No es cosa de todos los días que la Orquesta Sinfónica de Londres (o la London Symphony Orchestra para los que padecen anglofilia), una de las mejores del mundo, se pegue una vuelta por nuestro país para dar un concierto, pero eso es exactamente lo que pasará el lunes a las 20.00 en el Auditorio del SODRE, en un evento organizado por el Centro Cultural de Música.
“No es tan común como para que la gente lo tome con indiferencia”, dice el musicólogo –y colaborador de estas páginas– Guilherme de Alencar Pinto, que el mismo día a las 18.30 dará una charla en el hall del Auditorio sobre el programa a interpretarse, y añade: “Los conciertos del Centro Cultural de Música suelen traer grupos y orquestas de primer nivel, pero de tanto nivel y con un director tan famoso debe ocurrir cada cinco años”.
El director tan famoso es sir Simon Rattle, nacido en Liverpool en 1955, quien, entre otras cosas, supo meterse en millones y millones de hogares al dirigir a la orquesta londinense en la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Londres 2012, junto a Mr. Bean, que hacía de las suyas. Guilherme lo describe como un director “muy carismático”, de esos que tienen cierta inquietud por llegar al público por “algo más que la música”. “Tiene una preocupación por la difusión de la música clásica, que junto a su excelencia contribuye a su fama. Yo no lo pondría entre los diez mejores de la historia del mundo, pero sí entre los 100”, comenta.
La primera obra del programa es Sinfonia da Requiem, Op. 20, del inglés Benjamin Britten (1913-1976), que, según cuenta Guilherme, tiene una historia “un poco bizarra”. Fue encargada en 1940 por el gobierno japonés para celebrar los 2.600 años de la institución imperial del país asiático, que otrora se llamaba Mikado. Pero, aparentemente, el compositor no entendió muy bien el encargo, y se despachó con una obra instrumental de carácter fúnebre, con tres movimientos con títulos basados en secciones de una típica misa para difuntos: Lacrymosa, Dies irae y Requiem aeternam. Entonces, cuando mandó la obra, el noble nipón que estaba encargado del asunto le contestó mostrando su molestia, dado que le pareció una afrenta. “Primero porque el imperio japonés es una institución sintoísta, y no cayeron bien los títulos en latín y cristianos. Además, se supone, en pleno militarismo nacionalista, que querían enaltecer al imperio con una obra acorde, y Britten hizo una música triste, fúnebre, y ni siquiera se la dedicó al gobierno sino a sus padres; entonces, la rechazaron”, explica el musicólogo. Al final, la obra vio la luz al año siguiente, en forma totalmente independiente del encargo, en Nueva York.
La segunda y última obra que interpretará la Sinfónica de Londres es la Sinfonía n.° 5 de Gustav Malher (1860-1911). “Es muy grande y muy compleja”, acota Guilherme, y explica que se trata de una obra con la que el compositor austríaco dio un paso adelante en su estilo, ya que venía de componer obras basadas en textos y voces, y por primera vez en 15 años se mandó una sinfonía puramente instrumental, muy compleja, sobre todo por el entramado contrapuntístico. “Se nota mucho en el scherzo, el movimiento central, el más largo de todos. Es muy rara la manera en que estaba concibiendo su música. El tema no está en ningún lado: un instrumento toca una cosa y otro contesta otra. En vez de contestar, contradice, o se interrumpe, como si fuera una conversación en la que alguien empieza a decir algo y otro no lo deja continuar”, ejemplifica.
El musicólogo consigna que la obra fue muy mal recibida por la crítica en su época y que el público tampoco la escuchó con buenos oídos, a pesar del éxito rotundo de su lento cuarto movimiento (Adagietto). Según Guilherme, al librarse del texto, Malher tendía a mezclar registros de comunicación que no tenían “nada que ver uno con otro en la cabeza de la gente”. “Esas mezclas que hacía, que hoy, con la perspectiva de cultura posmodernista, se valorizan tanto y se entienden como una mueca híper romántica, en ese momento se veían como una especie de esquizofrenia, como un atentado al pudor o una falta de gusto”, señala.
Quienes quieran ir a este concierto único podrán conseguir sus entradas por Tickantel, que van desde $ 2.750 a $ 5.500. Para terminar, Guilherme dice, con entusiasmo: “Lo recontra recomiendo, es terrible orquesta, terrible director y será en el Auditorio del SODRE, que tiene una acústica y visión increíbles”.