En internet la línea que separa a los conocedores de los listillos personalistas es más fina que un cabello humano. Una visita a Youtube nos permite descubrir a decenas (si no cientos) de expertos en, por ejemplo, la industria audiovisual occidental. Sus canales son bastante profesionales, o al menos tienen a un conocido que les maneja el diseño gráfico. Saben de lo que hablan y derrochan entusiasmo. El problema está cuando empiezan a hablar.

El conocedor puede pecar de aburrido, pero su principal preocupación estará en que aquellos que se atrevan a ver su video de 23 minutos entiendan la relación entre las películas de Akira Kurosawa y Locademia de Policía 4: los ciudadanos se divierten (Jim Drake, 1987). El listillo personalista, mientras tanto, está tan enamorado del sonido de su propia voz que cada envío se convierte en una nueva edición de “mirá qué crack que soy”.

Hace unos dos años se estrenaba en Netflix la primera temporada de The Toys That Made Us, y su formato parecía caminar por la cuerda floja entre las dos categorías mencionadas anteriormente. Contaba la historia de las líneas de juguetes más famosas de la infancia de quienes tenemos entre 35 y 45 años con humor, fuerte peso del editor y una locución muy particular.

En este mismo medio se habló acerca de esa serie, así que solamente voy a mencionar que pasa con honores el test de sabihondez. Y que tan bien le fue a la creación de Brian Volk-Weiss, que la plataforma de streaming estrenó un spin-off pensado para un público más universal.

Para usted también hay

La hermana menor de las “cosas con las que crecimos” está dedicada al séptimo arte. Su título en inglés es The Movies That Made Us (obvio) y aquí llegó como Las películas que nos formaron. Como el equipo que gana no se toca, también llegó con una temporada de cuatro episodios.

Cada uno de ellos está dedicado a una película fundamental de esa era que tanta nostalgia me genera, como producto de 1980. Aunque el primer chispazo lo hayan generado mis padres en 1979. Caramba, qué imagen que ahora tengo tatuada en el cerebro.

Dos de ellas son películas navideñas por excelencia: Die Hard/Duro de matar (John McTiernan, 1988) y Home Alone/Mi pobre angelito (Chris Columbus, 1990). Para los fanáticos del romance está Dirty Dancing/Baile caliente (Emile Ardolino, 1987) y para los fanáticos del gigantesco hombre de malvavisco está Ghostbusters/Los Cazafantasmas (Ivan Reitman, 1984).

En cada capítulo, de casi una hora, recorreremos las dificultades que atravesaron los productores y directores para finiquitar estos cuatro productos que luego se convertirían en pasión de multitudes. Los ganchos dramáticos estarán en cada uno de los obstáculos, más grandes y más pequeños, aunque descubriremos que esa es una simple excusa para hablar de los films que tanto influyeron en nuestro crecimiento.

Si revolvemos, cualquiera de los blockbusters o títulos aclamados por la crítica sufrieron algún revés en su camino a las salas de cine. Aquí tendremos que acostumbrarnos a que el locutor (Donald Ian Black) y los guionistas jueguen con la idea de que “por poco esta aventura no quedó archivada para siempre” una y otra (y otra y otra) vez.

Black es una de las claves del éxito. Dueño de un timbre muy particular y dotado de guiones que explotan su buen humor, en ningún momento se cree la parte más importante del todo. No sé si les quedó claro hasta ahora, pero odio a los locutores-protagonistas.

El otro elemento heredado de The Toys... que apuntala la narrativa es la edición. Cada entrega cuenta con una gran cantidad de “actores” (en el sentido más amplio de la palabra) que recuerdan anécdotas de las películas en las que estuvieron involucrados. Es evidente que después de las entrevistas vino un gran trabajo de armado de pequeñas declaraciones, no sólo para que el cuentito esté bien contado, sino para aprovechar contradicciones, afirmaciones y hasta expresiones con el objetivo de hacer humor.

También es meritorio que el producto terminado resulte atrapante incluso para quienes jamás hayan disfrutado el título en cuestión. No recuerdo haber visto Dirty Dancing y eso no impidió que me enganchara. De hecho, terminé con ganas de verla. Si a ustedes les sucede lo mismo, podrían darle una oportunidad a The Toys That Made Us aunque de niños solamente hayan jugado al fútbol de cartones o al elástico.

Aquí están, estos son

La elección de obras no es tan tribunera como podría haber sido. Si se trata de películas ochenteras que convirtieron en leyenda, podríamos hablar de Robocop (Paul Verhoeven, 1987), Terminator (James Cameron, 1984), Gremlins (Joe Dante, 1984) o Volver al futuro (Robert Zemeckis, 1985). Pero parecen apuntar a un público más variado.

Die Hard es la elección perfecta para el ochentero fanático del cine de acción, que recuerda cada una de las frases dichas por John McClane en su tumultosa recorrida por el Nakatomi Plaza. Como ocurre en la mayoría de los casos, el actor más taquillero no se prestó para ser entrevistado, pero hay suficientes protagonistas como para conocer a la precuela protagonizada por Frank Sinatra, las dificultades para transformar a Bruce Willis en héroe de acción y la famosa escena que sorprendió incluso al mismísimo Alan Rickman.

Ghostbusters es la más ñoña de las cuatro y un producto típico de su tiempo, con comediantes en grandes momentos de sus carreras jugando juntos. Quizás se sorprendan al conocer la primera idea que tuvo Dan Aykroyd acerca de cazadores de espectros y sabrán que la película tuvo el nombre que tuvo por una casualidad casi divina.

Dirty Dancing es el título romanticón, aunque las famosas escenas de baile camuflan una historia bastante progresista para su época, que tuvo detrás de cámaras a dos poderosas mujeres luchando por llevarla a cabo. En este caso el título fue una de las primeras cosas que estuvieron prontas.

Por último, Home Alone es el título elegido del cine “para toda la familia”, que llegó de la mano de dos capos absolutos del género y permitió que brillara Macaulay Culkin. Obviamente a la hora de conseguir actores de la película dieron con el ladrón que no es Joe Pesci.

Si tenemos en cuenta que la serie juguetera lleva tres temporadas y que posibilitó este spin-off, podríamos soñar con nuevos envíos de películas y (por qué no) temporadas dedicadas a las series de televisión o los videojuegos. Si algún día estrenan episodios de Las aventuras gráficas que nos formaron dedicados a Monkey Island 2, Day of the Tentacle o Leasure Suit Larry, me verán con una sonrisa de oreja a oreja.