Esta semana César Aira cumple 70 años y lo van a homenajear muchísimos colegas en la Biblioteca Nacional de Buenos Aires. El otro número, igual de redondo pero más difícil de comprobar, es el de la cantidad de sus obras; se afirma, en muchas partes y especialmente en las solapas del flamante libro Diez novelas de César Aira (Penguin Random House, $ 790), que el autor argentino ha escrito una centena de novelas. Sería un diez por ciento de ese total lo que vendría a reunir este volumen, que está prologado por el investigador mexicano Juan Pablo Villalobos. Se trata de “Cecil Taylor”, “La costurera y el viento”, “Las conversaciones”, “El divorcio”, “Los dos payasos”, “El volante”, “La confesión”, “La pastilla de hormona”, “La cena” y “Diario de la hepatitis”, todas novelas cortas que Aira publicó en editoriales independientes de distintos países (en Uruguay, por ejemplo, publicó “Mil gotas” en La Propia Cartonera).

No es nada jugado afirmar que Aira es uno de los nombres grandes de la narrativa argentina contemporánea, ni que lo que solemos llamar “imaginación” es central en su trayectoria. En estas novelas, como en el resto de su obra conocida, abundan los argumentos insólitos: la biografía de un jazzero que jamás puede terminar sus ejecuciones en público, una cena familiar que deriva en una serie de recuerdos que involucran a pequeños autómatas, la parodia de un diario literario, el escape de una pareja dentro de una maqueta. Pero no son sólo esas matrices, sino las digresiones, las asociaciones imprevisibles, las ocurrencias, las que hacen las historias de Aira. Una pequeña muestra (de “Diario de la hepatitis”): “Sabía que había dormido porque recordaba el sueño: yo, o alguien desde mi punto de vista, tomaba un helado...”.

Diez de esas historias pueden resultar demasiado para leer de corrido, pero siempre son un tesoro, y hay que agradecer que ahora se pueden conseguir reunidas.