los protagonistas tienen una voz más llana y las dosis de humor se dan más que nada por los choques de esos personajes con la realidad circundante y con la fauna humana que se van cruzando. En ese sentido, los dos personajes más ácidos son Adrián, que suele observar y juzgar a los demás desde un resentimiento pasivo, y Amalia, que lo hace desde una supuesta superación de la realidad. Algo que me gusta de los personajes es que los momentos de lucidez van intercalados con momentos en que son lisa y llanamente unos tarados consumados. Otro punto en el que se manifiesta mucho el humor es en los diálogos, que en muchos casos me sirvieron para acelerar aun más el ritmo de la novela.

De alguna manera, los personajes deben hacer viajes, salir de sus lugares habituales. Algunos de ellos van a Salto, de donde sos vos. Además, ahí ocurre la situación más “política” de la historia. ¿Quisiste jugar con eso?

Tal cual. Todos se ven obligados a moverse, y es ese movimiento el que va desatando las principales líneas de acción. La situación que ocurre en Salto, en particular, si bien tiene su grado de extravagancia, en un punto tiene un sustento realista que va por el lado de que, si bien somos un país pequeño, los microcosmos de las distintas localidades del interior son muy idiosincráticos y se desarrollan como mundos paralelos. Me gustó la idea de que en un lugar tan cercano como Salto pudiesen ocurrir situaciones demenciales a nivel institucional y que pudieran pasar desapercibidas por la mirada capitalina o la del país. En mi experiencia personal, desde Salto, Montevideo es un lugar cultural, social y políticamente muy lejano. La mayoría de los medios de comunicación capitalinos no llegan a Salto. En el caso de los canales de aire, solamente llegan a través de uno de los proveedores de cable. Yo, sin ir más lejos, me crie mirando América TV, y nunca vi Patoaventuras ni varios de los dibujitos que siempre mencionan mis amigos montevideanos cuando llega la hora de la nostalgia generacional.

Alguien controla los dados. $ 460. El sello que la publica, Editorial Tajante, es manejado por Arizcorreta y Ruiz. También han publicado Beckham nunca conoció Durazno y otras historias, de Miguel Méndez.