Rodolfo Mauro considera que el ritual de escuchar un vinilo es casi un arte: “Tenés una habitación, tenés tu bandeja y ahí se produce la ceremonia. Sacar el disco, ponerlo en la bandeja, mirar la tapa; mientras vas escuchando vas saboreando lo que dice la contratapa”. Con décadas en el negocio, hoy será uno de los vendedores en la feria Vinilo a Buscar. Allí se podrán encontrar ediciones conocidas y joyas casi inconseguibles en un formato que parece que volvió para quedarse.
El evento se extenderá desde las 12.00 hasta las 19.00 y será en la cervecería Malafama (Maldonado 1970). Así, además de revolver las bateas, los visitantes podrán disfrutar de comida y cervezas producidas en el lugar. Habrá cuatro DJ invitados para musicalizar la jornada y, considerando la fiebre por la Copa América, se exhibirá el partido Uruguay-Perú en pantalla gigante.
Detrás de la organización hay un grupo de vendedores locales de vinilos que mantienen una relación de cercanía, dialogan constantemente e intercambian materiales, con la feria de Tristán Narvaja como epicentro. Aunque esta es la primera edición de 2019, ya han desarrollado eventos similares en años anteriores. En ese sentido, más allá de la recaudación, la actividad se propone como un día de reunión para personas con un interés común.
Fiel y resistente
Todos los domingos Rodolfo Mauro se instala en Tristán Narvaja y La Paz. A los 13 años ya coleccionaba discos. Mientras en su casa se escuchaba tango y candombe, él se inclinaba por los Beatles, los Rolling Stones, Creedence Clearwater Revival y bandas uruguayas como Los Iracundos.
En los 90, cuando empezó a vender, tenía una sola caja. Para ese entonces reunía discos que amigos o conocidos descartaban o le regalaban en visitas. “La gente los tiraba, y muchos hoy se están lamentando”, dice. Es que ahora se vive un revival del vinilo, que Mauro percibe desde hace unos cinco años.
Así como se comenzaron a reeditar discos clásicos y los nuevos artistas incorporaron el formato para publicar sus álbumes, también se despertó el interés por rescatar vinilos usados que se conservan en buen estado. Antes reservado a un nicho de coleccionistas, ahora el apego por los vinilos llegó también a generaciones más jóvenes. Más allá del fetichismo por el objeto –del que aprecia hasta su olor–, Mauro cree que una de sus mayores virtudes es la resistencia: “Si está bien, lo cuidás y tenés una bandeja adecuada, son discos que duran toda la vida”.
Para José María Cucu Bacigalupi, otro de los más experimentados vendedores de vinilos, con más de 20 años en el negocio, la clave está en la calidad sonora: “Es música grabada de forma analógica, y reproducirla de esa manera no implica sólo calidez, sino que es el sonido más cercano posible a lo que se grabó y a lo que pretendió el artista que se escuchara, sin modificaciones”.
Hay cierto detenimiento en el ritual de escuchar un vinilo, y ese es otro de los argumentos que esgrime a su favor, ya desde un lugar de militancia: “La dinámica del mercado implica que tengas poco tiempo y que todo cada vez vaya más acelerado para producir más. Yo prefiero lo contrario”.
Además de decir presente en el evento de hoy, a Bacigalupi se lo puede encontrar en la feria de Tristán Narvaja los domingos o detrás del mostrador en Cucu Disquería 33 Revoluciones, su local en Ciudad Vieja. Si bien ha observado una renovación en los consumidores, cree que en su tienda no ha repercutido tanto. “Mi trabajo es particular, porque es como una librería especializada, con alguien que sabe, no un shopping donde el que te atiende te vende lo último que salió”, dice.
En general, opina que la producción actual es un poco “shopping”, con ediciones en vinilo que son muy digitales, en las que lo que caracteriza al formato pierde sentido. Además, asegura que su resurgimiento fue orquestado por la propia industria. Con el consumo de música a través de internet y el auge de plataformas como Spotify la venta de discos compactos se desplomó, y encontraron una alternativa en el vinilo, que es único y por tanto imposible de copiar.
Los que no se negocian
Bacigalupi no se define como un coleccionista. Para él hay muy pocos en Uruguay, ya que la tarea implica un nivel de exigencia que a veces excede la música, en la que todo debe tener un sentido y un orden. Sí tiene su debilidad: el disco Meddle de Pink Floyd, del que cree que su arte de tapa y contenido forman un todo perfecto y del que conserva varios ejemplares, desde ediciones de Inglaterra y Estados Unidos hasta una proveniente de Japón.
También Mauro tiene sus favoritos que no vendería por nada del mundo; allí incluye los primeros de los Rolling Stones o el Tommy de The Who. Si bien no está dispuesto a revelar las joyas dentro de su catálogo a la venta, ya que son un “secreto profesional”, sí contó qué es lo que más solicitan sus clientes: metal, blues, canto popular brasileño y música argentina.
Algo de eso se podrá conseguir hoy en la feria. Con los originales de época como principal producto, los compradores también se cruzarán con varios simples y long plays de jazz y rock en inglés de los 60 y 70. Además, habrá mucha música uruguaya: folclore, candombe, tropical, rock posdictadura y música popular, entre los que se encuentran los principales tesoros, como discos de Fernando Cabrera, Jaime Roos o Eduardo Mateo que no se han reeditado.
Con precios que van desde los $ 20 hasta los $ 3.000, también habrá lugar para el CD y el casete, formatos que tanto para Mauro como para Bacigalupi están viviendo una segunda edad de oro. Lo esencial, aclaran los organizadores, es que se trata de un encuentro para amantes de la música y el vinilo, donde los asistentes pueden encontrar ofertas y buenos discos, así como intercambiar y conversar.